Un hombre más

No importa si soy escritor, poeta o simplemente un hombre con el alma rota tratando de encontrar sentido en las palabras.

Siempre valdrá la pena escribir sobre ti y para ti.

Porque cada letra que brota de mí nace de tu recuerdo, de lo que fuimos, de lo que aún vive en mí a pesar de tu ausencia.

Escribo porque me duele, porque tu nombre aún arde suave en mi pecho.

Escribo porque, aunque ya no estés, tu eco sigue danzando entre mis pensamientos.

Escribo para no ahogarme en este mar de sentimientos que solo tú sabías navegar.

Para sanar, o al menos intentarlo, porque desde que te fuiste, hay una parte de mí que quedó suspendida en el tiempo… contigo.

Sarita, te extraño.

Extraño esa risa tuya que desarmaba mis tormentas, esos rizos que parecían jugar con el viento,

y esos ojos tuyos… esos ojos que sabían mirarme como nadie lo ha hecho, ni lo hará.

No sé si la vida, caprichosa y silenciosa, decidirá cruzar nuestros caminos otra vez.

No tengo respuestas, solo esperanzas dispersas que se resisten a morir.

Pero sí sé algo: te amo.

Te amo como no tienes idea, como quizás ya no se ama en estos tiempos.

Te amo con la fuerza con la que uno ama a quien se le ha vuelto parte del alma.

Fuiste el aire que me devolvía el aliento, la calma que encontraba incluso en los días más duros.

Fuiste mi agua, mi oxígeno, mi refugio.

Y aunque ya no estás, sigues siendo el amor de mi vida, esa niña de rizos rebeldes y mirada infinita que se quedó a vivir en mi memoria.

Te pienso todos los días.

Te escribo para no perderte del todo.

Te amo, incluso en el silencio, incluso en la distancia.

Y te extraño…

como se extraña a la vida cuando la vida se va.

Te amo.