Tal vez no surcamos distancias
ni desafiamos los confines del mundo,
pero nos enredamos entre las sombras
de un bosque que susurraba secretos.
Nuestros rostros se disolvían en la negrura,
bajo la caricia leve del fulgor lunar
que bordaba en plata nuestras siluetas
sobre el sendero dormido
y los árboles, vigilantes silentes
Atestiguaban nuestros pasos furtivos
Hallamos libertad entre ruinas olvidadas,
De una torre abandonada que aún soñaba con el cielo.
Las estrellas titilaban y se fundían
con la amalgama viva de las luciérnagas.
La herida de una estrella errante
Fragmentó su manto de gracia
dejando atrás solo una grieta
de lo que alguna vez fuimos.
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