Morir siendo mía

Me gusta pensar en la vejez.
En ese lugar en el que ya no tengo que ser deseable para nadie.
Donde la confusión ya no se siente como fracaso,
sino como parte del recorrido.

Y me gusta pensar en la muerte, sí.
No con tristeza, sino con intensidad.
Desde muy joven me ha acompañado ese deseo:
no de desaparecer, sino de salirme.
Salir de la mirada ajena, de los mandatos, de la forma en que fui criada para obedecer.

Una vez pedí celebrar mi funeral como cumpleaños.
Quería saber qué pasaría si dejaba de estar disponible.

Este deseo de morir no viene del dolor solamente,
viene de una forma muy profunda de desear libertad.
Morir, para mí, es imaginarme sin las cadenas del deber ser.
Es la fantasía de pertenecerme entera, por fin.

Y no, no estoy deprimida. O quizás si, un poco.

Pero también estoy harta.
Estoy cansada de habitar un cuerpo leído como territorio público,
como recipiente, como adorno.

Quiero morir siendo mía.

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