Por Mar

Cuando no hablas

te tragas el grito,

te lo gritas por dentro.

Te aturdes.

Todo va de extremo a extremo:

lo rojo, la ira,

los dientes crujen —

y alguno truena.

Los ojos mienten, los ojos hieren.

Pero el alma…

el alma no miente.

El alma duele.

Se cansa.

Se acuesta.

Reposa tragando un pedazo de algodón con hielo.

Refresca. Ayuda.

Se derrite.

Y explota.

Todo vuelve.

Nada cesa.

La maraña entre tus cejas regresa

y las voces susurran:

“Estás loca.”

Pero no estás loca.

Estás harta.

Estás viva.

Estás aprendiendo a no quedarte callada.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS