Tu nombre, fiesta, luz, nativitas, un acertijo.

Te amé con letras, entre líneas,

y tú me leías,

aunque tu apellido era similar al mío.

Tú, en otro idioma, leías ironías.

Nos amamos con la mirada

y con palabras escritas;

tú me veías y me leías,

cuando nadie más lo hacía.

Yo te veía:

era real, íntimo y de alegría.

Mensaje tras mensaje,

que inspiraban poesía…

nos amamos entre líneas.

Te dibujé con cada sílaba,

te describí:

así te toqué.

Con cada frase, cada letra y cada sílaba,

fue algo encantador.

No te importó que tú caminaras

entre luces y pasarelas,

posando…

Mientras yo,

solo acomodaba las sillas.

Te engancharon mis poemas,

te atrajeron mis frases, fantasías…

La distancia no importaba,

aunque existía.

Algo fascinante: tú en mi historia.

Tú,

y cómo me decías:

«el poeta».

Pero en verdad,

sólo quien hace intentos

de escribir poesía.

Entre líneas,

verdades o mentiras,

mi corazón sin hipocresía…

Y se acabó la fantasía.

Las letras siguieron,

las palabras siguen fluyendo,

y tú te fuiste a modelar

lejos de esta poesía.

El poeta sigue así: incompleto.

Sólo una sincera observación…

Entonces, el silencio.

La distancia se marcó,

importó,

y todo se difuminó.

Esa historia terminó,

grabada sólo en mi mente y corazón…

y el recuerdo,

entre líneas.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS