El trabajo como pasión: Cuando las visiones moldean nuestro camino

El trabajo como pasión: Cuando las visiones moldean nuestro camino

Hay una fuerza invisible que habita en nosotros, una que estructura nuestros actos y organiza nuestro presente: la visión. Esa imagen interna de lo que queremos ser, hacer y sentir no solo nos guía, sino que también nos da forma. Y si hay algo que he aprendido a lo largo de mi carrera —desde mis primeros pasos profesionales hasta los desafíos que enfrento hoy— es que, sin una visión clara, el esfuerzo carece de brújula.

Hace unos días, mientras reflexionaba sobre el sentido del trabajo en mi propia vida, recordé una pregunta que me persigue desde hace años: «¿Qué es realmente el trabajo para mí?» No la respuesta superficial que daría en una entrevista laboral, sino esa verdad profunda que late debajo de cada decisión profesional que tomo.

¿Qué es el trabajo para mí?

Si me lo preguntaran hoy, diría que el trabajo es:

«Estrés y satisfacción. Es agotamiento y energía renovada. Es rutina y, al mismo tiempo, descubrimiento constante. Es lo que me quita el sueño y lo que me hace saltar de la cama cada mañana.»

Pero lo más importante es esto: tengo una idea muy clara de lo que quiero que sea el trabajo para mí.

¿Cuántos de nosotros, después de años de carrera, mantenemos esa claridad? ¿O acaso la hemos perdido en el camino, reemplazándola por una lista interminable de obligaciones?

La diferencia entre «tener un trabajo» y «tener un propósito»

Recuerdo mis primeros años en el mundo laboral. Los proyectos desafiantes, las horas de dedicación, la sensación de estar construyendo algo. No era solo un empleo; era una extensión de mi propósito. Como decía Steve Jobs:

«El único modo de hacer un gran trabajo es amar lo que haces.»

Con el tiempo, mi carrera evolucionó: nuevos roles, mayores responsabilidades, aprendizajes constantes. En cada cambio, hubo quien me preguntó: «¿Por qué arriesgarse?». La respuesta siempre fue la misma: porque el trabajo debe ser un acto de creación, no de resignación.

¿Y si el trabajo fuera felicidad?

Lo que realmente quiero es:

«Quiero que cada proyecto sea un desafío que me obligue a superarme, que cada logro deje huella no solo en mi currículum sino en las personas que toco con mi trabajo. Anhelo esa mezcla extraña de fatiga y euforia que solo aparece cuando pones el alma en lo que haces.»

¡Qué distinto sería el mundo si todos nos atreviéramos a exigir eso! No hablo de un idealismo ingenuo —el esfuerzo, el cansancio y los desafíos son inevitables—, sino de elegir un camino que, a pesar de todo, nos haga sentir vivos.

Pienso en los profesionales que hoy buscan su rumbo. ¿Estamos persiguiendo seguridad… o significado? ¿Un sueldo… o aquello que nos eriza la piel?

La gran pregunta (que me hago constantemente)

Si hoy me parara frente a mi yo de 20 años y le contara cómo es mi vida laboral… ¿estaría orgulloso de lo que ve?

No es una pregunta retórica. Es un espejo que me obliga a ser honesto conmigo mismo. Porque, como escribí alguna vez:

«Todos tenemos una pasión… Yo quiero que mi trabajo sea mi pasión.»

Conclusión: El trabajo como obra de arte

El trabajo no es solo lo que hacemos para pagar las cuentas. Es el lugar donde pasamos la mayor parte de nuestras horas, donde damos lo mejor (o lo peor) de nosotros mismos. ¿Realmente queremos que sea un mal necesario?

Esta reflexión me recordó que, en algún momento, todos tuvimos ese fuego. La pregunta es: ¿lo alimentamos… o lo dejamos apagar?

Termino con una frase de Confucio que siempre me acompaña:

«Elige un trabajo que te guste, y no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida.»

O, en mis propias palabras:

«Quiero que mi trabajo me haga feliz.»

¿Y tú… qué quieres que sea el tuyo?

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