La importancia del lenguaje no verbal

La importancia del lenguaje no verbal

Laura Duarte

31/05/2025

7 tips prácticos para mejorar

En mi intento por mejorar mis habilidades sociales, me encontré con un dato que me dejó pensando: gran parte de lo que comunicamos no depende de las palabras, sino de nuestro lenguaje no verbal. Según la psicología, los gestos, posturas y expresiones faciales pueden influir más en cómo nos perciben los demás que lo que realmente decimos. Es como si tu cuerpo hablara un idioma propio, uno que las personas interpretan de forma inconsciente.

Lo interesante es que este lenguaje silencioso puede jugar a nuestro favor o en nuestra contra. Si no lo controlamos, podríamos estar enviando señales de inseguridad o desinterés sin darnos cuenta. Por eso, quiero compartir contigo 7 estrategias que estoy aprendiendo para dominar el lenguaje no verbal y mejorar nuestras interacciones.

La postura dice mucho sobre cómo nos sentimos. Las investigaciones sugieren que las “posturas abiertas” (hombros relajados, pecho ligeramente levantado, brazos descruzados) transmiten seguridad, mientras que las posturas cerradas (encorvarse, cruzar los brazos, esconder las manos) pueden hacer que parezcamos inseguros o distantes.

Ejemplo práctico: Cuando estés hablando con alguien, imagina que hay un hilo invisible que tira suavemente de tu cabeza hacia arriba. Mantén los pies firmes, separados a la altura de los hombros, y evita cruzar los brazos. Si tienes algo en las manos, sostenlo con una sola, dejando la otra libre para gesticular. Esto proyecta apertura y seguridad.

2. El contacto visual: equilibrio entre interés y comodidad

El contacto visual es clave, pero hay un equilibrio delicado. Según los estudios, mantener contacto visual alrededor del 60-70% del tiempo en una conversación comunica interés y confianza. Menos puede parecer desinterés; más, puede resultar intimidante.

Ejemplo práctico: Un truco útil es la técnica del triángulo: en vez de mirar fijamente a los ojos de la persona, alterna entre un ojo, el otro y su boca, moviéndote suavemente en forma triangular. Esto mantiene el contacto visual sin parecer agresivo. Además, recuerda romper el contacto cada cierto tiempo, mirando hacia los lados, no hacia abajo (mirar hacia abajo puede transmitir inseguridad).

3. Microexpresiones: las emociones que se escapan en milisegundos

Una de las cosas más fascinantes que he aprendido es el poder de las microexpresiones. Estas son expresiones faciales muy breves —duran entre 1/25 y 1/5 de segundo— que revelan emociones reales antes de que la persona tenga tiempo de ocultarlas conscientemente. La psicología ha demostrado que estas pequeñas señales pueden reflejar sorpresa, ira, tristeza o desagrado, aunque alguien intente disimular.

Ejemplo práctico: Cuando hables con alguien, fíjate en los cambios sutiles de su rostro, especialmente en la frente, cejas y la zona alrededor de los ojos. Por ejemplo, si mencionas un plan y notas que sus labios se aprietan rápidamente o sus cejas se juntan por un instante, podría indicar incomodidad, aunque después te diga que le parece «genial». La clave no es confrontar, sino preguntar con tacto: «¿Estás seguro? No tienes que hacerlo si no te apetece». Así, creas un espacio donde la otra persona pueda ser honesta sin sentirse presionada.

4. El uso de las manos para reforzar tu mensaje

Las investigaciones sugieren que las personas que gesticulan mientras hablan son percibidas como más carismáticas y convincentes. Los gestos ayudan a enfatizar ideas y a mantener la atención del otro, haciendo que el mensaje sea más memorable.

Ejemplo práctico: Si estás explicando algo, usa las manos para destacar puntos importantes: contar con los dedos, hacer un gesto amplio al describir algo grande, o juntar las manos suavemente al hablar de ideas concretas. Lo importante es que los movimientos sean fluidos y naturales, evitando gestos nerviosos como jugar con objetos o frotarse las manos constantemente.

5. Reflejar sutilmente el lenguaje corporal del otro

El “efecto espejo” consiste en imitar, de forma natural, los gestos, posturas o expresiones faciales de la persona con la que hablas. La psicología ha demostrado que esto genera una sensación de cercanía y afinidad porque refleja sincronía emocional.

Ejemplo práctico: Si alguien está sentado con las piernas cruzadas, puedes, tras un breve momento, cruzar las tuyas. Si hablan con un tono relajado, ajusta el tuyo. La clave está en hacerlo de forma suave y auténtica, sin copiar cada movimiento, para no parecer que estás imitando a propósito.

6. Gestionar las distancias: el espacio personal importa

La “proxémica”, o la ciencia de las distancias personales, indica que invadir el espacio de alguien puede generar incomodidad. En general, la distancia ideal para una conversación casual es de aproximadamente un brazo de distancia.

Ejemplo práctico: Si notas que alguien da un paso atrás mientras hablas, probablemente estás demasiado cerca. Ajusta la distancia según la situación: más cercana con amigos, más amplia con desconocidos. Si dudas, deja que la otra persona marque la distancia y adáptate.

7. El poder del asentimiento

Asentir levemente con la cabeza mientras alguien habla es una técnica sutil pero poderosa. Estudios demuestran que las personas que reciben estos gestos tienden a hablar más, sintiéndose escuchadas y comprendidas.

Ejemplo práctico: Mientras alguien te cuenta algo, asiente ligeramente cuando comparta un punto importante o emocional. No exageres el gesto, solo acompáñalo con una expresión facial acorde (levemente sorprendida, interesada, etc.). Esto anima a la otra persona a profundizar más, haciendo que la conversación fluya de forma natural.

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