Platón y el amor
Recientemente, he estado profundizando en las ideas de Platón, uno de los grandes pilares del pensamiento filosófico occidental. Aunque su nombre suele evocarnos imágenes de antiguos sabios griegos, envueltos en túnicas y entregados a complejas discusiones, lo cierto es que sus reflexiones siguen siendo relevantes hoy en día.
Lejos de limitarse a teorías abstractas, Platón utilizaba relatos y diálogos para explorar cuestiones fundamentales: ¿Qué es la justicia? ¿Qué significa el conocimiento? ¿Qué es el amor? Fue precisamente en este último tema donde me encontré con un concepto que todos hemos escuchado alguna vez: el «amor platónico». A menudo lo asociamos con un amor imposible o puramente emocional, pero… ¿es eso realmente lo que Platón quería transmitir?
Pues no. El «amor platónico» es bastante más profundo (y también más interesante).
En su obra «El banquete», Platón describe el amor como una especie de escalera. Todo empieza con la atracción física: ves a alguien que te gusta, y eso te despierta un deseo. Hasta aquí, nada nuevo. Pero para Platón, quedarse en esa fase era solo el primer peldaño. El siguiente paso es empezar a admirar las cualidades interiores de esa persona: su inteligencia, su bondad, su creatividad… el carácter que hay más allá de lo superficial.
A partir de ahí, el amor sigue subiendo por esa escalera: ya no amas a una persona concreta, sino que empiezas a enamorarte de la belleza misma, de las ideas, de la sabiduría. Es como si el amor te sirviera de motor para buscar algo más grande, algo eterno. El amor platónico, según Platón, no es un amor casto o inalcanzable: es un viaje, un proceso de crecimiento que te lleva desde el deseo físico hasta la búsqueda del conocimiento y la verdad.
Por eso, cuando hoy decimos «amor platónico» para hablar de alguien que nos gusta pero no podemos tener, estamos simplificando mucho su significado. Para Platón, el amor era algo que empezaba en la piel, sí, pero que aspiraba a elevarnos espiritualmente. No era una condena a amar en silencio, sino una invitación a descubrir algo más grande a través de ese sentimiento.
Así que la próxima vez que uses la expresión «amor platónico», recuerda que, según Platón, ese amor no era un callejón sin salida. Era una escalera. Y la cuestión no es quedarte en el primer peldaño, sino ver hasta dónde estás dispuesto a subir.
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