¿Es correcto mentir si salvas una vida?

¿Es correcto mentir si salvas una vida?

Laura Duarte

31/05/2025

Kant y las reglas morales

He estado explorando las ideas de Immanuel Kant, y descubrí que, aunque su lenguaje pueda ser denso, sus ideas abordan cuestiones muy prácticas y actuales.

Kant se obsesionó con una pregunta fundamental: ¿Cómo sabemos qué es lo correcto? Para él, la moral no podía depender de sentimientos pasajeros ni de consecuencias cambiantes, porque eso haría que nuestras acciones fueran inconsistentes. Así que propuso un principio que pudiera guiar nuestras decisiones de forma universal: el «imperativo categórico«. Un concepto que suena complicado, pero que en realidad tiene una base muy sencilla: actúa solo de acuerdo con aquella máxima que podrías querer que se convierta en una ley universal.

Vamos a desglosarlo. Imagina que estás en una situación donde estás tentado a mentir. Para Kant, la pregunta no es «¡¿Qué pasa si no me descubren!?» ni «¿Haré daño a alguien?». La pregunta clave es: «¿Y si todo el mundo mintiera siempre que le conviene?». Si la acción que estás pensando hacer no podría convertirse en una ley universal sin causar caos, entonces esa acción es inmoral.

Por ejemplo, si todos mintiéramos cuando nos beneficiara, la confianza dejaría de existir. Las palabras perderían su valor. Entonces, según Kant, mentir no puede ser moral porque la idea misma de la mentira depende de que, en general, la gente diga la verdad. Así que aunque mentir pueda darte una ventaja a corto plazo, a largo plazo destruye el mismo principio que hace posible la comunicación.

Lo interesante es que Kant va más allá. Para él, hacer lo correcto no depende de cómo te sientas o del resultado que esperas obtener. Si ayudas a alguien solo porque te hace sentir bien o porque esperas que te devuelvan el favor, eso no tiene verdadero valor moral. La acción sólo es moral si la haces porque crees que es tu deber, sin esperar nada a cambio. Como decía Kant, la buena voluntad es buena por sí misma, no por lo que consigue.

Esto nos deja con un dilema: ¿Cómo equilibramos el seguir principios universales con las complejidades de la vida real? Kant diría que la moral no es un juego de conveniencias. Las reglas éticas deben aplicarse siempre, sin excepciones. Si mentir está mal, está mal incluso si crees que estás protegiendo a alguien. Aquí es donde sus ideas se vuelven más desafiantes.

Por eso, la próxima vez que te enfrentes a una decisión difícil, puedes hacerte la pregunta kantiana: «¿Podría esta acción convertirse en una regla universal para todos?». Tal vez no te dé una respuesta fácil, pero sí te obligará a pensar más allá de lo inmediato y a considerar cómo tus acciones encajan en el gran entramado de la moralidad.

Kant, con su aparente rigidez, nos deja una lección clara: ser ético no es hacer lo que nos conviene, sino lo que podríamos desear que todos hicieran. Y eso, aunque a veces resulte incómodo, es lo que mantiene en pie el tejido moral de la sociedad.

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