Nuestra vida está dirigida por una cajita desatendida en nuestro interior, ¡que alguien la gestione por favor!

Me desperté con esta vívida imagen de una caja curiosa, colorida, llamativa. Sobre su lomo se lee la palabra “consciente”. A simple vista es una caja común, podría ser de zapatos o pequeños tesoros de la infancia y al abrirla, eso descubro. Un despelote revuelto de pequeñas cosas aparentemente inconexas ahí tiradas. Todas están unidas por un hilo. Me pregunto ¿para qué?
¿Para qué ese hilo?
Abrir la caja es adentrarse en un universo paralelo con vida propia. Cada una de las piecitas dentro de ella tiene un motor, una luz que la guía invisible. Está atrapada dentro de estos eventos en movimiento. Sí, es que eso es lo que no sabemos, que la caja se mueve como si tuviese vida propia. Son esos eventos del pasado que nunca atendimos (por desconocimiento, miedo, falta de herramientas), es lo oculto, la sombra, lo no visto, lo no dicho.
Esos objetos son la representación de todos los eventos de una vida que no atendimos, son los pendientes que tenemos con ella. Y es que en este mundo todo tiene un orden y un caos, son dos polaridades. El desorden o el caos nos viene natural. Lo que no sabemos elaborar lo guardamos ahi, cerramos la caja y ‘san se acabó’, O eso creemos. La verdad es que no. Ahí queda guardado hasta que esa caja se cae al suelo y algunas de las piezas en su interior salen a la luz. Son aquellas cosas en nuestra vida que no se han resuelto por no tener las herramientas o recursos para atenderlos.
Desde ahí obramos en nuestra vida. No tenemos idea por qué decimos las cosas que decimos, por qué comemos como comemos, por qué tengo esas pequeñas formas odiosas de tratarme, o esas manías de comportamiento. Todos tenemos esa gran caja de pandora en nuestro interior que guarda nuestros deseos infantiles, talentos y habilidades, recuerdos agradables y desagradables. Aquellos secretos con tu prima, cuánto te gustaba aquel chico del cole, lo que te contaba tu abuela con la coletilla de “no se lo cuentes a tu mamá”, ese grito de tu madre “ni se te ocurra”, y tantas cosas más. Cada quien tiene las suyas.
Pero cada uno de esos hechos nos construye. Nos ha hecho quienes somos y sólo conociendo lo que hay dentro de esa caja lo podemos liberar y sanar para poder avanzar en la vida con fuerza.
Cuenta la mitología griega que Pandora era un recipiente perteneciente a la diosa del mismo nombre. Pandora era la mujer de Epimeteo, hermano de Prometeo (el Dios que entregó el fuego a los mortales y quien fue castigado por Zeus a partir de ello presentándole a su hermano a esta mujer). Pandora, al casarse con Epimeteo recibió como regalo de boda, una vasija (pithos) con instrucciones de no ser abierta bajo ninguna circunstancia. No obstante, su curiosidad pudo con ella y entonces escaparon todo los males del mundo. Cuando la cerró, en su fondo no quedaba más que el ¿mejor? o ¿peor? de todos los males: el espíritu de la esperanza. De ahí la conocida frase: “la esperanza es lo último que se pierde”.
Dentro de esa caja o vasija que habita en nuestro interior no sólo hay males que hemos ocultado por no ser aceptados socialmente, por ser reprobatorios de nuestros amigos o familiares, sino también por nosotros mismos. Es ese lado oculto al que no le hemos prestado atención, al que hemos desatendido, ignorado, castigado. Ese ese el lado que sale a la luz ante la dificultad, la ansiedad, el dolor, la impaciencia, el desespero, el desamor.
A menos que de a poco nos demos la oportunidad de abrir esa caja y volcar su contenido para poder escudriñar lo que hay dentro, no sabremos por qué hacemos lo que hacemos. ¿Para qué lo hacemos? para sanar y que salga a la luz el interior de esa caja. Y mientras no la abramos su interior dirije nuestra vida. Es la respuesta a ese “no sé por qué yo intento dormirme todos los días a la misma hora y no lo logro”. “Es que mira que intento comer sano y siempre vuelvo a sabotearme”. “Siempre atraigo al mismo tipo de parejas a mi vida”. Ya. Es que no es tu parte consciente la que rige tu vida, sino tu parte insconsciente.
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