Con qué alimentás tu mente?

Con qué alimentás tu mente?

Laura Duarte

29/05/2025

Hoy más que nunca, cuando todo parece diseñado para sobreestimularnos, tener la responsabilidad con uno mismo de elegir con qué alimentamos nuestra mente es un acto de amor propio.

De chica solía mirar muuuuchas pelis. Supongo que era mi manera de evadir la realidad adolescente, de enterarme de cosas que no sabía (aunque muchas veces las películas te muestran cosas que, hoy en día, preferiría no haber visto). Porque una imagen es casi imposible de sacar de la cabeza. Una vez que entra por la retina, borrarla es difícil.

Diferente es la imaginación.
Siempre digo que hay una diferencia enorme entre leer algo y luego imaginarlo, a verlo literalmente en una pantalla.

Pongamos el ejemplo de los libros que después se hacen película.
Si leías los libros de Harry Potter, cuando la autora describe las cosas te da lugar a la imaginación. En cambio, cuando la película te muestra eso mismo, ya está digerido por el director. No te deja espacio para imaginar que el cuarto estaba pintado de bordo, como lo veías en tu mente, porque en la película está pintado de rojo ketchup… y no hay forma de cambiarlo: te lo están mostrando así.

Esta es una de las razones por la cual agradezco no haber tenido televisión de chica en casa. Mis papás no querían criarnos con tele, así que el único momento en que teníamos acceso era cuando íbamos a lo de nuestros abuelos o a la casa de alguna amiguita.

Como no podíamos entretenernos con eso, con mi hermana teníamos que encontrar la diversión en otro lado.
Primero venía el aburrimiento (algo que hoy creo que es MUY bueno) y de ahí surgía la imaginación para inventar una forma de jugar.

De chiquita nos veías en el jardín jugando en mundos inventados, con personas imaginarias. Porque había que crear algo.
Nuestra mayor diversión eran los libros, donde podíamos fantasear con universos mágicos.

Creo que es muy importante tener ese espacio: donde la mente pueda crear algo desde cero, y entretenerse con eso, en vez de que ya te lo den todo creado, (como pasa cuando miras algo en la pantalla).

Con mi hermana siempre decimos que una de las razones por las que hoy encontramos inspiración en CUALQUIER cosa viene de ahí. De cuando éramos chicas. Nuestro cerebro fue entrenado así.

Por eso, hoy en día, después de haber pasado por una etapa adolescente en la que miraba demasiadas películas y series en la compu, elijo disminuir mi consumo. Especialmente de todo lo que atente contra mi sistema nervioso. Elijo entretenerme con cosas que eleven mi energía y no que me la bajen.

Ya no miro películas ni series de terror, suspenso o crímenes.
Muchas veces se trata de imágenes o temas muy pesados, morbosos. Hoy entiendo que no me suman en nada. De hecho, me estresan, me angustian y me generan un “trauma” leve.

Cuando era más chica, si veía una película de terror, después no podía dormir por días. A la noche me quedaba con un estrés enoooorme.
Y todavía lo creo: todo lo que miramos queda almacenado, en algún rincón de nuestro cerebro. Hay muchas imágenes que vi en películas que no las puedo borrar, especialmente porque nadie me aviso que venia cierta imagen o lo que iba a pasar.

Para cerrar esta reflexión, quiero reforzar la idea de lo importante que es ser consciente de lo que consumimos.
Cuestionarnos cómo nos sentimos después de ver algo.
Cómo queda nuestro cuerpo. Nuestro sistema nervioso.

Conozco el caso de muchas personas —especialmente más grandes— que se la pasan mirando noticias, películas de crimen, de terror, y después terminan siendo las personas más paranoicas. Miedos irracionales aparecen, y su vida se vuelve puro pesimismo.
Pero no saben que sus hábitos —lo que miran, lo que escuchan, lo que consumen— determinan gran parte de cómo va a estar su salud mental.

Hoy más que nunca, cuando todo parece diseñado para sobreestimularnos, tener la responsabilidad con uno mismo de elegir con qué alimentamos nuestra mente es un acto de amor propio.
Todo lo que consumimos tiene un poder enorme. Aunque no nos demos cuenta al instante.
Por eso, lo que mires, escuches y leas que sea también un lugar donde puedas habitarte con calma.

No se trata de negar la realidad ni de vivir en una burbuja, sino de aprender a proteger tu energía y sistema nervioso.

Una vez que dejamos un poco de lado las pantallas, florece la creatividad. Esto es un hecho!

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