Ser bonita siempre basta

Ser bonita siempre basta

Laura Duarte

28/05/2025

Cuando ser bella te da licencia para ser idiota

Cuando era chica no me destacaba precisamente por mi belleza. Era callada, nerviosa y taciturna. La idea de hablar con chicos de mi edad me despertaba pánico y prefería rodearme de otras chicas. Las chicas a veces eran malas, pero su maldad me resultaba comprensible, racionalizable. Los varones, en cambio, me resultaban obtusos y ridículos en su chatez. Hacían ruidos de chancho en clase. Llenaban botellitas de Villavicencio con meo, agujereaban las tapas y nos roceaban por sorpresa en el recreo. Así y todo, yo no podía contener mi deseo irrefrenable de que (¡por favor, Dios!) alguno me mirara dos veces. La mera ilusión de que un chico me eligiera era suficiente para dejarme en un coma monotemático que podía llegar a durar semanas. En la realidad, claro, eso nunca sucedía. Yo, mientras tanto, me hundía en una amargura ansiosa que se me acumulaba en los bolsillos del uniforme.

Me contentaba con mi refugio clásico, el que nos repetíamos todas las chicas de mis sucesivos grupos de amigas (porque siempre fui parte del mismo arquetipo de grupo, sin importar el colegio al que me terminaran cambiando): “a nosotras no nos dan bola porque somos demasiado inteligentes.” Nos hundíamos en una teoría conspiranoica proto femcel, convencidas de que un varón tarado nunca eligiría a una chica que lo humillara intelectualmente. En cambio, preferiría quedarse con las chicas bonitas, bronceadas, rubias, carismáticas y, por qué no de paso, también taradas. Pick me, not like other girls, misoginia internalizada, etcétera, etcétera. Ya confesé todas esas faltas reconociéndome en varios video essays de YouTube.

No se impacienten, ya pagué por todos esos años de insulto y desprecio a mis compañeras. Y lo hice porque un buen día (obviando los pormenores) amanecí y ya no era fea.

Sin darme cuenta fui reconociendo lo fácil que es quedarse en lugares comunes cuando tu deuda social ya está saldada con tu cara y tu cuerpo. Fruto de esa conformidad, hace varios años que mi psiquis está totalmente tomada por una complacencia que me asusta. Me encuentro cada vez más hundida en una pereza mental babosa e inerte. No ejercito mi juicio y juego la carta de imbécil cuando me conviene. Mis antepasadas (feministas de la primera ola) probablemente se retuercen en sus tumbas viéndome desperdiciar todas mis facultades en pos de escapar de mis proyectos para discutir sobre chabones lindos, colores de uñas y demás pelotudeces.

Con esto no me malentiendan: no digo que todas las conversaciones tengan que versar sobre Los Grandes Temas Universales. Pero sí digo que hoy por hoy no estoy conforme con el estado de mi curiosidad intelectual, y estoy bastante segura de que su declive está correlacionado con este problema. Quizás tenga que ver con todas los deseos frustrados que mi yo de trece años nunca pudo concretar por causa de mi (también, en algún punto, autopercibida) fealdad. Subrayemos eso y sigamos. Mi psicóloga se encargará de atar los cabos.

En definitiva, poco de mi perspectiva pibecéntrica cambió desde que tenía trece años. Por aquella época, moría por que un chico me deseara y encontraba consuelo repitiéndome a mí misma que el problema era mi intelecto desproporcionado. Ahora, llegué a una simplificación tal que ya no me importa dormirme sobre mi propia llanura mental. Total, ¿qué chabón va a fijarse en mí más allá de cómo me veo? Ser bonita siempre basta. O al menos de eso me fui convenciendo. Eso también fui consumiendo, reposteando, compartiendo en formato meme con mis amigas.

Hace poco vi dos posts que me hicieron pensar mucho. No, no son artículos académicos ni de opinión (¡no siempre una puede andar performando de mujer brillante y moderna, che!), pero me ayudaron a sintetizar y despotricar todo este nudo acá. Me parece que describen muy bien la nueva corriente online en la que ser mujer, de hecho, se trata sobre ser una niña. Ser una niña sin criterio, sin espíritu crítico, sin curiosidad, sin gustos claros más que por las cositas que brillan y se ven bien en mi feed y van con mi aesthetic y combinan con mi outfit.

El primer post es de Petra (recomiendo mucho su Substack). Me hizo pensar mucho sobre la estética de celebración del aniñamiento como producto de un cinismo consumista muy venenoso:

hablapetraA post shared by @hablapetra

El segundo post es de Mina Le (recomiendo mucho su canal de YouTube) y me ayudó a ver que esa supuesta celebración de lo que nos “hace mujeres” no es más que sumisión reempaquetada:

Mina LeMar 14

Sometimes I think the response “this is girlhood ✨” is just cuteifying our shared misogynistic experience, making us into passive participants of some untethered phenomenon, when really the more assertive/truer statement is “I was socialized like this too.”

4,52519418

Así como ahora solo puedo estar convencida de que “lo que pasa es que solo soy una chica” (🎀), cuando tenía trece solo podía contentarme con el “lo que pasa es que soy inteligente.” Pero, ¿qué mierda significa ser inteligente?

Hace meses que le doy vuelta al asunto. Después haberme dado varios tropezones a lo largo de mis intentos de vida académica, profesional y personal, soy incapaz de definirme a mí misma como tal. Cuando intento responder a la pregunta de qué es la inteligencia siempre llego a teorías tautológicas o panópticas, formuladas en base a termómetros de snobismo y erudición. Una persona inteligente es quien lee X, quien sabe hacer X, quien escribe X, quien postea X, quien publica en X, quien da charlas en X, quien se recibe de X, quien trabaja en X. Una persona inteligente es quien es observada y admirada y reconocida como tal por X, Y y Z.

Hace poco creí haber superado la male gaze que hoy está en boca de todas y todos. Me había dicho a mí misma que prefería medirme por el respeto de otras mujeres que por la admiración del arquetipo de flaco al que toda piba (heterosexual) siempre busca complacer aún contra su propio buen juicio. Pero asumiendo esa postura también había caido en el mismo maldito reduccionismo de mi adolescencia. Pibes y pibas son agua y aceite: ellos rocían pis en el pasillo mientras nosotras leemos Los Juegos del Hambre en el aula. La la revistita TKM o el post de Tumblr o el carrousel de Instagram te va destilar todas las razones por las que nunca vamos a ponernos de acuerdo. ¡Pero cómo nos buscamos, cómo nos gustamos, qué misterio, qué bárbaro!

Con todo este descargo no pretendo dar una diatriba académica, ni exacta, ni total. De igual manera, tampoco quiero que esta atajada se interprete como un “¡No me persigan! Tan solo soy sola una nena de 25 años.” Soy consciente de que hay mil mambos (viejos y actuales) que manchan mi tintero y truncan mi perspectiva. Necesito saber qué piensan otras personas. Necesito salir de mi propia simplificación. Necesito escapar de este corral de mediocridad en el que mi valor se mide entre los ejes inteligencia / belleza. Necesito dejar de portarme como mi yo de trece años.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS