La lujuria de estar inspirado

La lujuria de estar inspirado

Laura Duarte

28/05/2025

«Es como tener sexo tántrico con las ideas y no dejarlas nacer, porque sabes en cualquier momento podrían morir».

Cuanto menos escribo más ganas tengo de escribir. Hasta cuál es el método que uso para elegir la comida de un menú de restaurante me resulta atractivo a la hora de hacer de una idea una bola de nieve, una que se transforme de manera inesperada en una mezcla entre relato y pasatiempos, con toques de anécdota y pensamiento pasajero. Pero cuanto menos escribo y más atractiva es la idea de escribir, más me cuesta ponerme a hacerlo. Porque parece que cuando tomo en mano las armas necesarias toda lucidez desaparece.

Eso me hace recordar un tweet propio del año pasado, donde creo que expreso bastante bien qué es lo que sucede, el por qué de frenar, o no dejar que el acto de amor se lleve a cabo. Es como una necesidad de hacer que la bola de nieve no sea sobre una idea en sí, sino una bola enorme de placer cerebral, un momento de deleite por la mente misma, de aplausos internos; de estirar el chicle lo máximo posible, para revolcarse 100 veces en esa bruma invisible de gozo que explota una y otra vez, cada vez que fijas los pensamientos en ella; es como tener sexo tántrico con las ideas y no dejarlas nacer, porque sabes en cualquier momento podrían morir. Es muy simple: si no comienzo a hacerla crecer siempre puedo observarla a punto de florecer, y la idea, de esta forma, se antoja infinita. Alcanzable en cualquier momento, siempre al pie de la ventana esperando a que le eches de comer -como las palomas- pero sobre todo inmortal.

El anterior es un placer que también encuentro, por ejemplo, en tener siempre al lado o a mano un boli y un papel, aunque no escriba nada, para poder hacer garabatos, o recoger las palabras que voy escuchando en canciones o a la gente que pasa y que me suenan bonito; de esas palabras suelen surgir oraciones cortas con gracia que nunca se sabe qué llegarán a ser de mayores. O porque el simple hecho de mover la mano sobre el papel puede llegar a ser un tipo de calentamiento, de entrenamiento. No sé. Pero a veces tengo ganas de escribir sólo por usar el bolígrafo, porque eso también me produce un gustirrinín especial.

Que… a propósito… justo hoy vi un vídeo por ahí donde una chica mencionaba que escribía bien dependiendo del bolígrafo que usaba. Es decir: que su letra podía variar si usaba uno u otro. No sé si esto le pasa a más gente -seguro que sí, a ver…- porque nunca se lo he escuchado a nadie que no fuera a mí misma, en mis pensamientos. Porque, además de que opine lo mismo y me sienta identificada, me pasa que con bolígrafo no sé escribir en cursiva y en minúscula, pero con lápiz sí. Y no sé escribir con los dedos bien posicionados con todos los bolis/ lápices -siempre he escrito con los dedos puestos fatal-, hay uno concreto con el que sí, porque, en este caso, depende de su textura y gordura que me sienta cómoda para cogerlo correctamente; texturas, ruidos, formas, roces contra el papel… cosas de raritos donde todo el mundo ve un tubo con tinta o mina y ya.

Pero es que lo de los bolis es otro de esos placeres, y a quien le guste la papelería me entenderá. También comprenderá esa fuerza propia de un jedi que tenemos que hacer para no comprar algo cada vez que entramos hasta en la más simplona tienda de fotocopias, o algo así. Porque ayer me di cuenta de una cosa, y le comentaba a P. que cada vez que entro en Carlín se me hace muy complicado no llevarme nada por el simple hecho de que manche o sea de colorinchis. “Es insoportable” -gritó mi cartera mientras me señalaba con el dedo lleno de sangre-.

Little Women (Greta Gerwig, 2019)

Las cosas que hacemos o creamos van siempre -en más o menos medida- sobre nosotros aún cuando no lo son; pasa cuando hablas mal de una persona, pues posiblemente cuente más de ti que de ella, o cuando escribes sobre alguien, ya que, aunque el protagonista no seas tú, seguramente estés mostrando tus sentimientos hacia ella y de esta forma hablando de la manera que tienes de sentir o expresar lo que llevas dentro.

Esta foto habla de mí aún cuando yo no estoy en ella. Pero sale gente que quiero, y eso es parte de mí.

J., P. y P. desde mi posición en el sofá, después de que viésemos Elvis (Baz Luhrmann, 2022)

Gracias por leer.
Y por si no nos vemos, buenos días, buenas tardes y buenas noches.

Truman es un hombre libre / El Show de Truman (Peter Weir, 1998)

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