La única acumulación que vale la pena.

La única acumulación que vale la pena.

Laura Duarte

28/05/2025

Sobre los proyectos que nos dicen cosas sobre nosotros mismos.

Desde que tenía 14 años (y ya han pasado muchos años) he estado navegando entre dos extremos: el minimalismo y el consumismo. Al principio, me obsesioné con el minimalismo. Leí El arte de la vida minimalista en pandemia y me encantó la idea de vivir con menos, de soltar esa necesidad constante de tener más. Me quedó dando vueltas una frase: cuando te deshaces de lo innecesario, solo queda lo verdaderamente importante.

Adopté el estilo a fondo. Practiqué el minimalismo digital: controlaba cuántas horas pasaba en el celular, cuántas fotos tenía en mi galería, cuántas cosas acumulaba sin sentido. Tenía una habitación diminuta, así que todo lo que guardaba debía ser indispensable. Si no era esencial, no entraba.

Pero luego entré a trabajar en una agencia de publicidad. Y sí, creo que el entorno te moldea. Volví a instalar Instagram, esta vez para seguir tendencias, entender al mercado. Aun así, desactivé los likes para no caer en comparaciones (y hoy, sin darme cuenta, aún lo tengo así).

Y ahí vino el cambio: me volví consumista. Lo opuesto. Irónico, porque entendía y usaba, los mismos trucos publicitarios que me vendían cosas… y aun así caía. Empecé a desear más. A comprar más. A sentir que necesitaba más.

Estos últimos dos años han sido una mezcla de ambos mundos. Aprendí que hay cosas que sí vale la pena no tener, porque solo cuando dejas espacio mental, físico o emocional puede llegar lo que realmente importa.

Hay una parte del libro que nunca olvidé. Contaba la historia de una señora que no podía deshacerse de sus diarios. Decía que era triste tener que cargar con todos sus años de historia. Y por un momento pensé en botar los míos. No fui capaz. Afortunadamente.

Porque ahí entendí que no todo lo que se acumula es malo.

Hay cosas que vale la pena guardar.

Yo, por ejemplo, creo que lo más valioso que he acumulado son todas las versiones de mí misma:

• El fanfic de Rojo, Blanco y Sangre Azul que escribí a los 17 y subí a Wattpad

• El Poemario que inventé a los 12

• Mis podcasts, esas entrevistas sobre no saber qué estudiar que grabé el año pasado

  • Mi primer libro, No sé qué estudiar
  • Los artículos de Substack que me hacen sentir que hay gente a la que le importa lo que escribo:

– Ante el suicidio solo queda aferrarse a algo de adentro no de afuera.

– Cosas de los milennials que me incomodan

– El primer viaje solo, te hace más fácil el resto de la vida

– ¿Cuándo deja de ser una mala racha para ser una vida de mierda?

• Mis cuadernos, journals, libros; páginas y pensamientos organizados por años, por momentos, por contextos.

• La novela inconclusa que duerme en mi drive, las escenas sueltas que me convencen de que de pronto tengo algo que decir

Eso es lo que más atesoro: lo que me recuerda quién he sido, qué pensaba, qué me dolía, qué me movía. Por eso, si estás leyendo esto, te lo digo: escribe. Habla. Súbelo a la nube. Todo eso es una huella. Un mapa. Son tus propias migas de pan. Para que, cuando te sientas perdido, sepas cómo volver.

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