Una reflexión sobre el verso libre
La poesía no tiene por qué ser hermosa. Solo tiene que ser verdadera. Anne Carson
Cada vez es más común leer poemas que no riman, que no siguen una métrica clara, que están escritos en minúsculas y parecen más una conversación que una obra literaria en el sentido tradicional. ¿Lo has notado? No es un descuido, es una elección. Y tiene sentido
Durante siglos, la poesía fue entendida como un arte formal. Había reglas, estructuras, exigencias. Un poema era, entre otras cosas, una muestra de habilidad técnica. Saber rimar bien era parte del prestigio. Pero algo cambió, sobre todo en el último siglo. La poesía contemporánea ya no está tan interesada en demostrar que sabe rimar. Está más interesada en decir lo que necesita decir.
Una razón importante es que muchos poetas actuales no quieren escribir desde el artificio. Prefieren escribir desde la experiencia. La rima, aunque puede ser muy poderosa, también puede sentirse como un límite. Puede obligarte a elegir una palabra que no querías, solo porque «encaja». Entonces hay quien prefiere prescindir de ella para no traicionar lo que verdaderamente quiere decir.
La poeta uruguaya Idea Vilariño, por ejemplo, escribió muchos de sus poemas más intensos sin rima ni puntuación elaborada. Su poesía es directa, sobria, muchas veces desgarradora. Y funciona precisamente por su claridad. Lo mismo pasa con autoras como Alejandra Pizarnik, Anne Carson o incluso Gloria Fuertes en sus momentos más sinceros. Cada una, a su manera, usó el verso libre como forma de romper con lo que se esperaba de ellas.
También cambió la relación entre la poesía y el lector. Hoy muchas personas encuentran los poemas en redes sociales, en imágenes compartidas, en libros que se venden como diarios íntimos. No buscan formas perfectas, buscan reconocimiento. Un poema que dice lo que yo siento vale más que un poema que suena bien pero no me dice nada.
¿No te pasa que a veces algo desordenado, algo que no busca sonar perfecto, te sacude más fuerte? Como si por no intentar ser bello, lo fuera de otro modo. Como si se acercara más a lo que uno realmente siente. Un ejemplo hermoso es este poema de la escritora Abril Rufino:

No hay rima, no hay puntuación clásica. Y sin embargo, hay un ritmo interno que lo sostiene.
Además, hay algo que a veces se nos olvida mencionar: el lenguaje también es una cuestión de acceso. Durante mucho tiempo, la poesía «seria» fue escrita por hombres con formación académica. La forma era un filtro. Quienes no sabían usarla quedaban fuera. Hoy, muchas voces que antes no tenían espacio escriben como pueden y como quieren. Y eso cambia todo. La rima ya no es sinónimo de calidad, lo importante es la voz.
No es que la rima esté mal, al contrario (incluso una de mis poetas favoritas es Alfonsina Storni). Hay poemas con rima que me encantan, que admiro profundamente. De hecho, durante mucho tiempo no entendía este cambio. Me parecía que algo se perdía; pero ahora lo entiendo. Ahora me gusta más. Hay algo en esta libertad poética que me habla más directo. La poesía cambia y nosotros también tenemos que aprender a leerla desde otros lugares.
Ahora no puedo dejar de preguntarme cómo será la poesía en cien años.
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