Reflexiones sobre por qué los fines de semana la vida se vive y se saborea más.
Escribo esto un sábado por la mañana luego de haber dormido profundamente toda la noche y despertado sin alarma. Después de haber disfrutado de un desayuno delicioso con mi amor, que por supuesto incluyó una torre de pancakes. Después de haber hecho una sobremesa larga, sin apuro y sin interrupciones.
No tengo planes, no tengo horario, mi cuerpo respira, agradece, se siente en paz, y ese sentimiento dentro de mí me lleva a una única conclusión: los fines de semana la vida se vive y se saborea más.
Pero, ¿por qué pasa esto únicamente los fines de semana?
En la semana puede significarnos todo un reto bajar la velocidad. Hay demasiado ruido, lista de pendientes, compromisos. Pareciera que las horas no fueran suficientes. Vamos como autómatas, resolviendo cosas y haciendo check a todas esas tareas que le dan sentido a esa idea de éxito y productividad que tenemos en la cabeza.
Cuando llega el fin de semana todo cambia. Nos encontramos de frente con un rayito de luz que no es más que la posibilidad de pausar. Esa pausa que nuestro cuerpo nos estaba pidiendo a gritos, con desesperación.
Los fines de semana tienen ese sabor especial que sin esfuerzo nos invita a parar, a estar presentes, a disfrutar de esos placeres que están siempre disponibles para nosotros pero que en esa carrera constante, desgastante y agotadora, simplemente no vemos y pasamos por alto.
No es casualidad que los fines de semana el desayuno sepa mejor, o el olor del café sea más intenso, o la esquina del sofá se sienta más cómoda, o que escuchemos con mayor claridad el canto de los pajaritos.
Es el mismo desayuno, el mismo café, la misma esquina del sofá y los mismos pájaros de cada mañana, solo que en la semana activamos el piloto automático, ese que nos quita la posibilidad de conectar y de apreciar el detalle.
La buena noticia es que todos tenemos un superpoder: el superpoder de elegir.
Podemos elegir estar presentes. Podemos elegir pausar e incluso parar por completo. Podemos elegir desactivar el piloto automático. Podemos elegir ver a nuestro alrededor y conectar con lo que nos rodea. Podemos elegir apreciar el detalle.
Podemos elegir.
No solo los fines de semana, todos los días.
Ahora bien, es muy posible que te estés preguntando: ¿cómo puedo hacerlo?, ¿cómo desactivo el piloto automático?, ¿cómo estoy más presente en mi día a día?
Y es que son preguntas más que válidas. Estamos acostumbrados a correr, no a pausar.
La pausa se siente extraña, desconocida, utópica, a veces hasta incómoda. En muchos casos nos genera culpa, pero cuando elegimos vivirla —así sea por ratitos— de lo único que nos arrepentimos es de no haber empezado antes.
Empecemos de a poquito
Para eso, te comparto 4 actividades que pueden servirte de inspiración para ponerlas en práctica:
- Ejercicios de respiración:
- busca un lugar tranquilo, donde puedas estar en silencio.
- ponte en una posición cómoda y cierra los ojos (o déjalos abiertos, lo que se sienta mejor para ti).
- concéntrate en tu respiración, en el movimiento de tu pecho y de tu estómago al inhalar y al exhalar. Siente cómo entra y sale el aire de tu cuerpo, el sonido que hace, su temperatura y cada detalle que puedas percibir.
Respirar profunda y conscientemente nos ayuda a calmar la mente, a conectar con nosotros mismos, a enfocarnos en el momento presente y a mejorar nuestra salud en general, tanto física como mental.

- Disfruta tus comidas:
Involúcrate con cada paso del proceso. Desde que empiezas a cocinar hasta que te sientas a la mesa a disfrutar de esa preparación. El aspecto de los alimentos, sus aromas y texturas, el sonido que hacen al tocar la sartén caliente, el color de las especias que utilizas para condimentar.
Come despacio, sin distracciones, atenta y conscientemente. Mastica lento, saborea cada bocado.
Estar presentes durante todo el proceso de la comida, desde su preparación hasta su degustación, va a hacer que el momento de comer tenga mayor sentido para ti. No se trata de comer por comer. La idea es construir una relación distinta con la comida. Que sintamos amor y gratitud por esos alimentos que nos nutren y nos llenan de vida.

- Contacto con la naturaleza:
- sal a caminar un rato, ve a la playa, sube la montaña, sal al patio de tu casa o a la planta baja de tu edificio. Lo que sea que funcione para ti.
- estando allí, permítete sentir: escucha el canto de los pájaros, el sonido de los árboles moviéndose con la brisa, las olas del mar, la temperatura del sol en tu piel, etc.
Unos minutos en la naturaleza son suficientes para llenarnos de paz y tranquilidad, y conectarnos con toda la belleza que nos rodea.

- Escanea tu cuerpo:
- busca un lugar tranquilo, donde puedas estar en silencio.
- ponte en una posición cómoda (acostado o sentado) y cierra los ojos.
- lleva tu atención hacia tu cabeza y empieza a identificar cualquier sensación física que esté presente, luego baja hacia tu cara, cuello, hombros y así sucesivamente con cada parte de tu cuerpo.
Esta es una de mis prácticas favoritas cuando medito. Es una muy buena forma de estar presente y conectado con tu cuerpo y de identificar cualquier sensación física o emoción que puedas estar sintiendo en ese momento.
Tengo mucho tiempo usando la app de Insight Timer para meditar, hacer ejercicios de respiración, de escaneo corporal y escuchar música relajante antes de dormir. Me ha ido de maravilla con ella, así que te la recomiendo mil por ciento.

¡Que tengas un fin de semana —y una semana— llena de presencia!
Si llegaste hasta aquí: ¡gracias por leer! Y si conectaste con algo de lo que leíste, te invito a quedarte para que juntos sigamos nutriendo este espacio y viviendo la vida lenta.
Con amor,
Lau.
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