¿Estamos conectados o solo en línea?

¿Estamos conectados o solo en línea?

Laura Duarte

25/05/2025

Una reflexión sobre cómo aunque las redes sociales prometen acercarnos más, su uso desproporcionado nos aleja en la vida real.

Hace unas semanas esta pregunta comenzó a rondar en mi cabeza. Durante mi caminata diaria iba observando a las personas en la sala de sus casas: niños jugando, personas haciendo aseo, estudiando, viendo televisión, etc. Pero una familia en específico capturó mi atención. Estaban sentados, algunos en el sofá y otros en mecedoras, completamente absortos en su pequeño mundo virtual, sin siquiera mirarse o dirigirse la palabra un segundo. Al día siguiente, el panorama fue el mismo. Todos los días en que pasé a esa hora, vi la misma situación. Eso me entristeció. Al mismo tiempo me hizo pensar que la realidad de mi propia casa no era muy diferente de aquella familia.

Es cierto que la forma en que nos comunicamos e interactuamos con otras personas ha cambiado significativamente con el correr de los años. El internet ha hecho que podamos hablar con cualquier persona, sin importar su ubicación, en cuestión de segundos. La comunicación instantánea está a la orden del día, pero ¿acaso la capacidad de interactuar con cualquier persona en el mundo nos distancia de quienes nos rodean?

En mi casa hablamos muy poco, cada uno está en su propio mundo. Mi hermana es adolescente, por lo que siempre está en su celular hablando mucho con sus amigos y poco a nosotros. Mi papá trabaja gran parte del día, yo me ocupo con la universidad y mi mamá, cuando no sale a visitar a mis tías, está ensimismada en su celular viendo videos en Facebook. Ni siquiera almorzamos juntos, ni a la misma hora. A veces siento como si no fuéramos una familia, es como si simplemente viviéramos juntos porque compartimos esta casa. Como si todos fuésemos huéspedes, pero cada uno viviendo en su propia soledad. Esto no se limita a mi familia, seguramente pasa en muchos hogares.

Fuera de este terreno, algo que he observado y que me molesta es la adicción a los celulares que tienen mis amigos. Piénsalo: ¿Cuántas veces has salido a cenar con tu mejor amigo y, mientras hablabas de las últimas noticias de tu vida, tu amigo estaba hablando simultáneamente con otros cuatro amigos? Es como si hablara sola, no me escuchan realmente. Es molesto ir caminando y sentir cómo sacan su teléfono todo el tiempo, al comer, al cruzar la calle, al conducir… Me preocupa el nivel de adicción que tienen muchas personas a las redes sociales, tanto que no son capaces de sostener una conversación completa sin sacar un momento el celular y scrollear en Instagram. Estoy aquí, sentada a tu lado, dispuesta a hablar un rato y, si quieres, cuando se nos acabe el tema, podemos revisar nuestros celulares. ¿No es suficiente? Es frustrante, a mis amigos en línea no puedo atraparlos con mis dedos, a mis amigos en la vida real, no puedo atraparlos con mis palabras. No hay punto medio.


Las redes sociales consumen tanto tiempo de nuestras vidas que perdemos demasiado tiempo viendo fragmentos artificiales de la vida de otras personas, en lugar de salir y vivir momentos reales con personas que realmente nos quieren y se preocupan por nosotros.

¿Cómo puede ser, como dice Enio, “vivible” una vida que no descansa en la mutua benevolencia de un amigo? ¿Qué más dulce que tener con quien te atrevas a hablar todas las cosas así como contigo? ¿Qué fruto tan grande habría en las cosas prósperas, si no tuvieras quien se alegrara con ellas igual que tú mismo?
— Marco Tulio Cicerón.

Ahora mismo, una persona está pasando todo su día en TikTok, cuando podría estar aprendiendo a tocar guitarra o a pintar o a desarrollar cualquier habilidad que tal vez algún día le sea de utilidad, o que le haga feliz, una actividad con la que genere dopamina de una manera sana. Porque sí, TikTok nos hace felices con su recompensa instantánea de dopamina y puede engancharnos fácilmente debido a esto. No obstante, también podemos ser felices sin necesidad de pasar dos horas ahí. Podemos pasar quince minutos en redes y el resto viviendo nuestra vida. El pasar tanto tiempo en redes me hace pensar en una gráfica de pastel en la cual la porción más grande está el tiempo que he invertido en ver y guardar videos que nunca más volveré a ver, y la porción más pequeña contiene todos aquellos momentos en los que he vivido mi vida como realmente me gustaría. Pero siempre termino posponiendo esa vida a la que aspiro, como si tuviera un tiempo ilimitado, como si no pudiera morir mañana, y cuando muera, nunca habré hecho nada de lo que quise. Es como aquella frase de «El cielo protector»:

“Debido a que no sabemos cuándo moriremos, pensamos en la vida como un pozo inagotable. Sin embargo, todo pasa sólo un cierto número de veces y, en realidad, muy pocas. ¿Cuántas veces más recordarás una tarde de la niñez, una tarde que se volvió una parte tan profunda de tu ser, que no concibes la vida sin ella? Tal vez cuatro o cinco veces más. Tal vez ni siquiera eso. ¿Cuántas veces más verás salir la luna llena? Tal vez veinte. Sin embargo, todo parece ilimitado.” 
—  Paul Bowles, 1949.

No me malentiendan, las redes sociales no son malas. ¿Qué tan malo puede ser poder hablar con alguien que vive en otro país o conocer gente desde la comodidad de tu casa? El problema no es el medio, sino el uso. Ya sabes lo que dicen: «la diferencia entre la medicina y el veneno es la dosis». Depende de ti cuánto tiempo pasas en las redes sociales y cuánto tiempo pasas conectando fuera de ellas. A mí también me gusta ver contenido en redes sociales, observar la vida de otros, inspirarme, y pasar el rato. No creo que esto sea malo. Creo que simplemente escribo esto porque me gustaría que más personas se dieran cuenta de lo triste que se ve desde la perspectiva de la persona que pasa observando familias que no se hablan. Una conexión real vale mucho más que miles de likes en Instagram. Sí, usa las redes, pero si sales con tus amigos, intenta concentrarte en escucharlos y tener una conversación fluida. Tu amigo te lo agradecerá mucho y estarán conectados de verdad. Y lo más importante, habla con tu familia. El tiempo vuela, y cuando las personas que amas se van, te arrepentirás de no haberles demostrado lo suficiente de cuánto te importan. Tan solo un “¿qué tal tu día?”, puede hacer grandes cambios.

«Todo lo que tienes en el corazón, debe ser manifestado antes de que sea tarde».
—  Alejandra Pizarnik | Diarios

Vive la vida equilibrando tu tiempo.

¿Qué piensas tú?

Con amor,

Laura.


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