Es hora de amar el rosa sin pedir disculpas

Es hora de amar el rosa sin pedir disculpas

Lo verdaderamente peligroso nunca fue el color, sino lo que nos hicieron creer de él

Durante años rechacé el rosa. No porque no me gustara, sino porque me hicieron creer que el rosa venía con consecuencias: ser débil, superficial, tonta. Como si el color que eligiéramos dijera algo sobre la calidad de nuestras ideas. Pero a la vez es muy irónico, critican lo femenino pero si eres una chica que no es femenina, también se critica, ¿entonces en qué quedamos?

Esto es como presentarte a un examen sin saber el temario, solo que el examen es ser mujer y el temario cambia cada semana.

Me gustan las cosas femeninas, en realidad me gustan mucho. Mi habitación ha estado pintada de rosa y violeta la mayor parte de mi vida, pero a la vez la sociedad me manda señales contradictorias. Crecí sabiendo que si era demasiado femenina, me tomarían menos en serio, pero si no lo era, me señalarían igual. Que si mostraba demasiado interés en mi apariencia, se me vería como vanidosa, pero si no lo hacía, como descuidada.

La contradicción es constante, se espera que seamos suaves, pero firmes. Bonitas, pero no presumidas. Cuidadosas con nuestra imagen, pero no demasiado. Que nos arreglemos, pero sin que se note. Que seamos femeninas, pero no frívolas. Y que nos guste el rosa… pero no demasiado.

Lo femenino ha sido ridiculizado durante años. Nos enseñaron que lo rosa es cursi, que las “cosas de chicas” son menos serias, menos interesantes. Que si te maquillas demasiado eres superficial, pero si no lo haces, estás dejándote. Que si hablas de manera dulce eres ingenua, pero si hablas con seguridad, eres una borde. Básicamente hay una línea invisible que no puedes cruzar, pero tampoco puedes alejarte demasiado de ella. Vivimos en un equilibrio imposible: tienes que ser guapa pero “sin saberlo”, ser femenina, pero sin parecerlo, ser atractiva, pero sin que intentes serlo. En resumen, hay una forma correcta de ser mujer, y que si te sales del molde, suspendes. Y es agotador tener que calcular constantemente si estamos siendo “demasiado” o “muy poco”. Si estamos encajando bien en esa versión ideal de lo que se espera de una mujer.

Cuando era pequeña y llegaba carnaval las niñas de mi colegio se vestían de princesas, pero yo me vestía de bruja o cosas similares porque no quería ser como ellas, porque NO tenía que ser como ellas. En mi adolescencia rechacé el maquillaje durante años, porque “yo no era como las demás”, así que nada de maquillaje bonito (por favor, me delineaba la linea del ojo de color verde y nadie tuvo la decencia de decirme que parecia que me habian pegado un puñetazo en el ojo).

Ahora mismo estoy escribiendo esto y mis uñas están pintadas de rosa pastel y hace dos días me compré una camiseta rosa, y por dios, se siente como una revolución. Como si después de años de negarlo pudiera abrazar lo que me gusta sin necesidad de justificarme.

Porque me gusta el rosa. Y no por eso soy menos inteligente, ni menos válida, ni menos crítica. Estoy harta de fingir que algo tiene que ser “neutral” o “masculino” para ser tomado en serio.

Aquí es donde pienso una de mis romcoms favoritas y en su icónica protagonista, Elle Woods. En cómo la subestimaron por su ropa, por su manera de hablar, por su sonrisa constante. En cómo nadie pensó que una mujer con un vestidor rosa pudiera entrar a Harvard. Y sin embargo, ahí estaba, con su vestido rosa, su chihuahua en brazos y una memoria prodigiosa. Porque la feminidad no le restó, le sumó, fue parte de su fuerza.

Y fijandome en alguien del mundo real… ¿Qué me dices de Sabrina Carpenter? Ella se sube al escenario con minivestidos de satén, lazos en el pelo, labios glossy y canta letras que son inteligentes, punzantes y pegajosas. Sabrina no se disculpa por ser femenina: lo convierte en su lenguaje, en su estética, en su bandera. Y eso tiene un impacto brutal, porque en un mundo que aún desconfía del rosa, ella lo vuelve una declaración. Muchas de sus letras, entre el humor ácido y la confesión emocional, nos recuerdan que ser hiper femenina no te hace ser menos crítica, mordaz y brillante. Ella es capaz de escribir una canción como Because I liked a boy y convertirla en un análisis pop sobre la doble moral, el slut-shaming y los juicios que recaen sobre las mujeres cuando son “demasiado algo”.

La verdad es que me llevó años entender que no tengo que renunciar a lo que me gusta para ser respetada. Que puedo llevar pintalabios rosa y tener opiniones firmes. Que puedo usar vestidos de flores y también decir “no” con toda la fuerza del mundo.

Ser femenina no me hace menos y rechazar lo femenino, por miedo a que eso me reste valor, tampoco me hace más. Porque al final no se trata de elegir entre tacones o zapatillas, entre rosa o gris, entre dulzura o carácter… Se trata de poder serlo todo y que nos tomen en serio igual.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS