El informe reposaba sobre la mesa, sus páginas sellaban el destino de la presidenta. Catorce votos a favor, ocho en contra, una abstención. La Comisión Permanente había hablado: «No hay caso». Los Rolex, las joyas, los regalos no declarados… todo quedaba enterrado bajo el peso de la Constitución.
Nilza Chacón, fría como el mármol del hemiciclo, citó el artículo 117. «Solo traición a la patria justifica procesar a un presidente», declaró. Pero en los pasillos, los murmullos crecían. «Blindaje», susurraban algunos congresistas. «Pacto corrupto», replicaban otros.
Mientras los votantes de Fuerza Popular y APP celebraban, Alex Flores, de la Bancada Socialista, observaba el reloj en su muñeca—un modesto Casio—y recordaba las fotos de Boluarte con sus lujosos Rolex. «Doble estándar», pensó.
El expediente se archivó. El misterio, no. ¿Quién realmente movió los hilos? La respuesta, como los relojes, seguía oculta.
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