Los millennials lo llamaban sapiosexualidad, yo lo llamo amor a primer estímulo cerebral. hablemos del intelecto como objeto de deseo.
¿No te ha pasado que te encuentras a alguien y con un par de conversaciones, se te antoja devorar su cerebro? a mí me parece el placer más estimulante.

Soy creyente de que en la vida se tienen conversaciones con gente, y luego tienes gente cuyo cerebro es capaz de conversar con el tuyo. y no me pregunten cómo, pero es algo que solo sabes una vez ocurre. eso al menos si eres cómo yo, alguien que valora infinita e intrínsecamente una persona que se nutre a partir de su cerebro.
pero primero, ¿qué es ser una persona intelectual?
por definición debemos saber que ser intelectual no debe confundirse con lo que es ser inteligente. la inteligencia abarca más la capacidad de aprender, adaptarse y resolver problemas; en ese orden. mientras que ser intelectual se centra más en la aplicación del razonamiento en el pensamiento crítico o filosófico individual de una persona. un ejemplo puede ser un estudiante capaz de leer un texto y extraer información relevante según el contexto o un científico que aplica su conocimiento para desarrollar una nueva teoría.
ser intelectual implica partir de ideas abstractas, conceptos filosóficos y aplicarles lógica y análisis para explotar nuevas ideas. hasta dicho en palabras sigue sonando atractivo, dios.
habemos quiénes encontramos las capacidades antes mencionadas no solo como atractivas, sino como una base para formar relaciones, especialmente en una cultura actual atestada de brainrot y vídeos de subway surfers para que no pierdas la concentración. habemos gente que necesita el estímulo proporcionado por alguien capaz de aplicar ese conocimiento en tener visiones más amplias de la vida y comunicar nuevas ideas de manera exitosa, que alguien te enseñe algo nuevo es el estímulo más provocador de sensaciones.
hay algo sumamente adictivo en alguien cuyo cerebro sea más que un órgano vital, sino más bien un libro con infinitas páginas de conocimiento por descubrir. y ni hablar de también contar con la elocuencia necesaria para hacerte caer directito en la trampa. el canibalismo como una metáfora del amor por la manera en que quiero devorarme tu cerebro.
tiene bases muy específicas que mueven estímulos y altera hormonas de una manera particularmente indescriptible. tanto así que desconoce barreras de idioma, pero que prioriza altamente un factor muy importante: la compresión. dos personas pueden compartir una misma lengua, y aún así jamás entender ni una pizca de la esencia del otro. otras dos personas de distintas culturas pueden encontrar el placer más divino conversando. esto incluyendo el hecho de tener que buscar las palabras adecuadas en ese idioma no-nativo compartido y que ya de por sí es otro estímulo que añadirle, claro está.

todos queremos ser atendidos, vistos, entendidos. todos queremos tener una persona que nos haga sentir lo más mundano como si estuviésemos viendo eclipses lunares todas las noches, pero no por la magia de verlo, sino por el hecho de sentirlo como si fuese así. ese intelecto que te permite amplificar tu red del pensamientos se traducirá en una mayor habilidad para empatizar con el prójimo, lo cuál —para el prójimo —brinda una paz similar a tomarse un café en un día lluvioso. es esta madurez emocional lo que crea es un magnetismo al que pocos somos inmunes, genera unas ganas de conectar y ascender como dos almas listas para amarse que provienen de las entrañas.
la confianza es otra cosa importante, tener miedo de expresar para no ocupar espacio no es extraño actualmente, pero no debería dictaminar ni tu juicio sobre ti mismo y lo que ofreces, ni el juicio ajeno y lo que pueden ofrecerte. ¿cómo puedes culparte de querer enlazar tus raíces con las de alguien más, en una sociedad en la que todos se preocupan por regar su propio árbol? lo más rico de ser humanos que sienten, es hacer paz con la idea de que un humano, que siente. aspirar a una conexión basada en el intelecto porque necesitas algo sólido que se te pueda dar en la misma medida con la que tú lo obsequias no es pedir mucho, es amor propio.
porque, ojo, no podemos obviar el hecho de que para reconocer esas características, hay que ser lo suficientemente intelectual para encontrarlas en ti mismo, y de esa misma manera exteriorizarlas cuándo busques conocer a alguien. intelecto no solo implica ir el camino del conocimiento solo por las ganas de hacerlo, sino atreverte a recorrerlo con fe de que en algún punto del trayecto coincidirás con alguien que, al final del día, reconoce en ti lo mismo que ya tú reconoces en ellos.
supuestamente en el mundo vivimos más de 12 mil millones de personas. dimensiona lo que es coincidir en alma, mente, cuerpo y esencia con alguien que tiene tantas ganas de descubrir cada pliegue en tu cerebro tanto como tú. es todo lo que necesito para probar mi punto: ser intelectual es (lo más) atractivo.
así que, coquetéame con tu intelecto, con tu cerebro, con probar los límites de tu propia conciencia. coquetéame y explícame la historia detrás de una cosa que te guste. coquetéame y cuéntame. coquetéame y enséñame. coquetéame y déjame empaparme en lo que tengas para decir. coquetéame y desorienta mi camino con un tifón de aprendizaje. coquetéame nutriendo mi cerebro para que seamos dos árboles creciendo abrazados.
el hecho de que una de las artes más ancestrales estén muriendo en una cultura superficial y hueca que premia al que ame menos me parece lo siguiente a triste, es deplorable, lúgubre y de lo más trágico.
posee tu intelecto y presúmelo con orgullo. llévatelo a conocer todas partes del universo y el cosmos. expándelo hasta que no exista un rincón del planeta que no lo conozca. cuídalo para que el desconocedor no le tire tomates a un cuadro de arte abstracto que ni siquiera está dedicado a él. consiéntelo y asegúrate de que sepas que te satisface tenerlo contigo. nada que está oculto bajo tierra puede presumir de haber conocido los rayos del sol.
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