Porque no todos los gritos hacen ruido…

Porque no todos los gritos hacen ruido…

Kurt Bendfeldt

21/05/2025

Algunos se sienten en el alma.

Nunca la vi llorar.

Nunca pidió ayuda.

Nunca levantó la voz.

Pero había algo en su mirada… algo que pesaba.

Como si cada sonrisa que mostraba tuviera una grieta. Como si cada “estoy bien” fuera una armadura que ya no le quedaba.

Era de esas mujeres fuertes. Las que resuelven, las que sostienen, las que no se quiebran nunca frente a nadie.

Hasta que me di cuenta de que esa fuerza… también estaba cansada.

No sé si fue el tono de su voz una tarde, el brillo opaco en sus ojos o ese silencio más largo de lo habitual.

Pero entendí que estaba gritando.

No con palabras, sino con gestos.

Con su ausencia en los espacios donde siempre estaba.

Con sus respuestas cortas.

Con su mirada hacia abajo.

Ella gritaba en silencio… y yo decidí escuchar.

No hice preguntas duras. No forcé confesiones.

Solo me quedé.

La miré con el corazón abierto.

Le recordé, sin decirlo, que no tenía que cargarlo todo sola.

Que ser fuerte también incluye permitirse caer.

Que uno no tiene que gritar para ser escuchado.

A veces, basta con que alguien te vea… realmente te vea.

Ese día no hablamos mucho.

Pero me alcanzó con su suspiro.

Me alcanzó con el temblor en sus manos.

Me alcanzó con ese “gracias” que no necesitó explicación.

Desde entonces, entendí que hay personas que no necesitan consejos.

Solo necesitan un refugio donde soltar todo lo que han guardado.

Un lugar seguro donde no se les juzgue por no poder con todo.

Donde puedan ser vulnerables… sin miedo a romper su imagen de fortaleza.

Hoy quiero decirte esto:

Si conocés a alguien que lo da todo, que nunca se queja, que siempre está para los demás…

mirala bien.

Escuchala aunque no hable.

Abrazala aunque no lo pida.

Porque puede que esté gritando…

y vos seas el único que puede escucharla.

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