Carta a un religioso

Carta a un religioso

Germayed

20/05/2025

   La religión institucionalizó la espiritualidad, despojó al humano de su primigenia fuerza mística para entregarle al poder político el ejercicio de decidir quién es salvo y quién no. Quien pertenece a una comunidad y a quién se excluye. Quién es «bueno» y quien es «malo».

  Es tarea autónoma de la conciencia humana discernir entre lo justo y lo injusto, pues la persona sabe que su obrar tiene consecuencias no porque el «Dios barbudo» así lo dictamine sino porque es una ley natural: causa y efecto. 

La institucionalización de la espiritualidad trajo consigo la censura hacia las voces críticas con el poder político concentrado por los gestores de la religión como cultura opresora. Fíjese en lo sucedido con Baruch Spinoza, perseguido por los judíos de Ámsterdam por desarrollar, él, desde su particular reflexión su propia visión de Dios: panteísmo

  Pienso, estimado amigo, que no has leído suficiente las enseñanzas de los primeros cristianos, los llamados gnósticos, pues ellos pregonaban una espiritualidad sin intermediarios entre el hombre y la divinidad. La experiencia religiosa no es institucional sino subjetiva, es la propia conciencia la que conecta lo espiritual con el sujeto, pues ambos son indivisibles. Ya lo decía Jesús-Cristo «mi padre y yo somos uno y el mismo»

  Las religiones monoteístas han logrado separar al ser humano de la divinidad, delegando funciones a terceros, es decir a curas, pastores, imanes, rabinos.  La espiritualidad no es una mercancía que se entrega para que otros la administren, es una experiencia personal y cada quién la vive y ejerce a su modo. Y a ese ejercicio personal de lo espiritual se le denomina fé. 

  Los que no son conscientes de su propia espiritualidad necesitan de la religión como institución, los que son conscientes, construyen su propia religión en independencia de instituciones políticas que las regulen según instancias políticas- administrativas superiores: el Vaticano, por ejemplo; y viven, estos hombres y mujeres emancipados-  de acorde a sus propias y particulares experiencias subjetivas, según la ética espiritual individual ceñida a procesos reflexivos acaecidos desde las de-construcción de las creencias, reglas y preceptos religiosos institucionalizados por el estado para dirigir y domesticar las consciencias de acorde a los intereses de las  clases, política y económicamente dominantes   

  El ser humano debe recuperar su libertad espiritual, es decir ser conscientes de su conciencia, de que no se necesita ser «religioso» para ser buena persona. Ser buena persona es un compromiso espiritual, no un mandato ni una imposición institucional-religiosa. Y cada uno va desarrollando esa conciencia con el tiempo. 

La religión organizada desde el poder político obliga a -ser desde lo que no se-es, la verdadera espiritualidad libera y actúa de acorde a una moral autónoma construida a partir de profundas, trascendentes reflexiones y disertaciones internas.

  El cauce que usted busca para canalizar la espiritualidad es una conciencia despierta, no instituciones políticas que exijan que se debe hacer o cómo se debe ejercer la espiritualidad. Te recomiendo  sumergirte en los principios teológico- filosóficos  de los Carpocracianos, un grupo gnósticos cristiano surgido en Egipto en en el siglo I; en la enseñanzas de los pitagóricos en la antigua magna Grecia. O buscar en los sabios orientales de Asia  y en las enseñanzas de los pueblos indígenas americanos, gnosis espirituales capaces de liberarte de las cadenas de la religión institucional concebida, justamente, para controlar a las masas y desvirtuar los pensamientos acaecidos según una espiritualidad autónoma surgida al calor de profusas introspecciones personales. 

  Espero encuentres en tí mismo, las verdades supremas que yacen en la conciencia. 

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