ANSIEDAD, VIEJA AMIGA (PARTE II)

ANSIEDAD, VIEJA AMIGA (PARTE II)

Mar Mioni

18/05/2025

Respiro entrecortadamente, estoy agitada después de haber huido de la cabaña donde me liberé de mi ansiedad, pero también de mi esperanza. Estoy frustrada y al borde del llanto porque he tenido que dejar de nuevo mi lugar seguro: la pequeña casa enmohecida que durante mucho tiempo se convirtió en refugio hasta que ella me encontró, y ahora tengo que huir porque quiere poseer mi cuerpo y mi mente otra vez, como en el pasado. Sé que viene tras de mí y que las estrategias se me agotan, me preocupo.

Veo en mi mano el brillante anillo que dice “CONFIANZA” y me parece que no todo está perdido, me quedo mirando la luna intentando urdir un nuevo plan cuando de repente alguien toca mi hombro volteo y lanzo un grito, trastabillo y caigo de espaldas sobre la tierra húmeda y llena de nieve; no logro distinguir su rostro, pero no es ella, eres tú, el hombre de gafas y sonrisa cálida que me invita a levantarme, me ofreces tu mano para incorporarme y me ayudas a sacudirme el vestido, te pido disculpas, aún me encuentro nerviosa.

Me sonríes y sin decir nada me abrazas, hace tiempo que nadie me rodeaba con sus brazos, tengo la extraña sensación de querer quedarme y salir corriendo, soy algo contradictoria, pero me permito sentir tu abrazo que justo ahora me sienta como un bálsamo, me siento segura por primera vez en mucho tiempo. “CONFIANZA” leo de nuevo en el anillo.

Me acompañas en el camino, me cuentas de ti, de tu vida y tu pasado, confío, te cuento de mí, de mi vida y mi locura, te cuento de las batallas que he librado contra ella y que justo hace unas horas la he vencido temporalmente. Sonríes, tomas mi mano y la besas mientras me invitas a soltar el pasado, dices que estás aquí para cuidarme y que estaremos juntos siempre.

El corazón se me encoge como una pasa al escucharte, pienso que quizá ese este el momento en el que debo seguir corriendo, pero me quedo porque estoy cansada de escapar, de desconfiar; la soledad cansa, agota mucho, porque en soledad una siempre duerme con un ojo cerrado y otro abierto por mero instinto de supervivencia. Decido quedarme a tu lado.

Descansamos bajo un árbol enorme que parece un buen augurio, prendes una fogata, nos abrazamos recargados en un tronco macizo que huele a cítricos. Besas mi cuello, no sé cómo has adivinado que me gusta tanto eso, me pierdo en el beso, en el abrazo, en el fuego, en la noche, me vuelvo un solo ser contigo, confío, lloro de emoción y de gusto ¡se siente tan bien estar aquí!

Pero el tiempo se encarga de sacarme del ensueño dándome una bofetada de aire frío en el rostro y me comunica sin palabras que es momento de moverme. Despierto, sigue siendo de noche, la fogata apenas alumbra y te busco, pero ya no estás, siento un hueco en el pecho, me asusto, grito tu nombre, rodeo el árbol, miro hacia todos lados y vuelvo a llamarte angustiada, de pronto recuerdo el anillo y lo busco en mi mano, pero el anillo ya no está, te has llevado la confianza junto con tus besos, tus promesas y el calor de tus abrazos. Un ladrón.

Escucho cerca unas carcajadas flemosas, de esas que parecen de fumador empedernido. Me encontró de nuevo, surge detrás de un árbol, delgadísima y con un vestido blanco algo percudido que le da un aire de fantasma. Se dobla de la risa

“Ay por favor, no me digas que te lo creíste, si fue solo una visión para calentar motores. Veo que no has perdido el toque, que sigues confiando demasiado pronto, que sigues buscando a tu padre ausente y que sigues sintiendo el mismo miedo de niñita abandonada a la salida de la escuela”

No digo nada, no tiene caso, he perdido la navaja con la que solía defenderme, y también la vela que lograba iluminar mis pensamientos. Me resigno, mis ojos están vacíos, son dos pozos sin esperanza, ella ganó de nuevo y yo ya estoy cansada de luchar, da igual a donde huya, ella me encontrará siempre.

“Vamos, ven”, me dice, mientras me ofrece su mano y me invita a levantarme del suelo, limpia mi cara lodosa con su mano esquelética. Al tocarme noto su tacto frío y una corriente eléctrica atraviesa mi pecho y garganta, se instala dentro de mí, siento de nuevo mi respiración entrecortada, el nudo en el estómago, la sensación de prisa constante, me ha poseído una vez más.

Avanzamos tomadas de la mano hacia la noche, voy sonámbula, ya no me importa nada, obedezco sin resistencia, me percato que esta noche ya ha durado demasiado, entonces me pregunto ¿Cuándo es que amanece aquí? ¿Cuándo es que volveré a ver la luz?

(continuará)

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS