En un barrio algo pobre de un pueblo no muy conocido, a las 5:35 p. m., nace un chico llamado Josep Castaño.
Este niño llega al mundo siendo muy pequeño, de ojos verdes y un cabello alborotado, como si un rayo lo hubiese alcanzado. Era el más notorio en la sala de cunas.
Pero este niño está a punto de tener un dilema en su vida desde el momento mismo de nacer.
Su madre, una mujer con una salud bastante frágil y problemas de alcohol y sustancias, se encuentra en estado crítico.
Durante el parto entra en paro: clínicamente muere durante siete minutos. Las máquinas hacen ese característico sonido de pulso en cero… hasta que, después de un rato, vuelven a marcar un débil y moribundo latido.
Durante el resto de su vida, este chico vivirá situaciones que lo harán ver el mundo con una visión muy distinta.
A la edad de un año, vive con su madre y sus tías en un departamento de tres pisos, donde el alcohol, el cigarro y otras sustancias nunca faltan.
Nunca le faltó la comida y siempre tuvo alimento, pero también, a esa corta edad, su padre hace las maletas y se va.
Josep descubrirá más tarde, en su adolescencia, detalles sobre aquel hombre que lo abandonó.
Pasaron los meses y el tiempo voló, hasta que llegó su primer cumpleaños… y le robaron los regalos. ¿Te parece raro? A mí también.
Su madre estuvo destrozada desde que su pareja —el hombre que era su compañero y padre de su hijo— abrió la puerta y se fue.
Ella se refugió en el alcohol y en esos venenos que el mundo nos ofrece de una u otra forma.
Su hijo, de apenas tres años, le dijo con sus palabras torpes pero cargadas de amor:
—Mamá, no llores… mamá, no llores.
Suena triste, ¿verdad? Un poco doloroso, incluso.
Por fortuna, su madre dejó el cigarro, pero eso fue solo un pequeño paso. Continuó bebiendo durante bastante tiempo más, trayendo consigo una que otra mala decisión a esta historia.
Pero no te sientas mal, querido lector… siempre hay cosas buenas.
Si quieres saber más sobre la vida de este niño, solo necesitas leer, estar atento a cuando escriba, cuando tome el teclado para relatar su historia… y cuando la vida me dé el aliento para seguir contándola.
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