Desearía con todas mis fuerzas volver a verte, no sabes cuánto te extraño.
No sé a quién tengo que pedir ese deseo, a ratos solo cierro los ojos y te evoco con el pensamiento; te siento, pero no te veo. Sé que sigues por ahí, con tu nueva forma atemporal y diluida ya sin nombre, quizá sin recuerdos. Me gusta pensar que me abrazas cuando camino, que soplas palabras de aliento en mi oído, que me visitas en sueños, creo haberte visto un par de veces junto a mi cama, velando por mí, pero cuando abro los ojos te has ido de nuevo y me descubro abrazando el aire, gritando silenciosamente desde el alma, porque los gritos con la garganta no me alcanzan, y desde el alma uno puede gritar más fuerte y ser escuchado hasta la cumbre de las montañas o hasta el fondo del mar, y en ese grito hacer temblar la tierra, sí, que todos se enteren que te perdí, que ya no estás, que nunca hubo un adiós, ni un por qué, que las palabras se quedaron atoradas en el pecho, que una parte de mí se diluyó contigo y que desde entonces vivo con el alma mocha.
Lamento el tiempo perdido, las palabras no dichas, porque una siempre piensa que le sobran años, y cuando me acuerdo bajo la mirada, lloro bajito, luego miro al cielo y te busco, pero ahí solo hay nubes, te busco en las pocas fotos que conservo, en las horas del reloj, en los poemas que tanto te gustaban, pero ahí tampoco estás, cada búsqueda sólo hace más evidente tu ausencia.
“Ya nunca más”, es la frase que termina de matar al doliente, la que cercena el corazón del que se quedó buscando las razones entre una dolorosa niebla de recuerdos, el que a veces sueña, y luego despierta asustado, diciendo que soñó que su persona favorita se moría, pero luego se da cuenta de que no era un sueño, y justo ahí el alma se encoge, se vuelve pequeñita, arrecia la tormenta interna, adviene de nuevo sensación de estar flotando en el espacio, en medio de la nada.
He intentado rehacer mi vida con urgencia, armar de nuevo el rompecabezas, pero las piezas ya no encajan, falta una, faltas tú.
Dicen que el tiempo sana, pero a mí no me sana aún, sigo esperando el día en que pueda recordarte sin sentir un hueco, sin que mi mente se niegue a creerlo, sin que siga pensando que todo fue un error de la naturaleza, e, insisto, en que sólo estoy soñando que moriste.
Te fuiste antes de tiempo, como quien se escapa de la sala de cine antes de que termine la función, porque la película se ha vuelto aburrida; saliste por la ruta de emergencia y me dejaste varada aquí, en el planeta extraño al que ninguno de los dos pertenecíamos, te adelantaste, como siempre, fuiste a curiosear qué había más allá, pero olvidaste dejarme el mapa para seguir tus pasos. Alta traición.
Escribo para sanar, no sé qué pasará después, cuando termine de exprimirme el alma con las letras, espero que detrás de este dolor haya luz, y un respiro. Espero pronto podamos coincidir de nuevo, reconocer tus ojos y tu sonrisa en otra piel, en otro tiempo, en otra vida, pero con las mismas ganas.
Te amo por siempre.
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