Los seres humanos inventamos el lenguaje para comunicarnos, de hecho, nos comunicábamos antes incluso de inventar un lenguaje hablado. Todos conocemos la comunicación no verbal, pero fuimos articulando un lenguaje cada vez mas complejo para comunicar ideas mas complejas. El ser humano acaba transformando sonidos ininteligibles en todo un lenguaje.

Antes incluso de articular este lenguaje empezamos a dibujar como forma de comunicación y de expresión, empezamos a contar nuestro presente y a dejar plasmado el pasado.
Desde entonces las formas de comunicarnos y de expresarnos, ya sea artísticamente o no, se han multiplicado, hemos pasado de la escritura con carboncillo a la escritura hibrida de esta replica, que puede ser leída, o quizás ya mejor decir visualizada, desde una pantalla de ordenador, un teléfono móvil o un ipad. Pasamos así de Homo Sapiens a Homo Videns.
Pero al igual que los pioneros del movimiento ludita pensaban que las maquinas iban a terminar con los puestos de trabajo, y por el contario significó la aparición de múltiples empleos hasta entonces desconocidos, la aparición de nuevas formas de comunicación no van a acabar con las tradicionales, sino que va a multiplicar las formas de expresión. No hay por tanto sustitución sino ampliación.

Así como hace 100 años se consideraba analfabeta a la persona que no sabía leer y escribir, hoy van a ser analfabetos (“digitales”) aquellos que no sean capaces de adaptarse a estas nueva formas de expresión. La clave, como en toda evolución, es la capacidad de adaptación, sin valorar si esta es buena o mala.
Para McLuhan el medio es el mensaje, para Ramón C. lo es la forma, para nosotros lo importante es el fondo: la intención, la verdad, la motivación profunda del emisor. El fondo es, además, la esencia de la comunicación, por muy condicionado que se encuentre por la forma y el medio. ¡Ojo! no decimos que la forma no importe, la forma cuenta, moldea, modula, cambia el mensaje, pero no lo opaca. ¿Alguien se imaginaría decir que en El Quijote lo importante es la forma y no el fondo)
Considerar que la forma ha acabado opacando completamente al fondo, es, desde nuestra opinión, arriesgado. Y lo es porque sin el fondo, sin la intención del emisor, la forma se convierte en una expresión «vacía» sujeta únicamente a la libre valoración del receptor, como lo es un sonido lanzado azarosamente. Es expresar por expresar, y eso no es comunicación. Se corre el riesgo de caer en una performatividad vacía, diseñada mas para el algoritmo que para el receptor.

Además, las nuevas formas de expresión no son para todos ni para todo momento. Son propias de cada generación pero pierden su razón de ser en el momento que dificultan la comunicación mas que la facilita. Uno puede considerar que las formas tradicionales quedan opacadas, que ya solo importan las nuevas formas y medios; y de pronto ocurre un corte eléctrico y todo tenemos que volver, de pronto, a las formas tradicionales. Un apagón y volvemos todos a la vela y al libro.
En conclusión, la historia del ser humano es, en gran parte, la historia de cómo hemos inventado —y reinventado— múltiples maneras de expresar lo que somos, lo que sentimos, lo vivido y lo que soñamos. Desde el garabato rupestre dibujado con los dedos hasta la escritura hibrida de una plataforma digital, la esencia permanece: querer compartir un fragmento de nuestra mirada sobre el mundo. Aquel que lo consiga, sea con carboncillo o con a base de pixeles seguirá cumpliendo la misión más humana de todas: comunicarse.
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