Réplica a Ramón C. sobre el uso intuitivo del lenguaje híbrido

Réplica a Ramón C. sobre el uso intuitivo del lenguaje híbrido

Daniela Verdezoto

07/05/2025

El acto de escribir no es solo dejar una marca: es una tecnología del pensamiento

Como dice Ramón, la forma lo cambia todo, pero lo que tal vez no cambia y eso también conviene subrayarlo, es el deseo de narrar, de darle forma al mundo a través del lenguaje, aunque el soporte se mude del papel al píxel.

Hoy escribimos sobre una página de luz,  pero ¿Qué significa esto, más allá del lirismo visual? Significa que escribimos siendo leídos, siendo vistos. La escritura digital es una escena: editable, compartible, programable. Por ello, todo acto retórico es también performativo.

La escritura ya no es solo alfabética.  El gesto de escribir se ha abierto a lo multimodal: texto, imagen, sonido, vídeo. Un post puede ser retórico, un video puede ser un ensayo, un meme puede ser una tesis condensada. Sin embargo, el problema es que en este nuevo escenario no hay gramática estable, ni retórica consolidada, sólo una urgente necesidad de aprender a leer lo nuevo. 

Hoy en día, con la evolución de la era digital, un niño o niña, además de dibujar y escribir, captura sonidos, elige filtros, narra con gifs, entre otras cosas; demostrando que, esta expansión semiótica es una señal de que la escritura ha dejado de ser una tecnología del silencio. 

Sin embargo, hay que tener cuidado: en el vértigo de lo visual, lo textual corre el riesgo de ser reducido a eslóganes. Por eso urge una retórica digital crítica, que enseñe a leer no sólo lo que se dice, sino cómo se dice y por qué, con qué recursos, en qué plataformas y bajo qué lógicas algorítmicas.

En este contexto, escribir es editar, curar, montar. Ya no somos solo autores: somos diseñadores de experiencias textuales y eso nos obliga a hacernos una nueva pregunta:  ¿Cómo cambia la retórica cuando se adapta al ritmo del desplazamiento digital? 

El lenguaje sigue siendo nuestra forma más poderosa de construir el mundo, pero ese lenguaje está siendo atravesado por tecnologías que, al tiempo que lo expanden, lo transforman. Las pantallas heredan algo del cine como bien dice Ramón, pero también del mercado, del juego, de la viralidad.
Por ello, es necesario asumir un doble desafío retórico: enseñar a escribir en y para la pantalla, cultivando no solo la eficacia expresiva, sino también la profundidad, la ambigüedad y la poética que nutren todo discurso significativo.

Porque incluso en la era de los emojis, sigue habiendo quien busca escribir para decir algo que valga la pena. Y para eso, como siempre, hacen falta buenas preguntas.

Como estas: ¿Puede una imagen pensar?  ¿Puede un emoji llorar más que una palabra? ¿Puede un texto digital sostener una emoción sin disolverse en el ruido?

Todavía no tenemos las respuestas, pero sí el lugar donde plantearlas: este, aquí, frente a esta página de luz. 

En definitiva, la retórica en la era digital exige no solo persuadir, sino también comprender y dominar los nuevos lenguajes y soportes desde los que hoy se construye sentido.

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