Obsesiones: Prólogo

Sueño dismórfico

Ya se hacen oír los colectivos en la avenida, los chicos van al colegio y los viejos hablan a los gritos en mi ventana y yo sigo sin poder conciliar el sueño. La única que vez en mi vida donde los problemas para dormir no existieron fue cuando estaba tan baja de peso que mi cuerpo se apagaba todo el tiempo. En ese entonces, dormía plácidamente después de la primera (y única) ingesta y en el medio de mis actividades. Hace más o menos dos años que recobré este peso saludable que tantas veces me hizo sentir mórbida, perpetuando esta dismorfía que me acompaña desde antes que la pubertad. Aprovecho estas noches de insomnio para escribir cuentos y poemas, diseñar panfletos y hacer alguna que otra resolución práctica que me permita llegar a fin de mes. Entonces estoy hace más de ocho horas tratando de escribir algo convincente o hermoso. Algún poema exquisito de raíces románticas y parámetros simples: digerible y funcional. Algún relato que sea fácil de comprar y sobre todo, algo que a mí me pueda llegar a gustar. Se me dificulta respirar y toso con fuerza por la cantidad de cigarrillos que fumé en busca de la inspiración. Ya tuve taquicardia y miedo irracional a la muerte a consecuencia de los malos viajes ocasionales. Ya pensé en ese ex y en todas sus mentiras y ya me retorcí del asco, enojo y envidia. Ya pensé en todos mis amigos y hasta hice una lista de las cosas que tengo que hacer de acá a tres horas. Nada. Mis piernas están cansadas; mi vista , acostumbra a las penumbras de mi casa, engañó de tal forma a cerebro que nunca es de día y a la vez siempre lo es. En noches así escuché toda la discografía de Nirvana, aprendí a tocar la guitarra y descubrí gran parte de mis mayores hobbies. También tuve atracones, chupé hasta el vomito , me carcomí la cabeza, fui a buscar a un platónico hasta su vereda y me acobardé cuando me di cuenta que quizás si me lo cruzaría esta vuelta. Perdí tantas noches enteras con otros en bares y casas revueltas que ya no acompleja la idea de estar sola en mi departamento escribiendo mierda hasta que por fin mi mente me dé tregua. Si hubiera pasado la mitad de mis insomnios estudiando o forjando una carrera ya estaría egresada con honores. Por ahora lo único que tengo por ahora son una serie de adiciones ocasionales que escojo cuando necesito tener algo bajo control. Recorto, mido y ensamblo alguna obsesión. De ahí nace Obsesiones,  de la necesidad de control. Es contenido ilimitado para mí. Canto, escribo y hablo de mis obsesiones. Escribí mucha música amores fugaces, le dediqué un poemario a un tipo que conocía muy vagamente pero estaba a su completa merced. Hice de muchas de las bandas que me gustan pilares fundaménteles de mi personalidad. Respiré el amor por la literatura latinoamericana como una convicción, me entregué a la fantasía y el surrealismo de mis autores favoritos e hice de mi una persona que requiere al menos un buen libro cada seis meses para sobrevivir. Algunas de mis obsesiones me hicieron la persona que soy hoy y otras son bastante dañinas. Podría asegurar que mis obsesiones me hacen sentir viva y me proveen algo único: control total.

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