Obsesiones: Hambre

Nunca me gustaron las matemáticas. Siempre fui pésima para entender la lógica de los número porque me confunde muchísimo. Entiendo que hay una lógica, una serie de pasos a seguir pero para mi no lo es del todo preciso y mucho menos intuitivo. No entiendo cómo es posible que hayan infinidad de números entre los número reales pero que aun asi se pueda ver el comienzo y el fin en una recta. Entiendo que es aproximado, y que muchas veces la matemática no se puede representar gráfica o literalmente; es por eso que la interpreto como una ciencia que no tendría porqué auto-proclamarse exacta. Hay quienes aseguran que la matemática es el origen de la vida que conocemos: ¡Qué más filosófico que el origen!

Cuando me diagnosticaron anorexia nerviosa no le tenía miedo a los números. Contaba todo el día calorías, restaba otras tantas y dividía el resultado por mi indice de masa muscular, dando como resultado un perdida de peso de 500 gramos a la semana, lo que significaban aproximadamente 1000 calorías menos al día. Y digo peso porque cuando uno adelgaza de esta manera súbita el cuerpo tiende a perder muchas más que grasa. Mi primera y única comida del día era el desayuno el cual era sumamente abundante y completo: Una tostada, palta, huevo, pavo, queso, yogurt, granola, frutas, brotes, polvo de proteínas, etc. Vomitar me daba asco y me costaba horrores así que me apegaba muy bien a mi plan alimenticio. Quizá podía llegar a comerme algún snack a la media tarde o noche y luego recomenzar con intensivo entrenamiento de pesas, danza o cardio. Las cuentas siempre me daban bien. No habían números imaginarios ni parámetros surrealistas. Todas estás ideas me llevaron a la conclusión que ser nutricionista era lo mío. Por suerte me duró poco ese delirio.

Un par de veces se me fue de control. La taquicardia, el sueño excesivo, la falta de claridad mental, la dismórfia corporal, las constantes comparaciones, el sentido de nunca sentirse suficiente, ¿dónde está el límite? Romantiza una la muerte en vida y ostenta sus huesos por dondequiera con aires de grandeza. La vergüenza y el dolor no existen. Son incomparable con el hambre. Es lo único en lo que podés pensar. El maldito hambre.

Más tarde llegó la Marihuana y con ella los atracones. Fumar me desquiciaba y como no consumía alcohol porque tiene calorías liquidas y vacías, fumaba porro. Mucho porro. Empezamos comprando una genética indoor con una amiga y esa cepa me descolocó. Había fumado porro antes pero siempre de la mano de mis amigos hippies que lo mejor que podían permitirse eran flores prensadas de mediana- baja calidad. Meg tenía el mejor porro del país. La primera vez que fumamos juntas fue en una plazoleta en Palermo por la que anduvimos dando vueltas un par de horas. Al llegar a mi casa comí hasta lo último en la heladera. Era la primer vez que experimentaba algo así. La falta de control total cargaba consigo dejes de placer que me obligaban a seguir ingiriendo compulsívamente. Estando bajo los efectos de la marihuana comer estaba bien. Estos comportamientos me duraron casi un año. Porro que fumaba alacena que asaltaba. Los primeros meses purgaba mi cuerpo post atracón. Ayunaba un día completo y ejercitaba como milico. No estaba haciendo bien las cuentas. No solo subí diez kilos en cuatro meses , también deje detrás una concepción oscura y deplorable que tenía de mi misma. Noté que podía hacer mucho más cosas con las horas de lucidez que había ganado con mis nuevas reservas de grasas. Una vez, una de las doctoras especiales \ psiquiatras\ clínicas\ nutricionistas, etc: me advirtió de un posible paro cardiaco a consecuencia de mi malnutrición y gasto físico elevado. <<<te podés=»» morir=»» en=»» el=»» medio=»» del=»» gimnasio=»»>>>.<<< Tu corazón tiene un limite>>>. Dejar el deporte nunca fue una opción. Dejar de comer sí. Hoy, puedo decir que disfruto de días enteros, de platos azucarados y calóricos. No obstante, sigo pagando buena plata por las caries que me quedaron tras la ingesta prologada y nada controlada de comida chatarra. Me envolvía en un transe narcótico donde no quedaba otra que despertar para volver a comenzar una y otra, y otra vez más. Ahora tengo que pagar cuentas y ya no tengo tiempo siquiera para pensar en la remota idea de engordar. No estoy segura de haber erradicado mi obsesión del todo, pero al menos, de forma consciente no estoy constantemente pensando en dejar de comer para siempre. 

textagendz

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