Las cosas nunca fueron como parecían, siempre había algo turbio que mi alma percibí, a veces eran cosas simples que tu decías, otras simples locuras mías que se acercaban cada vez más a la verdad.
Pero las parejas toxicas nunca surgen de la nada, las parejas toxicas como tu y yo siempre se construyen con todo tipo de ladrillos, con todo tipo de desperdicios del alma, con todo tipo de fracturas de la niñez.
A veces eran mis demonios los que interferían y otras los tuyos que en celos y tormento se comían la poca luz de nuestra tibia y reacia relación. Amigos enemigos que cohabitamos el mismo cuarto, el mismo tiempo roto y fractalico de enganches emocionales.
Así construimos nuestra relación desde el inicio, desde sus bases fueron palitos chinos mal acomodados, mal trazadas, estrechos en las puntas, sin agarre de ningún lado más que los nudos que les hicimos a nuestras almas vueltas rupturas, vueltas tirones.
Y así duramos mucho tiempo, muchos meses y años viviendo en la misma sonrisa pintada, en la misma coaciacción coactiva de atarnos mutua mente, a veces por necesidad, otras por soledad y otras por costumbre.
Pero al final, nuestra verde malicia mutua gano la partida y puso en jaque mate a nuestra historia de fragmentos y mentiras llamada amor. Y terminamos así en invierno, como solo una relación toxica puede terminar en el invierno. Aun recuerdo, cuando pusiste mi maleta en la entrada de la puerta, con todas mis cosas en ella.
Menos tu.
Tu no irías al viaje de la vida conmigo, era el final tan esperado, tan anhelado por mi y que cobarde mente había aplazado por tato tiempo, tratando de que esa relación insípida continuara, pero la muralla se había levantado desde hace tanto, que no había forma ya de disolverla, ladrillo a ladrillo tu y yo construimos esa cerca de separación.
Y aquí estamos frente a frente, donde todo comenzó en los juzgado de lo familiar, firmando nuestro divorcio, hace mucho pusimos una firma y hoy ponemos la firma definitiva. Un adios de ruptura sin ceremonias, ni padrinos, ni mesas con manteles blancos, ni música, ni invitados, ni invitaciones, solo tu y yo, firmando nuestro adios definitivo.
De aquí en adelante seremos dos extraños que se conocen tan bien. Tan bien que ya no se quieren conocer más.Y hoy festejan nuestros demonios, festejan el haberse liberado, liberado de esa farsa que osamos llamar amor.
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