Sin corazón

El corazón no duele pero de todos modos cuídalo, hija.

Y hasta el día de hoy pude entender a la perfección a qué se refería mi padre cuando me había dicho esas palabras, en un susurro melancólico en el momento en el que su vida se le estaba escapando en un lastimero suspiro. Solté por inercia el ramo de rosas blancas bien elaborado que yacían en mis manos cuando leí la pequeña nota que mi mejor amiga me mostró con una mirada triste.

Y cuando la leí hasta el final, sentí que el mundo se desplomó a mis pies. Un leve escalofrío me recorrió, haciéndome temblar internamente con una desesperación increíble, sentía que lo estaba perdiendo todo, que mi vida empezaba a carecer de sentido. Las lágrimas ya habían empezado a bañar mi rostro, perdiéndose en mi pálida nuca, empezando a florecer el dolor que representaba toda esta situación.

Oh Dios, como dolía. Una fuerte opresión invadió mi pecho y posé una mano en el mismo al sentir que el aire empezaba a faltarme, quemándome internamente.

Rodrigo.

Aspiré hondamente un par de veces, intentando recobrar ese aire vital que tanto me faltaba y necesitaba en ese momento, sentía que me estaba siendo arrebatado sin contemplación alguna. Y fui ahí cuando me di cuenta de que el mundo empezaba a darme vuelta, lanzándome al vacío.

Me ha dejado plantada.

Se tatuó en mi mente, quemando y ardiendo con dolor. Y sollocé, cerrando con fuerza mis párpados al notar como mi mundo estaba siendo sucumbido de la peor manera, como sentía que me estaban arrancando el corazón. Miré a mi madre de reojo notando pequeñas lágrimas en sus ojos y luego miré con cautela alrededor, todos me miraban expectantes, intentando estar alerta o con ansias de saber cuál sería mi próxima acción o movimiento.

—Hija, Marissa… —Escuché como el Padre me llamaba, me volteé con lentitud, casi arrastrando mi mirada hasta él—. ¿Estás bien?

¿Bien? ¿Acaso estaba bromeando?

Bajé la mirada y no me digné a contestarle, no tenía el valor y muchos menos las ganas de explicar el dolor que me empezaba a carcomer por dentro. ¿Cómo pudo Rodrigo hacerme esto? De algo estaba segura, era un maldito descarado, un desvergonzado, un cobarde y un sinfín de insulto más acompañados de su nombre. Me quité el velo con rabia contenida y lo arrojé al suelo sin reparo alguno. Tomé el vestido por la parte delantera para poder correr con mayor libertad, para salir de la asfixiante situación.

Escuché que me llamaban al fondo, pero hice oído sordo a sus agónicos llamados. No quería estar ni un minuto más ahí, quería irme lejos un momento, poder llorar y expresar mi dolor sin ser objeto de lastima.

Crucé la calle y luego doblé la esquina, cruzando un pequeño jardín que se interponía en mi torpe corrida. Luego de unos minutos, me hallaba frente a la lápida de mi padre. Me dejé caer sin importar que mi blanco vestido se manchara por la tierra del lugar, en realidad quería despedazarlo y quemarlo, con la esperanza de que todo el dolor que sentía se volvería cenizas al instante, pero en ese momento no tenía fuerzas para eso.

Acaricié la lápida, contorneando el nombre que yacía en la misma.

Wilson Stoica.

1970 – 2000.

Otra lágrima marcó mi rostro, siendo acompañada por dos más. Le había fallado, había roto la promesa que esa noche antes de partir hicimos. ¡Le había fallado a mi padre! A la persona que juré siempre enorgullecer. Limpié con brusquedad las lágrimas que empezaban a nublar mi visión, pero esa era una acción en vano ya que más lágrimas rodaron por mis enrojecidas mejillas.

—El corazón no duele pero de todos modos cuídalo, hija. ¿Me lo prometes? Necesito saber que estarás bien.

Lloré con más fuerza.

—Lo prometo —dije confusa, no entendía a qué se refería mi padre con tales palabras, pero si mi promesa lo llenaban de tranquilidad y le daban esa paz que tanto necesitaba, la haría y buscaría cumplirla.

¿Cómo no me percaté del trasfondo de esas palabras? Había fallado de la peor manera, falté a la promesa y permití que me arrebataran el corazón sin reparo alguno.

En ese momento me sentí sin corazón, sin nada, vacía… muerta.

Perdóname, papá.

Fin.

Soy autora de este escrito que también lo he publicado en «Fanfisclandia» bajo el Nick: «Lexa».

Pido disculpas por la imagen que no es mía, no logré ubicar el nombre del autor de la misma.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS