Blaze! Capítulo 116

Capítulo 116 – Amistades.

¿Por qué no avanza? –se preguntó Jur, ejerciendo todo su poder sobre el congelado bloque de agua con el cual intentaba aplastar a Hänä, sin darse cuenta de que la muchacha ya se había alejado del lugar de impacto del gran témpano.

¿Qué es eso? –murmuró con sorpresa Hänä, viendo como el bloque era sujetado por una mano gigantesca que comenzaba a solidificarse bajo el extenso cubo de hielo.

¿Quién osa a tomar sin mi permiso parte de mis dominios? –dijo una profunda voz incorpórea que parecía estar relacionada con la mano que sostenía el inmenso y oscuro hielo, elevándolo con la fuerza suficiente para lanzarlo directamente sobre el mar, generándose una elevada salpicadura que mojó los alrededores como si se tratara de una fugaz lluvia, la que duró por solo unos segundos.

El resto del cuerpo que acompañaba a la mano aparecida empezó a ser tangible hasta revelar a un ser más alto que las montañas del reino, ocultando su rostro entre las nubes del cielo, posando repentinamente sus pies sobre la tierra, aplastando las casas de unos inadvertidos habitantes de la ciudadela, matándolos en el acto.

¿Acaso fuiste tú? –dijo el gigante a Hänä, quien miraba al enorme interlocutor desde su pequeña y alejada posición, para luego enfocarse en Jur, quien estaba pendiente de mirar a la joven antes que al descomunal ser—. ¿O acaso fuiste tú?

El ser dejó caer con rapidez y potencia su puño sobre Jur, con una velocidad inusitada para su tamaño, no permitiéndole reaccionar ante el inesperado ataque, lanzándose el indefenso hombre al piso antes de ser aplastado por el golpe. Sin embargo, algo impidió el fatal impacto, levantando su mano para ver qué cosa había salvado al pequeño y frágil humano.

Yamm… –dijo el rey Baal, rodeado de un campo de fuerza invisible que recibió y dispersó el fortísimo ataque corporal del gigante, habiendo protegido a su súbdito de una muerte segura.

¿Acaso eres Baal? –preguntó Yamm, reconociendo a su “amigo” de antaño, a pesar de su cambio de apariencia—. ¿Qué es lo que te ha pasado?

Podría preguntar lo mismo, ya no nos vemos como antes –respondió el rey Baal, ayudando a Jur a levantarse del suelo.

¿Por qué proteges a esa bolsa de carne? Robó parte de mis dominios –preguntó Yamm con enojo, sintiéndose vulnerado en sus derechos auto-concedidos—. Toda el agua de este mundo es mía.

No es lo que Baal piensa –intervino Hänä con resolución, apuntando despectivamente al rey y a Jur, jugando con la mente del gigante—. Nombró a la bolsa de pútrida carne que intentaste matar como “el rey de todos los mares”.

¿Qué clase de poder crees tener que te permita nombrar a un ser inferior como el rey de todos los mares? –preguntó Yamm a Baal con desdén.

¿Qué cosa en este mundo no me lo permitiría? –preguntó el rey Baal con marcado desprecio—. ¿Tú?

Blaze y Claire llegaron corriendo al lugar del desencuentro después de sentir el aumento de dos distintas y inimaginablemente fuertes presencias mágicas, poniéndose al lado de Hänä mientras observaban a Yamm.

Supongo que esto no tiene que ver contigo –dijo Blaze a su amiga apuntando al gigante de pies a cabeza, mientras Baal y Yamm continuaban en escalada su discusión, compitiendo por demostrar quién era el más fuerte de los dos.

Si crees que estoy equivocado, demuéstralo, pero no permitiré que te poses sobre mi reino y mates a mis súbditos sólo porque uno de ellos sacó un poco de agua de mar –declaró Baal.

Yamm se cansó de discutir y se agachó para hundir ambas manos bajo la dura tierra, visualizándose su duro rostro, que parecía estar hecho de agrietadas y angulosas piedras, con barbas desordenadas y gruesas como raíces de enormes árboles, con dos ojos redondos rojizos y sin párpados. La tierra cedió como si esta estuviera removida de antemano, levantando Yamm una extensa porción del terreno habitado de las cercanías del reino, con casas y negocios en su superficie, escuchándose los gritos desesperados de las personas que vivían sobre la zona removida, arrojándolo lejos como si se tratara de un liviano peso, levantándose una polvareda al impactar en la lejanía. Los gritos cesaron de inmediato.

¡¿QUÉ ESTUPIDEZ ACABAS DE HACER?! –gritó Baal, estupefacto, con los ojos enrojecidos por la sangre que inflamaba su rostro y las manos temblorosas.

Ahora sabes lo que se siente –respondió Yamm, impávido, dándole la espalda a los presentes, comenzando una lenta retirada hacia sus dominios—. Y no tuve que nombrar ilegítimamente a nadie…

Baal extendió sus manos con vehemencia hacia la costa, apretando sus puños como si estrangulara con vicioso odio a un enemigo, comenzando a hervir el agua que bañaba las playas cercanas. Lo mismo pasó con los ríos cercanos, ebullendo estos como si fueran un flujo de ardiente lava.

Sirvientes por sirvientes… –dijo Baal, atacando directamente a los seres marinos presentes en los cuerpos de agua cercanos, emergiendo desde las profundidades varios tipos de peces y otros seres desconocidos, hervidos por su propio entorno.

Claire comenzó a gritar con dolor y desesperación. Desde el interior de su falso cuerpo humano emanaba un caliente vapor, haciéndola chillar de dolor. Hänä se abalanzó sobre ella, intentando cubrirla del flujo energético proveniente de Baal, no logrando detener su influencia, lanzando una espada de hielo hacia el rey para hacerlo parar, la que estalló en miles de esquirlas al estrellarse contra su campo de fuerza. Hänä miró rápidamente a Blaze, quien entendió de inmediato las intenciones de su amiga, sacando uno de sus talismanes teletransportadores, usándolo sobre el cuerpo hirviente de las Ondinas, enviando lejos a Claire para salvar su vida.

Gracias –dijo Hänä, preparándose para recibir un ataque de vuelta por parte de Baal por haberlo atacado, pero el rey ni siquiera la consideró una amenaza, concentrándose en Yamm y en qué haría ahora que había matado a tantos seres acuáticos.

Suerte para Claire que tenía puesto un punto de escape muy lejano en caso de emergencia –respondió Blaze, susurrando, mirando al gigante furibundo—. Aunque ahora no tenemos cómo escapar de acá.

¡MALDITO! –exclamó Yamm como si fuera un ensordecedor y oscuro trueno que estremeció los cuerpos de todos los presentes, sacudiendo las casas cercanas hasta sus cimientos—. ¡Esto es guerra!

Sí, cuando quieras –respondió Baal, no considerando el verdadero peso de las palabras de Yamm.

Yamm corrió, estremeciendo la tierra con sus pesadas pisadas, saltando en dirección al mar, arrojándose en clavado, lo que hizo que el agua de la costa se recogiera en cosa de minutos, formándose al rato en el horizonte una oscura y altísima muralla de agua que se dirigió a toda velocidad hacia el reino de Baal. El rey observó atónito el desenlace del desafortunado desencuentro con su antiguo amigo, que ahora no solo amenazaba su vida, sino que también la de todos sus súbditos.

¡Hay que huir de acá! –exclamó el maestro Hi, observando las gigantescas olas que arrasarían con todo lo que estuviera en su camino, retirándose del lugar con premura hacia el interior del reino—. ¡Va a destruir todo el reino!

No lo dejaré –dijo Baal, sacudiéndose el estupor, expandiendo su campo de fuerza hasta cubrir toda la extensión de su reino, plantándose con fuerza en su posición, esperando poder soportar el impacto del gran cuerpo de agua que amenazaba con las vidas de todos sus súbditos.

¡¿Qué mierda creen que están haciendo?! –exclamó Blaze a los estremecidos maestros sirvientes de Baal—. ¡Ayudemos a reforzar la barrera en caso de que Baal falle!

Los magos se quedaron quietos mirando a su rey, no sabiendo si su intervención ofendería a su divino monarca, recibiendo un ademán de cabeza de este, instándolos a hacer lo que quisieran, uniéndose a las magas amigas que ya se encontraban desplegando su poder mágico para fortalecer el escudo que Baal estaba desplegando.

La monstruosa ola no demoró en llegar, golpeando con un ensordecedor estruendo al campo de fuerza de Baal con tal potencia que lo hizo deformarse hasta casi rasgarlo, adoptando este una cóncava hendidura en la zona de impacto. Blaze y compañía salieron despedidos dentro de la esfera protectora, como si hubieran recibido el impacto de una onda explosiva, perdiéndose en los alrededores de la ciudad, dejando solo a Baal, quien mantenía su escudo protector a pesar del titánico esfuerzo que el diluvio le estaba presentando, absorbiendo la totalidad de la potencia del maremoto que casi los aplastó, desviando el agua hacia los terrenos que no cubrió con su técnica defensiva. El agua avanzó por los terrenos aledaños, inundando todo a su paso, retirándose lentamente solo una parte del flujo, quedando un volumen tan alto como las piernas de Blaze rodeando la esfera protectora del reino.

Ya no puedo… más… –dijo Baal, cayendo de rodillas al piso, desvanecido por el inmenso esfuerzo, dejando de ejecutar su técnica protectora, desapareciendo el escudo, lo que hizo que el agua acumulada en torno a este fluyera e ingresara al reino, inundándose este de forma lenta y relativamente segura, habiéndose salvado una enorme cantidad de vidas por el esfuerzo de Baal.

Blaze se levantó de entre unos barriles llenos de pescados que terminó destruyendo luego de golpearlos con toda su humanidad, justo antes de ser completamente mojada por el agua de mar que empezaba a inundar las calles del reino de Baal. Buscó a su amiga por todos lados, encontrándola enredada en unas mallas de pesca, rebanando las cuerdas con sus manos para liberarla. Estaban golpeadas y adoloridas, pero se habían salvado gracias al rey Baal.

Los maestros magos del reino fueron a recoger a su caído rey, ayudándole a levantarse, pero estaba demasiado cansado como para caminar, por lo que lo subieron en una mesa para cargarlo entre todos a sus aposentos para que descansara.

¡Esta pelea se acabó aquí! –exclamó con enojo Jur a Hänä, antes de que la hechicera acuática reclamara cualquier cosa, acompañando a los otros maestros, llevándose a Baal.

Creo que el hombrecito tiene razón esta vez –dijo Blaze, apoyando su mano derecha en el hombro izquierdo de Hänä, algo completamente inesperado para la muchacha, que se le quedó viendo con incredulidad antes tal declaración—. ¿Qué?

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