Una de mis cualidades siempre fue la facilidad de hacer amigos; sin embargo, no tuve amigos más allá de poder contarlos con una mano, nunca entendí como es que él notó mi presencia, era tan extraña su forma de ver la vida que estoy segura que mi forma de actuar era precisamente lo que no encajaba en su prospecto de amistad. Yo era cual insecto fastidioso saltando de un lado al otro, él cual una mantis quieta observando a su alrededor y analizándolo todo o al menos eso pensaba yo.
¡Cuánto podría saber una niña de a penas 10 años! La cuestión siempre fue poder hallarme entre grupos y destacar como venía acostumbrada a hacerlo y tú liderabas desde tus sombras pero al final del camino siempre nos cruzábamos en el entretenido camino de las estrellas del conocimiento escolar, vaya falacia al creer ello como éxito. Mi mente remonta a todo esos acontecimientos y solo suelto una risita sarcástica, no debimos crecer más.
Hoy con casi tres décadas de vida es intrigante ver como han pasado los años y los roles siguen siendo los mismos y lo único que han cambiado son los escenarios y la edad de los protagonistas. Es imposible dejar de coincidir, las estrellas siempre brillan en el lugar donde estén aunque estemos separados, podremos distinguir el brillo del otro porque ya lo hemos conocido. –
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