A veces espero. Cuando lo hago, me aseguro de ser paciente, pues si ya rebasaron cinco minutos, pueden hacerlo diez, entonces, el veinte parece tan lejano.
He esperado muchas veces, dejando que hurgue entre mi ropa esencia húmeda que baja desde mi frente, como una fuente de dolor momentáneo, pálida impaciencia, dolor de lo incierto y marchitado por el tiempo. Culpables soy yo, caigo redondo, ante los cabellos largos que me han puesto aquí, con sus endebles y atractivos dedos blancos. Así es, siempre blancos, uñas limpias, rosadas de cuando en cuando.
Irreparable es, lo que se ha impregnado en mi: Un viento punzante preciso disparando a mis órganos, vientos malos. Presente siempre que uno espera.
¿Esperar qué? Al inicio esperas el motivo, luego el arrepentimiento, expresado de forma dulce y con alguna recompensa, esperas una recompensa, que no llega nunca, ni cuando empieza, ni cuando termina. Te sientes estúpido.
Un hartado ahora me invade, pequeño pero presente, jalando mi lengua o tirándole polvos de indecencia. Invoco las aguas de mi mente. Olas calmadas, que no matarían a nadie. Me serenan. Olas que saludan y llaman, cándidas, versátiles, inesperadas, misteriosas. Que llevan cuanto quieren y engatuzan cuando quieren. En mi cabeza, donde nadie habita. ¿Quien podría?
La espera, ella me ha hecho tanto mal, que ahora la amo. Y he sido atraído, así es, lo he sido. Por unas letras, mejor dicho palabras, mejor dicho oraciones. Incansables, tan propias y tan ajenas.
Agradeciendo a las propias por su independencia, su voluntad, su despierte en mi de admiración ante la juventud lexical.
Y agradezco a las ajenas por dejarse decir por ella. Las vuelve suyas, tan solo en ese instante. Transforma, hermosea, no alterando, más bien, dándoles el buen sentido con el que han nacido en esta realidad, de la mano con armonías suaves, caricias tonales, lo cual permite un buen entendimiento, además de, un amor por entenderlo
Me pierdo, pero estoy aqui. Escucho el final, pero solo su final. Lloro, pero por dentro. Muy fuerte lo hago.
He entendido todo, no he oído una palabra. Sentí lo que quería que sienta.
Entonces nos apropiamos, de los aires que rodean el liso contorno de nuestras figuras, vueltas una sola. Encantados por una historia. Por una niña y su padre, que mucho la ama. Un destino, solo uno. Señalamos todos a la muerte, y a su catastrófico peso, !Culpable! ¡Gran culpable!Pero ella, pobre de ella, es quien no se salva de nosotros. Eso aprendí ese día.
Las opiniones vuelan, como cuervos sobre un cadáver. El sueño también, pero que es él, tan pequeño, comparado a la inmensidad del momento, la profundidad de las horas, que poseen remedio y salvación, el instante no.
Es el punto, es el centro, el nexo, el auge, el inicio, el final. Que bello momento. Mis cabellos aplanados, delicadamente, por su propio peso y voluntad. Contra una pared doble, de carne tierna y expuesta. Con inocencia y fulgor. Otros de mis cabellos ondeados por unos tentáculos elegantes y ligeros, nada nuevo. Tal vez porcelana blanca, aguda y fina. Quizá hechos de cuarzo extraído del infierno. Cuerdas de Nylon, que exploran notas nuevas que resuenan en el caparazón de mi cabeza, siendo consolado, arriba, abajo, rascando dulcemente. Vibro. Se inspiran y giran entre si, mis compañeros de queratina, como ruborizados, como quien no quiere la cosa. Pero sabemos que sí. Que si quieren. Pero no deben querer, eso lo sé. Ella también. Lo sabemos. Lo sé. Claro que lo sé
Dos piernas al suelo, verticales; dos sobresaliendo, horizontales. Plasmado quedara para siempre, en las telas donde posamos. Donde pasaron horas. Hasta que me atreví a sellar, un algo, un brillante hola, o un largo adiós. Me lo impedía el corazón, con su vergonzosa inseguridad. Las horas pasan, el sueño invade y todo se acaba, entonces clavé en su perfil, ese algo mío. Cosa que, en realidad, penetró en mi, en mi memoria.c
Fue como estirar las manos cual mendigo que emite guturales internos, y recibe miserias. Apenas unas ligera curvatura de labios que se resistían a abrirse, a mostrar esas preciosas perlas, afiladas y blancas, perfectamente alineadas.
¿Cuánto costaba? ¿Cuánto debí pagar?
Resistir, ¿Para que resistir?
Ser fuerte, ¿para que ser fuerte?
Pero asi es, así será.
Ahora pregunto para mí.
Recordar. ¿Para qué recordar?
Es gente muerta aquella, las lleno de tierra, y les veo moscas. Ninguno y ninguna ahora queda.
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