Un día lluvioso de junio marqué con fuerza mi bota derecha
a los 42 metros rumbo norte del árbol más alto de la
Patagonia.
Hoy, 3 meses después, ¿me pregunto cuántas lluvias habrán
borrado mi huella?
En 10 años preguntaré si mi árbol sigue siendo el más alto de
la Patagonia.
Y en 50 años, si la vida me alcanza, me preguntaré ¿en qué
lugar del mundo creí haber dejado mi huella?
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