La sala de espera

La sala de espera

E.R. Guerrero

14/04/2025

Últimamente, mi vida es un asco de aburrimiento, un aburrimiento inmenso que acapara todo mi ser y que me sigue a todas partes. No sé qué hacer con mi vida, estoy en un momento de estancamiento e inefable desencanto, no sé cómo salir de este sentimiento de estar muerta en vida, de este hastío. Es como estar dentro de un gran laberinto donde tu química neuronal se desincroniza, tus pensamientos no se producen de forma adecuada,cegándote y así, perdiendo la capacidad de ver otras realidades, que posibilitarían la salida.

Hoy por la tarde tengo dentista y voy dispuesta a vencer el hastío durante la larga espera a la que, generalmente, me veo sometida. He llegado temprano y voy caminando lentamente desde el parking a la consulta, para intentar disfrutar de la experiencia sensorial que me ofrezca el trayecto y así, no tener que esperar tanto tiempo sentada en un lugar reducido y lleno de gente.

Tras un tiempo, adaptado a la hora convenida, cruzo la calle y subo los escalones que me llevan al portal de la consulta, pulso el botón del portero automático y empujo la puerta para entrar, enciendo la luz, ya que es un edificio viejo y oscuro, y subo por las escaleras hasta el primer piso. Como la puerta está abierta, entro sin llamar, saludo a la recepcionista y me siento en la sala de espera hasta que me llamen no se sabe cuándo.

Para no aburrirme, he traído mi nuevo libro, Euforia de Elin Cullhed, recomendado en Instagram por la librería Amapolas en octubre. Me acomodo en lo que parece ser una silla porque la sala está a reventar. Abro el bolso y meto, impaciente, la mano para sacar mi nuevo libro, busco y rebusco y ¡oh, Dios mío! Me he dejado el libro en la mesita de noche, cómo he podido ser tan despistada, solo quiero llorar, con las horas que me quedan por delante para que me llamen, estoy desesperada y no podré soportarlo. Respiro hondo e intento reponerme ycalmarme ante enorme desolación.

Me intento distraer con una conciencia plena de todo lo que hay en la sala. Miro el techo con sus desperfectosrecién descubiertos (después de tantas visitas al dentista y nunca los había visto), la lámpara (horrorosa, por cierto, aunque mi criterio, en estos momentos, desdibuja cada detalle), las persianas, los cuadros … me muerdo las uñas y me hago sangre, me pongo a mirar al resto de pacientes; cómo van vestidos, cómo serán, qué profesiones tendrán… toda esta distracción y solo han pasado quince minutos (me vuelvo a hacer sangre), pero me doy cuenta que todos los pacientes están con la mirada fija en susmóviles, ¡eso es, el móvil! cómo no se me había ocurridoantes. Me tranquilizo, abro el bolso de los olvidos y busco el móvil. No lo encuentro, enajenada, saco todo lo que tengo dentro del bolso y lo esparzo por el suelo; pensarán que estoy loca, pero estoy tan desesperada, que me da igual lo que piensen. No puede ser que también hayaolvidado el móvil, sí, sí, ahora recuerdo que estaba encima del libro, en la mesita de noche para que no se me olvidran. No puedo esperar tanto tiempo sin nada que hacer para distraerme y no pensar en la espera, me va adar un ataque de ansiedad o peor, de hastío, que es a lo que más temo.

Me pongo a mirar el televisor, algo que nunca me ha gustado, están emitiendo un programa que se llama Pasa Palabra. Le hacen la primera pregunta al participante: con la A, animal que caza y se protege con la seda que produce; totalmente metida en el programa y al ver que el concursante no respondía de forma inmediata y presa de mi entusiasmo distraído, de forma repentina, grito¡ARAÑA! Todos en la sala, desorientados y algo contrariados, levantaron sus cabezas de los móviles y clavaron sus miradas acusadoras en mí, para que, en cuestión de segundos, regresaran al interior de sus absorbentes máquinas, evadiéndose de la realidad. Me olvido de mi angustia gracias al primer acierto de la rueda de preguntas, aguanto hasta que termina el programa y por listilla, solo he acertado la primera pregunta, menuda frustración. Encima de hastiada, frustrada.

Ya agotada, dirijo la mirada a la mesa central de la sala y veo una biblia y un rosario en el centro, ¡Ave María Purísima! lo que me faltaba por ver (de la impresión emocional, me doy un tremendo golpe en la cabeza contra la pared, al retroceder de forma enérgica hacia el respaldo de la silla). Pero ¿cuándo se ha visto algo así, en laconsulta de un médico? (debe ser una señal que no entiendo). Llegó un momento, en que yo ya no era personay como alma en pena que vaga por el borde de un abismo,no podía hacer otra cosa que mirar a los presentes ausentes con la mirada perdida, conmocionada por el golpe, por la revelación no entendida y porque seguía muerta de hastío.

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