El libro de color mandarina

El libro de color mandarina

Vivo en una casa de campo a las puertas de la selva tropical, donde los sonidos y los colores son diferentes. Es aquí donde he vivido mis grandes aventuras y donde me enamoré de la naturaleza salvaje de la selva, de su luz y su oscuridad, de su grandeza inacabable que me atrapó para siempre. Esto solo fue posible gracias a la paciencia y sabiduría de un abuelo que me enseñó a ver el mundo con los ojos de quien sabe mirar la belleza más allá de lo que puede ver, esa grandeza que estremece.

Todos los días salía con su viejo sombrero tipo safari, su bolsa de trabajo de entomólogo roída por el inedulible paso del tiempo y su pequeña cantimplora forrada de tela escocesa…

Sofí es mi nombre y tengo once años, mi pasión por los insectos es un regalo que me hizo mi querido abuelodesde muy pequeña. Luego, cuando cumplí diez años, me hizo otro, un regalo increíble, su libro de color de mandarina, un libro que hablaba de escarabajos, libélulas, avispas, insectos palo… de un mundo diverso y maravilloso como lo fue su vida de entomólogo y que a partir de ese momento formaría parte de la mía.

Un día, intentando atrapar un insecto que no tenía en mi colección, salí tan rápido detrás de aquel bicho, que no me di cuenta de guardar el libro en la bolsa de tela de lino tostado que me había hecho mi abuela, para guardar mi material entomológico, y lo dejé tirado en el campamento base sin pensar en las posibles consecuencias. Me centré en la captura del nuevo insecto de forma tan obcecada, que no fui consciente del tiempo que había empleado en el fracasado intento de atrapar al raudo bicho, Megaloprepus caerulatus o comúnmente llamado caballito helicóptero del diablo, fracaso debido al despiste con un hermoso colibrí picoespada que se alimentaba del néctar de un floripondio rojo.

Frustrada fui al campamento base donde había dejado el libro, pero conforme me iba acercando, mi corazón empezó a latir con tanta fuerza que parecía que iba a explotar en cualquier momento. No recordaba donde lo había dejado, pero sí sabía que no había sido en la bolsa de tela; ese apremio para satisfacer una pasiónincontrolada.

Busqué y busqué en mi bolsa y nada, no lo encontré; pensé en mil infortunios, pero eso no arreglaba que había perdido el libro de mi querido abuelo en el que se plasmaba todo su trabajo de entomólogo, y eso sin pensar en la disparatada y absurda forma en la que todo habíasucedido. Mientras buscaba, reptando, entre la exuberante vegetación, arañándome por todas partes y rasgándome la ropa, solo pude encontrar las tapas duras de color mandarina que protegían las hojas totalmente despedazadas.

Ya sin fuerzas e impotente ante inefable suceso, caí al suelo llorando sin consuelo, lloré tanto que me dormíencima de una gran roca grisácea, pigmentada por varias especies de líquenes, que me protegía de la humedad del suelo. Cuando desperté, con la cara hinchada y los ojos rojos de tanto llorar, me percaté de que estaba rodeada por un escuadrón de hormigas cortadoras de hojas con su pesada carga de hojas color verde aceituna y hormigas más pequeñas asidas a la hoja para su defensa de otros bichos. Miraba aturdida aún por la pérdida de mi preciado libro de color mandarina, cuando me di cuenta de que muchas de las hojas que cargaban las hormigas eranpequeños pedazos de las hojas de mi libro, no me lo podía creer; con cuidado me levanté y empecé a seguir la gran fila de hormigas, que se volvía a formar tras bordear la gran roca multicolor. Las seguí por toda la selva intentando no perderlas de vista debido a la tupidavegetación, pero enseguida me di cuenta de que tenía que volver a casa si no quería que me atrapara la noche, perdiéndome la belleza sensorial de la noche selvática. Corrí a mi casa con el único pensamiento de que al día siguiente volvería a intentar recuperar mi libro, o lo que quedara de él.

Ya en casa, sigilosamente me metí en mi habitación para que mi abuela no viese la pinta que traía; una vez duchada y con mi pijama me puse a buscar información sobre esas hormigas cortadoras de hojas. Supe que eran grandes cavadoras que podían llegar a hacer grandes excavaciones y que algunas especies de esta familia de hormigas, con sus potentes mandíbulas cortantes, despedazan trozos de hojas y se las llevan al hormiguero, pero no se las comían. Al saber que no se las comían sentí un gran alivio, pero esa noche no pude dormir, solo veía hormigas cortadoras de hojas despedazando mi libro por diversión y veía como se reían y guardaban los fragmentos en un inmenso hormiguero que era defendido por la casta de soldados portadoras de unas mandíbulas que parecían enormes sierras eléctricas, lo que lo hacía inexpugnable.

Sin contar nada de lo sucedido a mi abuela, salí al día siguiente en busca de las hormigas ladronas de libros, pero no las encontré, así que me senté y esperé a que aparecieran ¾ese día colectar insectos no era mi misión¾,la misión era recuperar mi libro entomológico y reconstruirlo, si es que eso era posible.

Aburrida y cansada de esperar, por un corto lapso de tiempo quedé tan hechizada por la gran variedad de preciosas orquídeas que engalanaban la selva que perdí el sentido de por qué estaba allí sentada y no fui consciente de que las hormigas ya me acompañaban con su trasiego de hojas, hasta que vi algo increíble, varias hormigas tiraban de los extremos de dos hojas de plantas que estaban a un palmo de distancia la una de la otra,formando un puente viviente para que el resto de obreras pasaran de un lado a otro con su cargamento de hojas en dirección al hormiguero, superando la separación entre ambas plantas, ¾me pareció algo sorprendente, una obra de ingeniería de gran belleza.

Las hormigas en formación cargaban los trozos de hojas que cortaban de frondosas y diversas plantas que poblaban la selva, las aparté con cuidado, para no dispersarlas mucho y me puse de pie dispuesta a seguir a esas ladronas hasta su guarida. Caminé unos cien metros en formación con las hormigas esquivando todo tipo de obstáculos y en un claro de la selva, casi desprovisto de vegetación emergió el inmenso hormiguero en forma de montaña con miles de hormigas ajetreadas, organizadas en grupos de tareas, unas entraban con hojas, otras las procesaban dentro del nido, mientras que otras defendían el hormiguero ante cualquier invasor con sus poderosas mandíbulas…

No podía hacerme una idea de lo enorme que tendría que ser ese hormiguero por dentro, ni cuánto tendría que cavar para recuperar mis pedacitos de libro entre tanta hormiga y hojas de árbol. Ahora tenía que pensar en cómo acceder a ese hormiguero y recuperar mis pedacitos de libro, aunque la vida se me fuera en ello. Como ya sabía dónde encontrar el hormiguero me marché a casa para pensar qué hacer al día siguiente, no lo podía demorar más si no quería perder el libro.

Volví a buscar información sobre las hormigas cortadoras de hojas y, para mi sorpresa y terror, las obreras de menor tamaño cortan las hojas en pedazos más pequeños y los mastican para hacer una pasta que colocan en distintas partes del hormiguero para que de ella crezcan diminutas setas de las que se alimentan, trabajando como verdaderas agricultoras. Me quedé horrorizada, me di cuenta que en su conjunto se trataba un superorganismo que funcionaba como una máquina a la perfección, con sus castas y su división del trabajo, sin competencias, no puedes competir contigo mismo.

Me puse a llorar de nuevo tanto por mi libro perdido como por las hormigas, algo tan grandioso y maravilloso no podía ser destruido y todo por mi negligencia, mi impulso descontrolado. Pero el libro era muy importante para mí y pensé en seguir con el plan y buscar una pala para cavar, así que fui y le pregunté a mi abuela:

− Abuela ¿tenemos una pala para cavar?− ¿Tú estás loca chiquilla, qué piensas hacer ahora? No sé qué voy a hacer contigo, estás todo el día por fuera cogiendo mosquitos y ahora quieres una pala para cavar ¿para qué? ¿ahora quieres enterrar a los dichosos mosquitos?− Abuela no son mosquitos, yo colecto otros insectos. Abuela, quiero coger unas hormigas que viven bajo tierra y para eso necesito una pala, es un asunto de vital importancia.− Pues en casa no tenemos pala, pregúntale a tu tío a ver si tiene una… esta niña no es normal.

Me voy corriendo a casa de mi tío Antonio que vive dos casas más arriba de la mía, toco el timbre y no responde, vuelvo a tocar y nada, me siento junto a la puerta a esperar a que llegue, necesito desesperadamente la pala. Ya estaba oscureciendo y a punto de regresar a mi casa cuando oigo¡Sofí!

− ¿Qué haces aquí tan tarde?− Es que la abuela me dijo que igual tendrías una pala para cavar y he venido a ver si me la puedes prestar, tío Antonio ¿tienes una? − ¿A quién has matado y vas a enterrar? ja, ja, ja, es broma Sofí. Sí tengo una, entra en casa y te la doy. − Pues rápido que la abuela ya estará furiosa. − No te preocupes ahora mismo la llamo y le digo que te quedas a comer conmigo que hace tiempo que no vienes por aquí, a cambio de la pala.

Después de cenar mi tío me acompañó a mi casa, pala en mano, con una sonrisa de oreja a oreja de satisfacción y triunfo, pero sobre todo de esperanza.

Al día siguiente me fui con la pala dispuesta a destruir el hormiguero, había perdido la capacidad de conmoverme con la belleza debido a lo que significaba la pérdida del libro para mí. Llegué y empecé a dar vueltas para ver cuál era el mejor sitio para cavar cuando, de repente, me doycuenta que, por detrás del hormiguero, en una zona de bosque llena de hojas amontonadas se encontraba mi libro despedazado, habían hecho una selección de las hojas decidiendo ente plantas buenas y plantas malas… ¡había encontrado mi libro! y lo mejor de todo es que no tenía que destruir a esa maravillosa sociedad de hormigas, con su inmenso hormiguero. Estaba fascinada, recogí todos los pedazos del libro con mucho cuidado de no estropearlosmás, lo que me llevó unas cuantas horas, y los metí en mi bolsa de campo de lino tostado, que había traído por si recuperaba mi preciado libro.

Llegué a mi casa y con mucha paciencia empecé a recomponer el libro poco a poco. Tardé varios meses y,aun así, no pude remendarlo del todo, pero sí la mayor parte de las anotaciones que fue lo más fácil, de todas formas, nunca perdí la esperanza de recomponerlo del todo e iba a trabajar muy duro en mis noches de insomnio. Gracias a mi maravilloso descubrimiento y aprendizaje con el superorganismo que conformaban las hormigas cortadoras de hojas, mi vida, mi pensamiento y mi visióndel mundo natural, que tanto nos define, cambiaronaccidentalmente, pero de la forma más clara que cupiera imaginar, así que tomé la firme decisión de ser entomóloga cuando fuese mayor y seguir los pasos de mi querido abuelo… eso sí lo conseguí.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS