El día que te vi por primera vez llovía como si el cielo estuviera harto de todo. De esas lluvias que no dejan ver bien ni a dos metros, sabes? tu con una chaqueta azul que llamaba la atención como si no supiera que todo lo demás era gris. Yo tenía mil excusas listas para no acercarme… pero igual lo hice. Y cuando dijiste «sólo estoy de paso», creo que ahí ya debí haber entendido que eras de esos momentos que se cuelan sin pedir permiso y después no se van nunca.

Fueron sólo unos días, contados con los dedos. Pero en mi cabeza se sienten como si hubieran estirado el tiempo. Me acuerdo, sobre todo, de esa noche en el restaurante casi vacío. Llegamos  y la chica nos miró con una mezcla de felicidad y ternura. Pedimos una hamburguesa que no dejamos a medias y un bebida que, si me apurás, ya tenía gusto a despedida.

Ahí, entre los panes y las copas que terminamos, fue que todo se volvió demasiado real. Te limpiaste la boca con el dorso de la mano después del primer mordisco, dejaste un poco de salsa en el pulgar. Te lo señalé, te reíste. Y en vez de limpiártelo, me lo acercaste a la boca como quien dice (prueba esto). Y dijiste: así vas a recordar siempre a qué sabía este momento. Y no supe si me estabas haciendo una promesa o avisándome que se venía el final.

Esa noche, en mi cuarto, tu piel olía fresca como si de azucenas se tratase y a ese perfume grandioso que nunca le admitiría a nadie que todavía me acuerdo cómo era. Me contaste entre risas que de chica habías robado un chocolate, y no sé por qué, pero eso me pegó más que cualquier historia triste. Tal vez porque eran esos detalles raros, descuidados, los que te hacían tan real para mí.

Cuando te fuiste, lo hiciste siendo exactamente quien habías sido desde el principio: hermosa, lejana. Sin drama, sin escena. Sólo unas hojas con tu letra. La dejaste en la mesa del escritorio. Y yo, a veces, vuelvo ahí. Me siento en la misma mesa, la leo. y recuerdo esa noche en el restaurante. Como si el sabor pudiera traer de vuelta, aunque sea por un rato, ese pedacito de tiempo donde todo parecía tener sentido.

Sé que no vas a volver. Pero igual espero. Porque esos días —aunque poquitos— me hicieron sentir más vivo que años enteros. Y porque sí… todavía me gusta creer que en alguna otra vuelta, en otro tiempo, en otro mundo, tal vez sí nos dimos el chance que esta vida no nos dio.

Quizas en otra vida, quizas tenga mas suerte.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS