No siempre quise ser francés, pero ahora, mucho menos. Solo me gusta su música, algo de su cine y sus escritores. De fondo, Iggy pop (Muskegon, Míchigan, 21 de abril de 1947) cantando Les Feuilles Mortes. A mi lado izquierdo, sobre el escritorio, una vieja fotografía de mi bautizo (no sé qué año fue) que me hace recordar que alguna vez fui niño — ya lo había olvidado — . Quizás el año del 86. En la imagen se encuentra mi abuela, mi tía con su esposo e hijo y la bisabuela de mis primos, Doña Estela. Ahora, he llegado a los 40 años donde uno intenta volver a encontrar sentido a la vida. Casi media vida de existencia no es en vano. Te ayuda a acelerar un poco las cosas antes de morir. Me refiero a acelerar, a intentar lograr algo, por muy minúsculo que sea. Llegar a edad adulta sin tener un reconocimiento por haber existido, de cualquier forma, es un tanto deprimente. Por ahora, he logrado algunas cosas que me han hecho sentir bien: tres publicaciones en editoriales internacionales. Creo que ha sido mi logro más grande, hasta ahora. Una decadencia siempre te pisa los talones. Por ello, es necesario acelerar el paso. O la decadencia te alcanza o tú alcanzas la muerte primero. El siguiente track es Main Street Eyes. La fotografía del pasado toma otro sentido cuando el ritmo musical cambia. Ahora se torna un poco feliz, pero deprimente. Lo que era, se ha perdido. Lo que soy es un intento de lo que era. Sin embargo, nada puede ser igual a lo que alguna vez fue. Y si lo fuera, no sería lo ideal. Regresar al pasado no es grato cuando tu vida ha sido desgraciada y llena de lamentos. Siempre es mejor dejar todo atrás y adoptar otra identidad fuera de lo que alguna vez creíste ser. I Won’t crap out; solo quiero desligarme de lo que no sirve, de lo que fue causa en tiempo y forma en un pequeño cuerpo triste y asolado que caminaba entre calles de concreto. Pero, aún lo recuerdo. Tal vez, es imposible perderlo. Recuerdo que mi madre decía, que mi abuela le dijo, que su bisabuela decía, que descendemos de franceses. Quizás hay algo de cierto. Mi segundo apellido tiene origen francés.
Candy; recuerdo los sueños que nacían de un niño sin porvenir. Recibidos en una carta de una lejana amante. Julia. Julia Velázquez escribía para ese niño que ya era un joven. La carta aún en mi posesión yace en mi escritorio un poco más arriba de la fotografía de mi pasado.
¡Hi!
José, ¿cómo has estado? Espero que muy bien. O.K. Después de esto te digo lo próximo:
No creas que ya me he olvidado de ustedes y espero que ustedes no se hayan olvidado de nosotras. O.K. Te quiero decir que si otra vez me puedes dar tu correo electrónico. O.K. no se te vaya a olvidar.
Bueno, también le dices a Marco que me mande su dirección, no se te vaya a olvidar eso.
¡Oh! Quiero que me mandes una foto tuya y de Marco.
Te mandan saludos mis amigas, también a Marco. Espero que me conteste pronto, O.K. porque voy a esperar tu contestación, porque la verdad, you like me. Sabes, no me voy a olvidar de ti y espero que tú te acuerdes un poco de mi O.K.
¿Qué has hecho en estos días y qué no haces?
Le dices a Marco que le gustó a mi amiga y que le manda saludos.
Bueno, voy a esperar tu contestación. ¡Oh! Y tu foto, O.K., no se te vaya a olvidar.
Te cuidas y recibe saludos de todas nosotras. Especial de mi O.K. Bye.
P.D. Aunque nos conocimos nada más por un rato, nos parecieron unos chavos bien suaves y superbuena onda. Espero que nosotras a ustedes también. Pero, aunque te parezca un poco ridículo, tú a mí me agradaste más que todos tus amigos. Bueno, eso es todo. ¡Creo! 06–08–00
Nunca contesté la carta. Ni sabía que tenía que hacerlo. Era demasiado para mí una aventura de esta índole. Por una extraña razón, sigo guardándola en algún lugar de mi memoria.
Para Julia.
Algunas veces el pasado nos alcanza y nos recuerda que hemos olvidado lo más importante de la vida: perdonar lo que dejamos inconcluso. Han pasado 25 años desde que recibí tu carta. Ahora, de 40 años, tengo una vida diferente a cómo la imaginé (creo haberla imaginado alguna vez). Escribiendo al pasado con pena y recibiendo su misericordia entre palabras e ideas que alejan mi dolor. No recuerdo exactamente el lugar donde te conocí e intercambiamos direcciones. No recuerdo si guardé en algún lugar tu correo electrónico o tu número de teléfono de ese tiempo. No recuerdo si pensé en escribirte o simplemente ignorarte. Nunca creí que algo fuera posible entre nosotros dos. Mi mente no tenía esa idea de amor del que todo joven habla y que dice que busca el amor de su vida. Lo único que conocía era el dolor de no sentir empatía por el mundo y mi familia. Han pasado tantos años y el recuerdo de recibir tu carta sigue presente. Entonces, no ha pasado, sino, está vigente en mi memoria, en mi recuerdo. Y por esa razón, me atrevo a escribir esta carta, que estoy seguro, no recibirás jamás.
Neon Forest canta Iggy Pop. Yo podrí cantar Mexicali Boring; una ciudad aburrida hasta la médula de la cual quisiera escapar. Y parece lo contrario, como si hiciera todo lo posible para permanecer aquí y echar raíces y estancarme cada día más y más. No recuerdo a tus amigas y poco puedo imaginar tu cara. Tal vez, un poco, tu sonrisa joven y dulce que me miraba atentamente mientras todo pasaba alrededor y me ponía nervioso de alguna manera. Después de salir de ese ascensor que nos llevó a un área restringida, iluminada con luces rojas, te conocí; las conocimos entre gritos y pensamientos abstractos; idiotas caminantes. Pero, aparecieron ante nosotros de la nada. Todo fue muy raro. En serio. Nunca esperamos conocerlas y que ustedes, se interesaran por nosotros. Fue inusual que unas chicas de una ciudad lejana voltearan a mirarnos a nosotros, un grupo de jóvenes tontos que no sabíamos ni siquiera qué hacíamos en ese lugar del gobierno de EE. UU… No lo entiendo, pero no importa. Las cosas pasan así en la vida. Nada tiene sentido y mucho menos si intentamos darle un poco.
No hago mucho. Escribo una carta y otros días, recuerdos. Cuando no hago eso, leo un poco y como algo que me haga sentir bien. Hay días en los que me lamento por falta de ideas para escribir y otros me regocijo por escribir una línea. Así es esto, Julia. No tengo fotos mías y mucho menos de Marco. Marco se ha casado, tengo entendido, porque nunca más volví a saber de él después de terminar cuarto semestre de preparatoria. No sé quién es ni qué hace.
Nunca supe si me agradaste por atracción física o solo porque tu presencia era accesible. Me refiero a que, mi idiotez juvenil, no pensaba en una relación. Ni siquiera lo contemplaba. Tal vez por eso nunca intenté contestarte. Ahora, creo comprender, aunque no indago mucho en ello. Solo divago un poco en ese recuerdo de tu sonrisa y una vieja carta.
Me agradó conocerlas. Fue interesante ese momento. Aunque platicamos poco, pudimos encontrar una forma de conexión a distancia. Una carta, un recuerdo de tu ser; una falta de contestación por mi parte. Me disculpo por mi ausencia de 25 años. No sabía qué hacía en esta vida. Ahora, lo trato de descubrir. Tal vez hubiera nacido la historia de amor que todo joven siempre ha buscado y que pudiera ser escrita mil veces y que perdure por toda la eternidad; que hiciera las estrellas brillar.
P.D. Aunque no leas esta carta, algunas veces te pienso y espero encontrar alivio a ese recuerdo. 18–03–25
Vuelvo a mirar la vieja fotografía. No me recuerdo. Quizás es un engaño, un montaje de algo que nunca pasó; algo que nunca existió y con el cual identifico este dolor. Un niño entre brazos, sin tristeza; soportando el vacío de lo que alguna vez fue antes de nacer. Brick by brick; viviendo en la orilla de la noche oscura, densa y sin estrellas, por ahora.
Todo se resume en una foto de un niño olvidado y una carta de un amor lejano.
OPINIONES Y COMENTARIOS