Recostada en mi cama, en posición de lado, viendo hacia la venta, en una noche de luna llena, y haciendo memoria de la vida que he tenido hasta ahora, con una familia muy peculiar y que la verdad no la cambiaría por nada del mundo.
Tengo muchos recuerdos, tanto buenos como malos, que me hacen reír o llorar. Pero al final de cuentas son mis recuerdos, que hacen que mi vida sea interesante, tanto para bien o para mal.
Observando a través de la venta, la enorme luna llena, que, con su brillo plateado, baña mi rostro a través de la traslúcida cortina blanca. Me hace pensar, ¿el del porqué estoy con esta familia, en la que ni siquiera tengo parentesco alguno con ellos?
Y la respuesta es muy sencilla. Ellos me adoptaron cuando era un bebe. Que fue abandonada en su puerta, hace aproximadamente diecisiete años.
Todo comenzó en una noche fría de luna llena. Hace dieciocho años, fui abandonada por mi madre después que nací, dejándome en las puertas de una gran mansión en las afueras de la ciudad de Salem, Massachusetts, en la noche de Halloween.
En un principio, parecía que la mansión estaba sola, ya que no se veía ni una persona entrar, salir o pasar por el camino que lleva a la ciudad. Y puesto que era un día festivo en Salem, Halloween, quizás estaban de fiesta o nadie viva allí.
Después de estar horas, dentro de la canasta enredada en una delgada cobija, como todo bebé, empecé a llorar. Lloraba lo más fuerte que me daban mis pequeños pulmones, para ver si así alguien me escuchaba y se apiadaba de mí. Y después de un rato, se escucha la voz de una persona y varias pisadas. Se notaban que tenían una animada conversación, ya que las risas no se hacían esperar.
Esas personas, al llegar a la puerta de su casa, y ver y oír claramente a un bebé, llorar en una canasta. La expresión en su cara era realmente indescriptible.
— ¿Pero qué diablos es eso? — . Un chico de facciones finas, cabello blanco con las puntas teñidas de negro y rojo, ojos bicolores, un ojo color miel y el otro verde, y piel blanca, era la persona que había formulado la pregunta.
—No es ningún diablo, Lyssandro, es un bebé —que al momento de decirle eso, me toma en brazos y me cubre con su abrigo del frío. Una persona de aspecto serio, formal, de cabello largo y castaño, ojos penetrantes y oscuros, y que me sostenía de manera protectora.
—Sí, ya me di cuenta de que es un bebé, Dimitry.
—Y, dime hermano, ¿Qué piensas hacer con ese bebé? ¿eh? —un chico de cabello negro, de facciones finas, piel blanca, de ojos café oscuro y que estaba abrazado a una chica. La chica, era hermosa, su aspecto delicado, combinaba perfectamente con su cabello rubio platinado y largo. Ella estaba disfrazada de bruja, mientras los otros, estaban, particularmente vestidos con ropas de la época victoriana.
—Yo digo que lo decidamos mañana, ya que es muy tarde y está haciendo frío y podría hacerle daño al bebé, sino es que ya este enfermándose por estar quien sabe cuántas horas aquí en la puerta y por lo que se ve, es que es una recién nacida, por lo pequeñita que se ve —. La voz de la chica, no se hizo esperar, ya que parecía entender mi situación actual.
Al entrar todos a esa casa, llamaron a Esteban, el mayordomo de la casa. Después de que le dieran las respectivas indicaciones y me dejaran a su cuidado esa noche, todos se fueron a dormir.
Para el día siguiente, la chica de cabellos blancos fue a buscarme en la habitación de Esteban. Ya que según ella quería llevarme al doctor y comprarme ropa para bebé. Después de que desayunaron y que a mí me dieran con un gotero algo de leche, porque aún no tenían biberones, todos fuimos al doctor.
Estando en la clínica pediátrica, las cuatro personas que me encontraron le dijeron la pediatra, que yo no era ni hija, ni hermana, ni nada de parentesco con ellos. Que me encontraron la noche anterior en la puerta de su casa y que aún no tienen idea de lo que realmente quieren hacer conmigo, por supuesto que siendo un bebe, que es lo que podía entender de lo que estaban conversando, lo importante para mí en ese momento era, comer y dormir.
Después de hacerme el doctor varios estudios, se confirmó que solo tenía unas treinta y tantas horas de haber nacido, que era una hermosa bebé, y que tenía un poco irritada mi garganta, de tanto llorar a grito a abierto, y que, para él, se le hacía un milagro que realmente, estuviera viva en tales condiciones después de nacer y ser abandonada de una manera tan cruel.
Los minutos con el pediatra, transcurrieron con indicaciones, recomendaciones, tips, sugerencias, recetas médicas, etc. Ya que habían decidido criarme ellos, aunque el doctor no parecía muy de acuerdo con la situación. Puesto que, para él, ellos no parecían mayores de edad, al menos dos de ellos. El hermano mayor, que al parecer no pasaba de los veintitrés años, fue el que decidió tomar el papel de padre.
Después de estar en la clínica pediátrica, me llevaron a las tiendas de ropa, la que, entre todos, escogieron el conjunto que más les agrado y algunos consejos de la dependienta, saliendo de allí con muchas bolsas llenas de ropa para bebe. Luego de pasarnos a la tienda de “Todo para su BEBÉ” y comprar entre cuneros, carriolas, muebles y todo lo relacionado para una habitación adecuada para un bebé, decidieron regresar a casa porque ya era tarde y tenían que alimentarme, cambiarme y bañarme.
En un principio, dormía en la recámara de quien se había convertido en mi padre, ya que estaban arreglando un cuarto, que sería mi recámara, hasta la fecha actual.
Con los días, me llevaron a registrarme y adoptarme legalmente. Recibiendo el nombre de; Dalyla Evano Elle Michelle Hemsworth.
Era un nombre bastante largo, pues ninguno se decidía que nombre ponerme de los nombres que ellos habían escogido para mí. Así que decidieron, ponerme los cuatro nombres, que cada uno de ellos tenían para mí. Y quedando como mi padre legal; Dimitry Ivanovish Hemsworth, y como mi tía; Rosalya Michelle de Hemsworth. Como mis tíos; Lance y Lyssandro Hemsworth.
Estas personas se habían convertido en mi familia. Una familia que me quería, que me protegía y me consentía en todo. Una familia muy peculiar, y extraña para el resto del mundo. Ya que ellos, guardaban un gran secreto. Un secreto, que el mundo no debía de saber, y que si la gente, en este caso, los habitantes de Salem se enteraban, sus vidas correrían un gran peligro.
Así que, debían de mantenerse al margen para no ser descubiertos por los humanos. Y el secreto que ellos guardan celosamente, es que ellos son vampiros.
Todos ellos, como cualquier criatura sobrenatural, se mezclaba entre la gente para así no ser descubiertos por ellos. Una vez al mes, ellos iban al banco de sangre para alimentarse, ya que su política entre ellos prohibía el atacar a humanos. Solo en caso extremo de ser descubiertos, atacaban solo para defenderse, pero sin dañar severamente a la persona agresora.
El banco de sangre al que ellos iban era de ellos, de la familia Hemsworth, que lo usaban para dos propósitos. Uno, cierta cantidad de litros de sangre de los donantes se mandaba a clínicas y hospitales del condado de Salem. La otra cantidad de litros era para ellos y algunos sirvientes de la mansión.
Así, que esa era mi familia. Una familia de vampiros, que decidieron criar a un bebe, que ellos aseguraban que era humana. Pero que, con el tiempo, descubrirían, que no soy una simple humana, sino algo mucho más. Algo que, a los humanos les aterra en lo más profundo de su ser, y que, a las criaturas sobrenaturales, como vampiros, hombres-lobos, hadas, elfos, duendes, brujas, sacerdotisas terrenales, magos, etc. Temen, respetan, veneran y odian, y que me traerá tanto beneficios como problemas. Y es que yo, soy hija de un demonio, y no cualquier demonio, si no, Dahak, el rey de los demonios. E hija, de la reina de las brujas, Moon. Así, con ambos linajes entrelazados de estos reyes, hace que otras criaturas mágicas, sobre todo las malignas, me traten con el debido respeto que merezco, por ser una princesa. Tanto como bruja y demonio.
Que, en lo personal, no me interesa ser princesa de nada ni de nadie. Bueno, solo ser la princesa de mi papá Dimitry y la princesita de mi tío Lyssandro.
Y así, estando en mi cama viendo la gran luna llena que se asoma por la ventana de mi habitación, y recordando todo lo que me ha pasado a lo largo de estos años, que para mi familia no son muchos, pero para mí son toda una vida, dieciocho años no son en vano. Aunque todo sea un solo parpadeo para algunos, para otros, es una buena historia que contar. Como cuando mi papá Dimitry, me contó una anécdota de cuando él era humano y conoció a la persona que amó y que fue su prometida.
Era 1817, una época en que los caballeros se comportaban como caballeros ante las damas, en una gran fiesta de gala en Viena, Austria, celebraban el cumpleaños 16º, de una joven condesa. Madeleine Von Rabenhorst.
Mi papá en ese tiempo, él era un joven, hijo de un Barón inglés, y de una Baronesa de Austria, que por ese entonces la familia de mi papá viva en Viena. Dimitry, Lance y Lyssandro habían nacido en Inglaterra, pero cuando ellos eran pequeños, se mudaron a Austria, ya que la madre de ellos era austriaca.
Estando en la fiesta de Madeleine Von Rabenhorst, un joven y apuesto Hemsworth, se pasea por todo el salón bailando con las bellas damas, que asistieron al evento de la joven condesa. Después de tanto bailar con todas las damas, solo le faltaba una, la anfitriona del lugar.
Cuando Dimitry, llego ante la joven condesa, sus ojos no podían apartarse de los ojos de ella, y ella no apartaba los ojos de él. Fue amor a primera vista. Estuvieron bailando toda la noche, al son de la orquesta, que tocaban muy buenas melodías. Las miradas, que se daban, no se hacían faltar, junto con las sonrisas tímidas y los sonrojos por parte de ella, de las palabras dulces y tiernas que Dimitry le susurraba al oído.
Con el tiempo, Dimitry y Madeleine, se comprometieron en matrimonio. Pero, ese matrimonio nunca se iba a realizar, porque una plaga, azoto por toda europea, matando más de la mitad de la población europea.
En Viena, Austria, más de la mitad de la población austriaca había perecido por esa epidemia. Pocos eran las personas que no se habían contagiado por la enfermedad de la peste, y los que aún conservaban su salud eran mis tíos Lyssandro Lance y mi papá. Madeleine Von Rabenhorst, no tuvo tanta suerte, la epidemia la alcanzo junto con su familia. Y uno a uno empezaron a perecer, solo quedaba ella sus hermanas mayores, Nicole y Anika, su hermano menor Gedeón y su padre Marc. Dimitry, iba todos los días a la casa de su prometida y se estaba todo el día y a veces, se quedaba en las noches para velar la salud de su amada, que cada vez empeoraba más. Por esos días, los hermanos de Dimitry, enfermaron a causa de la epidemia.
Unos días después del funeral, de los tres hermanos de Madeleine, Dimitry, desesperado por la condición en la que estaba Madeleine, y los hermanos de Dimitry, tomo la decisión de buscar una cura para este mal que azotaba a las personas que él más amaba, no le importaba llegar hasta el fin del mundo, con tal de encontrar una cura para ellos.
Esa búsqueda lo llevo a Rumanía, donde encontró a un conde y su peculiaridad forma de vida. Este conde era un vampiro. Este conde vampiro, le dio la opción de convertir en vampiro, a Dimitry. Diciéndole que así podría salvar la vida de las personas que más quería, pero había que pagar un precio. A mi padre no le importaba el costo, sino el encontrar una cura para salvar a su prometida y a sus hermanos, no importaba si tenía que convertirlos también en vampiros, si eso garantizaba el bienestar de las personas que quería. Y ese era el precio a pagar. Convertir a sus seres queridos en vampiros.
El vampiro, al ver la determinación que mostraba Dimitry, accedió a convertirlo en su semejante. Mordiéndolo en la clavícula, para beber su sangre, hasta dejarlo al borde de la muerte. Después, el conde, se hace una herida en la vena de la muñeca, y la sangre que brota de ella, se la ofrece a Dimitry, para terminar con el ritual de conversión de humano a vampiro.
Ya siendo un vampiro, nota que la luz solar no lo daña severamente como en las historias de terror, que algunos escritores ponen. Solo, le molestaba lo suficiente para debilitarlo un poco, pero sin llegar a matarlo, como en las historias. Tampoco le dañaban los crucifijos, ni el agua bendita. El ajo tampoco le molestaba, quizás un poco, por el fuerte olor que tiene el ajo. Podía reflejarse en los espejos, y no era necesario dormir en algún ataúd, como el conde vampiro, eso era opcional. La estaca, solo los inmovilizaba y los dejaba en un estado de letargo, pero no los mata. La forma de matar a un vampiro es la decapitación, en caso de que un humano dese matarlo. Otra forma de matarlos sería con magia, en caso, que la persona en cuestión sea demonio, brujo, clérigo y/o sacerdotisa terrenal, entre otros seres mágicos.
Después, de que Dimitry se convirtiera en vampiro, vuelve a Austria, pero su regreso no es lo que él esperaba.
En los días en que Dimitry no estuvo, la condición de Madeleine empeoró, con mucha rapidez. Dos días antes del regreso de Dimitry, el último miembro de la familia, Madeleine Von Rabenhorst, muere. Siendo enterrada, un día antes de la llegada de Dimitry.
Cuando Dimitry llega a su mansión, para ver como siguen sus hermanos, Lance, en lamentable condición de salud, le pone al tanto de la terrible noticia de su prometida. Su dolor es tan insoportable que se encierra en su alcoba por días.
En los días siguientes, a la muerte de la condesa Madeleine, Esteban le informa a Dimitry, que las condiciones de salud de sus hermanos, es cada día peor y que tal vez no sobrevivan para el día siguiente. Entonces Dimitry toma una decisión, el de convertir en vampiros a sus hermanos y salvarles la vida de esa forma, así ya no estaría solo. Tendría la compañía eterna de sus hermanos. Por ese tiempo, también, convierte a Esteban y algunos sirvientes, por voluntad propia, en vampiros, más que nada para que guarden el secreto que ahora tienen.
Algunos años después de que la epidemia azoto Austria, Lance conoce a Rosalya. Con el tiempo se enamoran y ella le pide que la convierta en lo que él es. En un principio, Lance no estaba de acuerdo en hacerlo, pero después accedió, para que no le pasara lo mismo que a su hermano mayor, en perder a alguien que ama.
Mientras estoy acostada en mi cama, boca arriba, viendo al techo a oscuras, siento la presencia de alguien en mi habitación.
— ¿Eres tú, conejito?
— Sí, soy yo. ¿Qué haces despierta tan tarde? Ya deberías estar dormida Colibrí.
Me siento en la cama, y enciendo la luz de la mesita de noche, para no deber que tener una conversación a oscuras con mi tío.
— Si lo sé, pero no tengo sueño.— Lyssandro se acerca hasta quedar junto a mí, sentado en la esquina de la cama. — Aunque lo he intentado, pero sin éxito alguno. Al menos no tengo que ir a la escuela, al menos no todavía porque seguimos de vacaciones y puedo levantarme tarde.— Esto último, se lo digo con una gran sonrisa de oreja a oreja.
Lyssandro se ríe ante mi comentario, y sin quitarme la vista de encima, con esos ojos dispares que me gustan mucho. Siempre me han gustado los ojos bicolores de Lyssandro, le da cierto aire de misterio, y encaja muy bien con él.
— Cierto. Pero aún tienes clases mañana con Bera y Owen, señorita. — Doy un suspiro de resignación y asiento con la cabeza, ya que es verdad. Las clases de magia negra son importantes. — ¡Ah! Por cierto, ¿has visto mi libreta? Desde hace un rato que no la encuentro, y no sé dónde la dejé.
— ¡Ay! Tío. — Suspiro y ruedo los ojos, riendo un poco y moviendo la cabeza de un lado a otro en forma de negación. — Un día de estos, voy a engrapártela al pecho, para que no la pierdas de nuevo.— Ambos nos reímos por esto último, y nos disponemos a buscar su libreta por toda la casa. Mi tío Lyssandro, tiene la costumbre de perder sus cosas, sobre todo su amada libreta. En la que usa para escribir verso, poemas, canciones o pensamientos. Es muy bueno escribiendo canciones o poemas, tiene un gran talento. A él le gusta mucho cantar, y tiene una gran voz.
Una voz muy melodiosa, que se afinó más cuando mi papá lo convirtió en vampiro, para salvarlo de morir de la epidemia que azoto Europa.
Cuando era bebe, y lloraba mucho sin motivo alguno. Lyssandro siempre me cantaba una canción de cuna, hasta que me quedaba dormida. También cuando no me podía dormir, o que llovía en las madrugadas y me despertaba por los fuertes trueno, me iba a la recámara de Lyssandro a dormir, porque los truenos y relámpagos me daban miedo. Así que me cantaba hasta que me quedaba dormida en su regazo.
— ¿Cuál fue el último lugar en el que estuviste, tío Lyss?— Le hago la pregunta, mientras buscaba debajo de los sillones de la sala de estar.
— Eh, pues…
— ¿No… te acuerdas ni dónde estabas?
— Pues… Creo que en el último lugar en el que estuve…— Deja un cojín del sofá en su sitio, se incorpora. Arruga un poco las cejas, en señal de reflexión. —Fue el jardín. Cuando Kyle trajo a Akuma, en la tarde.
— Pues ahí debe de estar. Esperemos que no esté en el césped, por esta hora ya debe de estar húmedo por la brisa nocturna. Y que este sobre la mesa del jardín.
— Creo que ahí debe de estar, en la mesa del jardín. Ya que allí estuvimos, Kyle y yo todo el tiempo.
Nos dirigimos al jardín, en busca de la dichosa libreta de mi tío. Y efectivamente, ahí estaba, sobre la mesa de jardín. — Oye, ¿Kyle y tú, tuvieron ensayo?
— No. Hoy no ensayamos, por el hecho de que Kyle se quedó sin guitarra, porque demonio la rompió. Así que tuvo que mandar arreglar su guitarra.
— Ah, ok. Claro culpen al pobre perro. Es que se me hizo raro no escucharlos tocar hoy.
Kyle y Lyssandro, son muy buenos amigos desde hace un tiempo. Un par de años, desde que Rosalya y Lyssandro decidieron entrar a la preparatoria, junto conmigo, ya que ellos tienen un aspecto adolescente, porque fueron convertidos en vampiros cuando ellos tenían entre diecisiete y dieciocho años. Y yo iba a iniciar el bachillerato, así que los tres entramos al Instituto de Salem, en la que compartimos casi todas las mismas clases.
Y así es como se conocieron y congeniaron muy bien. Aunque Lyssandro y Kyle, ambos son muy diferentes. Lyss es, callado, reservado, tranquilo, paciente, muy, pero muy paciente, tiene una paciencia nivel Dios, sobre todo para aguantar a Kyle. Que él es, todo lo contrario. No se calla, hace lo que quiere, se enfada con mucha facilidad, y eso es a veces divertido, es rebelde, mujeriego, sarcástico, irónico, grosero, pedante, bromista, altanero, es… es… insoportable. Es raro que pueda platicar bien con él, sin llegar a molestarme con sus bromas, y sus comentarios en doble sentido. Pero bueno, así es él y no hay mano divina quien lo cambie.
Hay veces en las que me pregunto, ¿Cómo es que Lyssandro le tiene tanta paciencia a Kyle? Sé que Lyss es inmortal, pero no su paciencia. Como cuando tenía seis años, y empezaba la escuela primaria.
Me encontraba merodeando por toda la casa, ya que no tenía nada que hacer, y los deberes escolares ya los había terminado con ayuda de papá, antes de que él, Lance y Rosalya, salieran esa noche de viaje, por asuntos que no recuerdo. Y me quedaría esa semana sola con Lyssandro, más el personal de la casa. Después de andar deambulando por toda la casa sin rumbo fijo, decidí entrar al estudio donde teníamos grandes estantes con muchos libros. Parecía una minibiblioteca particular.
En una de las dos mesas que había en el estudio, se encontraba una libreta, que conocía muy bien. Esa libreta era de Lyssandro, en donde tenía todas las letras de sus canciones. Así que la tome de la mesa, pensando que la había perdido otra vez, para devolvérsela. Ahora, mi nuevo objetivo era buscar al ninja de Lyssandro y devolverle la libreta. En cierto momento, antes de salir del estudio para buscarlo, me dio la curiosidad de hojear su libreta y leer su contenido, pero sabía de antemano, que no debía, ya que a él no le gustaba que tomaran sus cosas sin su permiso y menos que leyeran las anotaciones que hacía en su libreta.
Él decía que “la curiosidad es un defecto muy feo”. Siempre me decía esa frase, cuando intentaba ver lo que escribía, supiera leer o no, y yo apenas estaba aprendiendo a leer, yo quería saber lo que él plasmaba en su libreta.
Pero, cuando me decía su frase célebre, me lo decía sonriendo y mirándome a los ojos como tratándome de decir, “algún día te lo enseñaré”, pero sabía que ese “algún día”, nunca llegaría.
Así que salí del estudio, buscando a Lyssandro por todas partes, pero no lo encontré. Le pregunté a “Teban” si sabía dónde estaba Lyssandro, pero tampoco sabía dónde estaba.
Después de andar buscándolo hasta por debajo de las camas, me quedé en el último escalón de las escaleras que subían a las recámaras de la primera planta, cansada de ir de un lado a otro buscando al vampiro ninja. Así que pensé qué no le molestaría que leyera sus anotaciones, en lo que él aparecía ante mí.
Como apenas estaba aprendiendo a leer, pensé que me serviría como tipo práctica leer su libreta. Luego de terminar de leer la primera página, siento la presencia de Lyssandro, así que alcé la mirada y le sonreí diciéndole “conejito” como siempre lo hacía. Nunca escuchaba sus pasos, pero siempre sentía cuando se trataba de él. ¿Cómo lo sé? Ni siquiera yo lo sabía, pero sabía que era él.
Cuando se dio cuenta de que era su libreta la que estaba leyendo, se acercó a paso decidido y frunciendo él entre cejo molesto.
— ¿Cuántas veces te he dicho que, no me gustan que lean mis cosas sin mi permiso Dalyla Evano?
Mi sonrisa desapareció en cuanto él terminó de formular la pregunta. Él jamás me decía por mi nombre, siempre me llamaba por el apodo que él me puso. Se veía muy molesto.
— Yo… yo… te estaba, buscando para entregártela. — Mi voz cada vez se entre cortaba al pronunciar cada palabra que le decía. — Pero no te encontré en ninguna parte.
— Eso, no justifica que leas las cosas que no te pertenecen.— Su voz era severa, su expresión corporal mostraba que realmente estaba muy enojado conmigo, como si hubiera hecho una travesura y hubiera quebrado algo valioso. — A caso, ¿no te he dicho, que la curiosidad es un defecto muy feo? Respóndeme, Dalyla.
A estas alturas, yo ya estaba llorando en silencio, viendo como mi tío perdía la paciencia que lo caracterizaba. Por más que quería retener mis lágrimas, no lo lograba, seguían cayendo como dos cascadas.
— S… sí.
— Entonces, ¿por qué lo hiciste? — Su mirada era fría como hielo, sus ojos bicolores que tanto me gustaban, habían perdido esa calidez que me hacían sentir protegida, ahora eran dos frías joyas de color amarillo y verde. ¾Respóndeme Dalyla, no quiero que te quedes callada.
No soporte más y empecé a llorar con más fuerza.
En cuanto a Lyssandro, que a estas alturas ya había perdido los estribos, me tomo del brazo, y me llevo a mi habitación. Y antes de cerrar la puerta de mi habitación. —Estás castigada, no saldrás de tu cuarto hasta mañana. Así que piensa en lo que has hecho, ¿entendido?— Sale del cuarto dando un portazo.
Mientras, yo sigo sin entender por qué me castigo, que yo sepa no había hecho nada malo, como para que me castigara. Era un castigo injusto. Sentada en el suelo, apoyando la espalda en la puerta, con las rodillas flexionadas, cruzo mis brazos y hundo mi cabeza en ella, aun llorando.
Después de un rato de estar llorando, sentada en el suelo frío de mi habitación, decido levantarme e irme a la cama, a dormir.
Un fuerte estruendo me despierta, y una serie de luces pasa por mi ventana, más otros fuertes estruendos y la lluvia cayendo. Me doy cuenta de que se trata de una tormenta. Siempre les he tenido miedo a los truenos y los relámpagos, así que lo que hice fue, tomar mi mantita, e ir a la puerta, para ir a la alcoba de Lyssandro. Pero, antes de girar el pomo de la puerta, recordé que él, sigue molesto conmigo por leer su libreta sin permiso, y eso me entristece.
El sonido de un trueno resuena por todas partes, y lo único que hago es agacharme en cuclillas y taparme los oídos. Es tanto mi miedo que empiezo a llorar y al no saber qué hacer, me encierro en mi armario que está cerca de mi cama.
Siempre que había alguna fuerte tormenta durante las madrugadas, yo me iba a la habitación de papá o a la de Lyssandro, en caso de que papá no estuviera en casa. Nunca me iba a la habitación de Lance y Rosalya, ya que ella, no me deja dormir con sus fuertes ronquidos, más aparte que habla dormida. No sé cómo, mi tío Lance la aguanta en las noches.
Estando dentro del armario, me cubro con la mantita afelpada, con la que siempre duermo. Después de unos, diez minutos aproximadamente, la puesta del armario se abre, y en ella aparece una figura alta, con el cabello platinado.
— Colibrí, ¿Qué haces aquí encerrada en el armario?— Se inclina para verme mejor, y con sus dedos, toma delicadamente mi mentón para que lo mire. — ¿Por qué, no te fuiste a mi cuarto? Pensé que irías en cuanto te despertara la tormenta.
Aun llorando intente responderle. — E… es… es que como s… sig.… sigues enojado… conmigo.— No me deja terminar lo que le estoy diciendo. — No, no mi pequeña, Colibrí. No estoy enojado contigo.— se acerca más a mí, sentándose en el suelo cerca de mí. — Solo estaba… molesto por unas cosas, y en lugar de hallar una solución, me desquité contigo. Perdón no quería hacerte llorar.
— Pero t… té … Enojaste con… con… migo, porque leí t… tu libreta sin permiso.
— ¡Oh! Mi pequeña. Tú me dijiste que la habías encontrado, pero que no me encontraste.— Me acerca a él y me sienta en sus piernas, abrazándome cariñosamente. — — Así que, creo que decidiste esperarme sentada al final de las escaleras y mientras esperabas, practicabas tu lectura con mis poemas. Cierto.
Lo miraba, un tanto sorprendida. Porque eso es lo que había hecho. Esperarlo.
— Pero, tú siempre me dices que “la curiosidad es un defecto muy feo” y yo no debí de leer tu libreta. Lo siento tío Lyss— Se lo digo con la mirada en el suelo. Él se ríe con una fuerte carcajada, mientras yo lo miro un poco confundida.
— Sí, es cierto, la curiosidad es algo horrible, pero eso no justifica el que yo te haya gritado solo por leer mi libreta. Y tampoco tienes que disculparte conmigo, soy yo el que te viene a pedir perdón— . Hace una pausa antes de seguir hablando. — Sabes, cada vez que tú encuentres mi libreta, y solo tú, tú puedes leer mis poemas antes de darme mi libreta. Tienes mi permiso de ahora en adelante, mi princesita.
— ¿En serio, conejito? — Lo miré con una sonrisa en mi rostro.
— Claro que sí, mi pequeña, Colibrí. ¿Y, puedes perdonar a este tonto tío? ¾Le miro sonriendo y solo a ciento con la cabeza.
Un fuerte trueno suena por toda la casa, eso hace que reaccione abrazándome a él y pegando un pequeño grito por el susto. Él ríe un poco por la situación y me abraza protectoramente dándome un beso en la cabeza.
— Vamos, mi pequeña, Colibrí, vayámonos a dormir.
— Sí, Conejito— se lo digo con una gran sonrisa en el rostro. Me lleva cargando hasta su habitación. Delicadamente, me deja en su cama y él se acuesta aún lado de mí, arropándonos bien para no pasar frío.
— Conejito. — Lo llamo mientras me acurruco entre sus brazos y poso mi cabeza en su pecho. — ¿Me cantas una canción para dormir?— Él me abraza fuerte, pero sin llegar a lastimarme. — Claro que sí, mi pequeña, Colibrí.
Afina un poco su garganta y empieza a cantarme, con esa voz ronca, afinada, clara, que lo caracteriza al cantar.
“Sueña, sueña mi dulce colibrí.
Que mañana, habrá un festín, de dulces y pastelillos sin fin.
Duerme, duerme mi angelito, que la luna, salga ahorita.
A bailar a la orilla, del arroyo que brilla.
Que el sol no salga, hasta que la luna se vaya.
Sueña, sueña mi angelito de luz, sueña con un mágico mundo azul.
Vuela, mi dulce colibrí, a la flor en el que te descubrí.
Jugando a su alrededor, cantando con todo un amor.
Sueña, sueña mi dulce colibrí, sueña en el día en el que te descubrí.
Cantando a mi lado, la canción de tu amado.”
— Duerme, mi pequeña, colibrí— . Me observa por un momento, luego me deposita un beso en la frente, me abraza más acercándome más a él, antes de susurrar… — Te amo mi pequeña Dalyla.
A estas alturas, yo ya estaba profundamente dormida. Nunca terminaba de escuchar la canción que él me cantaba, mucho menos lo que él me decía, mientras dormía.
— ¿Y… bien? — Me le quedo viendo por una fracción de segundo, y le quita la mirada a su libreta. — Y, bien, ¿qué?— Me responde, sin saber bien lo que pasa. — Nada, solo preguntaba si tienes todo en orden.
— Lo miro con una ligera sonrisa un poco burlona. — Ya sé lo que quieres. Toma puedes leerlo.— Me pasa el cuaderno y lo empiezo a leer. Me asombra el talento que tiene para escribir.
— ¡Wow! Conejito. ¿De dónde sacas tanta inspiración para algo tan hermoso?
— Bueno, eso es un secreto que me llevaré a la tumba,
— Amm, pero tú eres inmortal. No puedes llevarte el secreto a la tumba, no puedes morir porque eres un vampiro.
Él se ríe a todo pulmón. — Sí, sí. Soy inmortal, pero lo que quiero decir es que no te voy a decir.
— Y me lo dice con una sonrisa de triunfo.
— Ok, ok. No insisto más, pero obviamente me gustaría saber dónde, o, mejor dicho, de quien sacas tanta inspiración para estos hermosos versos.
— No te voy a decir, y no seas curiosa. Ya sabes lo que pienso de la curiosidad, no seas como tu tía Rosalya.
Me rio por el comentario, pero no le insisto más. Aunque insisto, ¿de quién saca tanta inspiración? ¿Quién podrá ser su musa?
— Pero, solo te diré que es una persona muy especial y que tú conoces muy bien.
Mi expresión de vía de ser un poema, al escuchar tal confesión.
— Bien, mi Colibrí, me voy a la cama, ya es tarde. Buenas noches. ¾ Deposita un beso en mi frente. ¾Descansa mi princesita.
— Si Conejito. Que descanses. — Me despido de él dándole un beso en la mejilla, y me voy directo a mi recámara.
Vuelvo a acostarme en mi cama, pensando ¿a qué se refería mi tío con que conozco a esa persona… acaso esa persona va al mismo instituto que yo? Pero, las chicas que hay en nuestros salones, todas ellas están enamoradas de él, porque suele cantar en los festivales junto con Kyle. Excepto tres arpías, que según ellas los admiran. Al menos que a Lyssandro se esté interesando en una de ellas. ¡Qué asco! Espero que no. No, no y no. Ellas no, son tontas y sin cerebro las tres. Una ardilla es más inteligente que ellas. Pero ¿entonces, quien será esa persona especial?
El estar pensando todas estas cosas, hace que el sueño se intensifique y que no pueda más, tener los ojos abiertos por más tiempo.
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Narrador
Entre la oscuridad de una habitación, una figura entra sigilosamente como gato, para no ser escuchado por la persona que descansa cómodamente en su cama. Se acerca sin hacer el menor ruido posible, hasta llegar a la orilla de la cama de Dalyla, sentándose cerca de ella. Observándola sin acercarse demasiado, contemplando como su figura resplandece a la luz de la luna llena, que pasa atreves de la ventana.
Apartándole un mechón negro, del rostro de su bella musa, que duerme plácidamente, la observa con una sonrisa en su rostro, mientras le acaricia la mejilla, con mucha suavidad, para no despertarla.
Estando el sentado cerca de ella, piensa en lo que realmente siente por ella.
— Mi bella y dulce princesita. Si supieras lo que realmente siento por ti, sé que tú te alejarías de mí. Eso no podría soportarlo, en lo que sería de dolor. Así, que no te puedo decir quién es mi musa, de las que tantos versos hago para ti, ocultándote para quien son, aunque sean todos para ti. Mi hermosa, Colibrí, mi pequeña princesita. No importa a quien elijas, yo siempre te amaré— . Le deposita un ligero y tierno beso en los labios de ella. — Te amo Dalyla, siempre será así— . Una lágrima curiosa, resbala por su rostro, cayendo en la mejilla de su bella durmiente, secando rápidamente con su pulgar.
Y así como entro, salió. Sigiloso como un gato.
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