El enemigo invisible (ensayo)

El enemigo invisible (ensayo)

Elifas Sator

15/03/2025

Quien sabe quién es, no necesita probar quién ya es. El intento por demostrar al mundo lo que buscamos por medio de la validación, es falta real del Ser. Es incongruente buscar validación y ser.

Ser no busca validación mundana; el propio mundo lo sabe y lo refleja.

Al principio de todo, hay una lucha entre el caos y el orden. Una lucha que nos obliga a observar detenidamente el estado de las cosas. Un esfuerzo por salir del trance hipnótico del mundo fenoménico; un llamado a despertar del engaño y comenzar a tomar el control del estado de las cosas.

El hombre ordinario se adapta a ese mundo de terror. Vive con él y lo acepta por lo que parece ser. No piensa en sí como creador de su realidad, de sus experiencias, sino que culpa al mundo de sus desgracias.

Y es comprensible. El mundo, per se, es doloroso y aceptar algo fuera de lo que llamamos realidad, atenta contra nuestras creencias más arraigadas de nuestra historia genética subconsciente. Salir del engaño es doloroso; morir para renacer conlleva sufrimiento por el desapego. Quien logra morir para renacer, vislumbra su engaño desde un punto de vista superior; ya no es partícipe con su ignorancia; sin embargo, puede recaer si fracasa en su desarrollo. Todo acto volitivo pide un costo: el esfuerzo personal.

Discriminar el mundo que ven nuestros ojos no es tarea fácil. Hemos vivido con él desde tiempos inmemoriales; sin embargo, la aceptación y observación son el primer paso para el cambio. Un necio lucha contra un enemigo que no existe; el sabio lucha contra sí mismo.

En casos de liberación, conocemos rutas que nos llevan a albergar lo más profundo del ser. En este pozo, yacen todo tipo de deseos y comportamientos. Una mente instruida logra discernir lo que es bueno a los ojos de Dios; a los caminos que nos llevan a la virtud suprema del hombre. Una mente rauda de ser domada con ímpetu cuando se requiera.

Mientras avanzamos en el camino de la liberación de las ataduras mentales, el caos será nuestro compañero: el dolor, el sufrimiento y la angustia. Empero, la enfermedad requiere un esfuerzo mayor para superarla. La enfermedad es la misma fuerza del cambio. O decidimos superarla ordenando nuestras ideas con pasión, o nos dejamos caer y morir ante ella. He aquí, el porqué, pocos buscan tomar el control de sus vidas. Solo algunos buscan luchar contra su propio engaño; su enfermedad de creer ser víctimas del mundo. Esos pocos logran la liberación a costa de un esfuerzo personal mayor; un costo que siempre debe ser pagado, nunca cesa. La eterna sabiduría no es el tiempo. Es eterna. Es la misma existencia, el éter o substancia de donde proceden todas las cosas a manifestación. Y la única manera de alcanzar la liberación del engaño y ser uno con el vacío, es morir antes de morir. Dejar de ser lo que crees que eres; disolver la extraña identidad creada erróneamente; despertar del engaño de la lucha contra un mundo, que, al final, es reflejo de tu propia existencia mental. Un mundo a imagen y semejanza de tus propias creencias y decisiones que se completan en ciclos de eterno dolor y sufrimiento.

Considerar la liberación del engaño nos emancipa de la lucha contra el enemigo invisible: el diablo. La desaparición del obstáculo mayor que nos ha sumergido en tinieblas le sobreviene un nuevo saber, un conocimiento superior, para lograr alcanzar nuestras metas: nos libera de la enfermedad, la apatía, la duda, la negligencia, la desidia, la dependencia de los objetos de los sentidos, la percepción errónea, el fracaso en alcanzar alguna etapa de abstracción, la inestabilidad de cualquier estado (una vez alcanzado), la pobreza, la ignorancia, entre otras.

Permanecer atado al engaño del mundo nos mantendrá en dolor, pena, angustia, temblores y suspiros. A cambio, el costo es practicar la Benevolencia, la ternura, la complacencia y el desinterés por los objetos que provocan felicidad, dolor, virtud y vicio (efímeros todos si se comprende en el espectro del axioma de las polaridades).

La codicia y la aversión: los principales distractores de la mente. Aun así, siempre necesitamos algo para nuestro desarrollo. Nuestro mundo es un reflejo espiritual y, por ende, la materia está llena de espíritu. Con ello, como partícipes de las leyes naturales, el dolor será parte de nuestra propia vida. Debemos aprender a vivir con él y ser maestros de la compasión, hacia el prójimo, hacia el mundo. Todos pasamos por las llamas del cambio y, tarde o temprano, seremos llamados al juicio del Ser eterno. Llegamos al inframundo para recorrer el purgatorio, navegar por el Aqueronte hasta ser purificados y, al final, caminar por los campos Elíseos, la morada de los Dioses.

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