La habitación estaba cargada de un calor que no venía solo del ambiente. Afuera, la ciudad seguía su curso, pero dentro de esas cuatro paredes, solo existía la tensión palpitante entre ellos.
Andrew la tenía atrapada entre su cuerpo y la pared, su aliento cálido acariciándole la piel. Ayana sentía su propia respiración entrecortada, la anticipación vibrando en cada fibra de su ser.
—Dilo… —murmuró Andrew contra su cuello, su lengua trazando un camino ardiente hasta el lóbulo de su oreja.
—¿Decir qué? —susurró ella, temblorosa.
Él deslizó la mano bajo su falda, rozando el encaje de su ropa interior con apenas la yema de los dedos. Ayana jadeó, sus caderas reaccionando instintivamente al contacto.
—Que me quieres dentro de ti —susurró, mordisqueándole el cuello.
Un gemido escapó de sus labios antes de que pudiera contenerlo. Sus piernas se separaron por sí solas, entregándole el acceso que él pedía sin palabras.
Andrew bajó la cabeza, su boca explorando sus pechos con un hambre primitiva. Tiró de la tela, dejando un pezón expuesto, y lo envolvió con sus labios, succionando con una necesidad que hizo que Ayana arqueara la espalda contra la pared. Sus manos no se quedaron quietas, deslizándose entre sus muslos, frotándola con una lentitud tortuosa sobre la tela ya húmeda.
—Andrew… —su voz era apenas un suspiro suplicante.
—Así me gusta… —murmuró, deslizando sus dedos bajo la delgada barrera de encaje.
El primer roce directo sobre su piel la hizo estremecer. Su lengua seguía jugando con su pecho mientras sus dedos comenzaban un ritmo lento, tortuosamente delicioso.
Ayana se aferró a sus hombros, enterrando las uñas en su piel. No podía contenerse más. Lo necesitaba ahora. Allí mismo.
—Por favor… —murmuró, sintiendo el fuego consumirla.
Andrew la levantó con facilidad, haciéndola rodear su cintura con las piernas. Sus labios se encontraron de nuevo en un beso salvaje, desesperado, mientras él desabrochaba su pantalón, liberándose. La punta de su erección rozó su entrada, y ella tembló de anticipación.
—Dime cuánto me deseas —susurró contra su boca.
—Te necesito dentro de mí… ahora —jadeó Ayana.
Andrew no la hizo esperar más. Se hundió en ella con un solo movimiento, llenándola por completo, arrancándole un gemido de placer puro. Sus cuerpos se movieron al unísono, cada embestida más intensa que la anterior, la fricción encendiendo cada nervio en su piel.
La habitación se llenó con el sonido de sus jadeos, susurros entrecortados y el choque de sus cuerpos entregados al deseo. Ayana se aferró a él con fuerza, sintiendo cómo la presión en su vientre crecía, llevándola al borde del abismo.
—Andrew… voy a… —su voz se quebró en un gemido ahogado cuando el placer la envolvió por completo, su cuerpo estremeciéndose contra el de él.
Andrew gruñó contra su cuello, perdiéndose en el placer, empujando una última vez antes de dejarse ir con un gemido ronco, enterrándose profundamente en ella mientras el clímax lo consumía.
Por unos segundos, solo se escuchó su respiración agitada. Luego, Andrew la sostuvo con ternura, besando su frente con una dulzura que contrastaba con la pasión de unos minutos atrás.
—Esto no ha terminado… —murmuró contra su piel, sonriendo.
Ayana rió suavemente, aún sin aliento.
—Más te vale.
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