LA BALADA DE LA ESTRELLA ERRANTE

LA BALADA DE LA ESTRELLA ERRANTE

fran

12/03/2025

El horizonte brillaba bajo un sol doble que quemaba con el peso de mil secretos. Este planeta, olvidado en los márgenes del sistema de Orión, no era más que un vestigio de un sueño roto. Aquí, los colonos trabajaban la tierra bajo el yugo del cónsul Lazarus, el dictador de un conglomerado galáctico que controlaba recursos, mentes y hasta el tiempo mismo. Lazarus no era un hombre; era una fuerza, un símbolo de la decadencia que había reducido la galaxia a un puñado de mundos esclavizados. En medio de este caos, llega Jax Callahan, conocido como la Estrella Errante”. Con su chaqueta de cuero desgastada, una guitarra en la espalda y un viejo revólver de plasma en la cintura, parecía un vaquero sacado de aquella época olvidada. Sin embargo, Jax no era un simple viajero; era un cazador de reliquias, alguien que comerciaba con los artefactos del viejo universo para sobrevivir. Donde otros veían ruinas, él veía tesoros. Jax no tenía intención de quedarse. Había oído rumores de que el Fragmento de Orión, un cristal legendario que podía amplificar cualquier fuente de energía, estaba enterrado en las minas del planeta. Si lo encontraba, podría venderlo y abandonar para siempre esta región olvidada por Dios. Sin embargo, al llegar al asentamiento, se encontró con calles vacías; los colonos evitaban su mirada y drones de vigilancia patrullaban con un brillo amenazante.

Fue en una cantina que conoció a Noa Kare, una mujer de cabello corto y mirada afilada que lideraba la oposición contra Lazarus. Noa había escuchado sobre el Fragmento y sabía que, si caía en manos del Cónsul, sería el fin. Jax, inicialmente reacio a involucrarse en una revolución, cambia de opinión cuando ve la desesperación en los ojos de Noa. Había algo en ella que les recordaba a los héroes de las historias que solía contarle su madre.

«Si vas a cazar ese cristal, hazlo por algo más que créditos», dijo Noa. «Hazlo por la gente que sigue creyendo que este lugar puede ser libre».

Jax, movido por una mezcla de orgullo y curiosidad, acepta.

La mina donde se encontraba el fragmento era un lugar prohibido, custodiado por robots antiguos y trampas diseñadas para proteger los secretos de aquella civilización perdida. Jax, Noa y un sheriff androide llamado Vex Halberd se adentraron en las profundidades del planeta. Vex, con su cuerpo metálico cubierto de polvo y su programación conflictiva, había jurado proteger la ley, aunque esa ley ya no significara nada. El grupo enfrenta pruebas tanto físicas como mentales a medida que se adentra en las profundidades. En una cámara, Jax tuvo que tocar una melodía en su guitarra para desbloquear un paso. Cada nota parecía resonar en las paredes, como si el fragmento respondiera al lenguaje de la música. Noa y Vex cubrían su retaguardia, disparando a drones que parecían surgir de las sombras. Terminada aquella conflictiva jornada, llegaron al corazón de la mina. El fragmento brillaba con un azul etéreo, flotando en un pedestal rodeado de maquinaria desconocida. Jax se acerca cauteloso, pero cuando toca el cristal, una visión lo invade. Ve un universo libre, mundos en paz, pero también destrucción y caos…

No tuvieron tiempo de reflexionar sobre el descubrimiento. Lazarus, alertado por sus espías, apareció con un ejército de soldados y máquinas de guerra. Su objetivo no era solo capturar el Fragmento, sino demostrar su poder.

Lazarus era más que un hombre; había fusionado su cuerpo con nanotecnología, convirtiéndose en un ser casi invulnerable. «¿Creíais que podíais robarme?», ruge, su voz reverberando como un trueno. «El fragmento me pertenece. Con él, reconstruiré este sistema a mi imagen.»

En ese momento era entregar el cristal o dar cara a Lazarus, nuestros tres protagonistas eligieron lo segundo. La cámara cavernosa se convirtió en una sala de tiros entre la guardia armada del Cónsul y los tres, el enfrentamiento fue feroz. Jax, armado con su revólver y su guitarra, luchó desesperadamente mientras Noa llamaba a un grupo de colonos que tenían esperando en otra entrada de la mina como ayuda en caso de presentarse este tipo de escenario, cosa que ya paso, así de esta manera los colonos entran en un zafarrancho destruyendo a los androides de Lazarus. El Fragmento amplificó las habilidades de Jax, descubriendo este que podía canalizar su energía a través de la música. Cada acorde liberaba ondas de fuerza que desorientaban a sus enemigos. Sin embargo, Lazarus era demostraba ser imparable. En el clímax de la batalla, el tirano activó una máquina terraformadora que estaba dentro de la mina y la convierte en un arma, esta interviene en las ondas que emite el fragmento, neutralizando los nuevos poderes de Jax, en ese desesperado momento comprende que hay una forma de detener a Lazarus, destruir el Fragmento. Con una última canción, emite una nota que fusiona la energía del cristal, creando una cegadora explosión de luz desintegrando a Lazarus y su máquina. La onda de choque se escucha por todo el planeta. En el interior de la mina, Noa encontró a Jax entre los escombros, gravemente herido pero vivo. El Fragmento quedo destruido, pero sus fragmentos se dispersaron en miles de pedazos por todas partes, más pequeños que el grano de una arena, esto había encendido la chispa de esperanza.

Jax, ahora era un héroe, muy a regañadientes, igual decide quedarse en el pueblo de los mineros
para ayudar a reconstruir. Noa y los colonos lo acogen como uno de los suyos, aunque sabía que su destino lo llamaría de nuevo a las estrellas.

En las noches frías, Jax toca su guitarra bajo las estrellas, componiendo baladas sobre sus aventuras. Los colonos, inspirados por su música, comenzaron a soñar con un futuro mejor. Y así, la Balada de la Estrella Errante
creció, una chispa de esperanza en un universo plagado de sombras.

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