A Jesse le gustaban los dientes, quizás demasiado y de manera algo obsesiva. Soy propietario de un pequeño laboratorio de prótesis dental, lo tengo en un ala de mi propia casa, no es lo bastante grande para necesitar un equipo pero sí algo de ayuda, así que contraté a Jesse. Admito que soy dado a juzgar, pero siempre me pareció un joven destalentado y sin mucho futuro.
El chico a menudo rebuscaba en los cajones por si encontraba dientes que se hubieran quedado sueltos para quedárselos, y tuvimos que repetir algunas prótesis porque desaparecían cuando estaban casi terminadas; se las escondía Jesse en la bata. Lo único remarcable de él era que tenía una sonrisa simétrica y morfológicamente perfecta para su rostro, era fumador pero eso solo hacía sus dientes aún más interesantes, pues en algunas regiones de China pueden leer tu futuro según las caries y las manchas amarillas o grisáceas provocadas por el tabaco.
Un día le encontré con expresión de horror y su mano abierta sosteniendo un puñado de mi colección personal, que descubrió tras hurgar en un cajón. Pero no podía despedirle, sería un error dejar ir esa sonrisa tan única, ahora forma parte de mi colección, en un pequeño sobre de plástico etiquetado como
«Joven Jesse, sin futuro».
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