La brisa esta noche es tan ilusoria, es tan delicada y fría, es serena y me trae memorias que dejo en el tiempo mientras suelto el aliento, una copa de vino en la mano y el anhelo de dejarle plasmado por última vez, son cosas que perduran mientras el llanto no evito. Las voces al rededor se distorsionan, volviendo así su recuerdo como lo único real, lo único sensorial, lo único que me acaricia el alma, ensimismada, ausente, distante de este presente, pensando en qué momento he vuelto a este punto donde debo despedirme. Es entonces, cuando las palabras llegan y describen este sentimiento, una posible decisión errónea que deja todo a la suerte, un miedo profundo que advierte el futuro que no existe, un malestar  en el pecho, una acusación al fracaso, un recordatorio de lo que quiero y no busco. Es una alegoría trágica de un afecto sin remedio que se dio en la facilidad de mis demostraciones, cuando al inicio solo era uno más. 

Caí en mi propia trampa cuando leía su cuerpo en braille y me acercaba cada vez más a la raíz de una idea que parecía inerte mientras veía sus ojos, su cuerpo moverse como olas del mar y su dulzura en mis labios…

La brisa esta noche es tan ilusoria, es tan delicada y fría, es tan realista y me devuelve a mi estado habitual mientras por fin percibo mi alrededor y pierdo de vista lo que inevitablemente está en el pasado, lo que está en mi lista de pecados compartidos, en mis memorias eróticas, en lo que me generó esperanza de poder ser algo más… 

Y así es como he de plasmar su recuerdo esta noche: entre la brisa ilusoria y la calidez de su souvenir en mi piel, un brindis por lo que se ha ido y lo que va a venir… 


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