Se te ve a lo lejos,
y no por los vivos colores
de tus vestidos.
Te mueves con gracia,
y tus palabras felices,
tus ojos inquietos,
tu danza espontánea,
hacen que corra hacia ti:
arrastrándome
(Tú tiras de las cuerdas).
-Mi deseo te pertenece,
¿Qué harás con él?-
-Lo satisfaremos,
pero al tiempo se le burla
solo un momento.
Tras el eterno instante,
volveré a bailar
y cortaré tus lazos.
Sangrarás y te debilitarás.
¿Aceptas el trato?-
-Decididamente sí.
Acepto-
Y es que por tenerte
entre mis brazos,
entre mis piernas,
entre mis labios,
soy capaz de arañarme
el corazón…
Y de acallar
tu alegre canto
de un tajo.
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