Resurgir entre cristales

Desconozco si fue el don de Dios o el vacío de mi corazón lo que me empujó a cometer tales delirios.

Quizás fue la razón, viva o inerte, que habita en lo más profundo de mi solemne subconsciente. Hoy, al mirarme, lo hago con ojos vívidos.

Fruto de la esperanza y cosecha de obsesión, fracasos y traiciones, resurge un hombre entre cristales, aceptando su dolor.

Aún resuenan aquellos gritos, el eco de un sufrimiento que alguna vez me fue ajeno. La felicidad de otros me provocaba impotencia,

y comprendí que el mundo cambia según la perspectiva desde la que se observa. Yo cambié a causa de ello.

Las palabras limitan la contención de mi alma, prisionera de una realidad incierta, fácil y compleja a la vez, teñida de rojo.

Si al menos mi carga inspira a otro, que así sea. Soy la imagen y semejanza de un hombre que ha vivido todo y contado nada,

obra de una vida hecha de intentos, ninguno en vano.

La conciencia me la arrebataron los recuerdos, pero sigo en pie.

Por mi familia, por ellos, por cada paso que doy.

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