Creo que su bondad es auténtica, realidad que entra en conflicto directo con mi ya debilitado e infundamentado agnosticismo. Su actuar es, por supuesto, imperfecto, pero esto se debe a la ignorancia, no de la juventud sino más bien de la misma condición humana, y no a la hipocresía. Su juventud, sin embargo, sí le significa inevitables delirios de grandeza, que se ven sacudidos por la realidad misma que ante nadie se sabe someter, y por su frágil corazón. Su confusión es de carácter espiritual y no intelectual, lo cual podría percibirse como una bendición, pero para aquellos que conocemos la simplicidad del conocimiento, entendemos que es una intratable maldición. Por ello camina con precaución. Dubitativamente y a la defensiva. Temiendo quizás encontrar la verdad. Quizás la ficción. Esto solo lo sabe ella, aunque no sepa saberlo aún. Y cualquier piedra en el camino significa caer al precipicio. Salta, estrellita, que el abismo es oscuro y tu luz viene más que bien. Que con los pies pegados al suelo nadie aprendió a volar.
Mira con recelo. Con ojos de depredador que se sabe presa, y muerde. Muerde porque hay mucho que morder, y somos todos esclavos del instinto. Hasta que dejamos de serlo. Y porque se sabe víctima, cuando se ha cansado de pelear, expone su cuello al lobo cuyo pelaje más atrae. Quizás por ser el más débil. Quizás por ser el más fuerte. Y se deja devorar para ser una con el mundo que tanto le aterra. Le gusta sentir los mordiscos y la carne ser arrancada de su cuerpo, pues entiende que así debe ser. Y deber es lo que nubla su leve espíritu, tan curioso como aterrado. Vaya ironía. Pero morderla quema porque es fuego. Intratable e incontenible. Entonces se intenta apagar. Pero, ¿cómo apagar una estrella? ¿cómo dejar de ser?
Y sale lastimada, marcada, humillada, hecha parte de lo terrenal. Creyendo que ha sido purificada, y busca familia. Siente que la rebeldía, aquello que siempre supo como suyo, está en la cabeza y no en el alma, y que por ende la puede encontrar en las palabras, en las ideas, en lo entendible. Pero buscando lo que sea en el lugar donde no se encuentra agota y derrota. Así que se convence de aquello que una espinita en su corazón le advierte es mentira, y se cree realizada. Pero realizado es sinónimo de vencido, por lo menos para ti, hija de Astraeus. Luz del mundo. Sigue andando que en el reino de los mortales nada hay para ti. Tu rebeldía es del espíritu, y significa, simple y llanamente, ser. Sé, estrella, sé.
Levanta la mirada. Todo lo que ves brilla por ti y para ti. Tus piernas largas son así para que des pasos agigantados. Tu culo es magnífico para deleitar e impulsar a quienes dejas tras de ti. Nada es porque sí, excepto todo. Frágil tu cuerpo, porque invencible tu espíritu. Tu cuello largo, dadora de luz, invita a morder, no porque necesites ser devorada, sino porque necesitan devorarte. Y por supuesto que te muerdo, con todas mis fuerzas que pocas son. Así queme mi cara y derrita mis dientes. Porque es mi deseo y tu voluntad. Y ambos son lo mismo. Y me prendo en llamas y saltamos juntos a la inmensidad si te aceptas como eres, o te apagas y te trago y nos dejas sumidos en perpetua oscuridad. Plantados en este suelo que empieza a oler a muerte. Será lo que tenga que ser.
No pretendo poseerla. Ni siquiera entenderla. Tan solo me propongo, presumido como solo el hombre, presentarla. Para que sea visible el universo, que algo de bonito tendrá. Muerdan, lobos desnutridos, pordioseros, que la luz no es de nadie.
– M
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