Punto de partida.

Punto de partida.

Josè Erazo

23/02/2025

“Existe algún lugar del tiempo de Planck, en que la historia real y la historia ucrónica divergen”

La tarde del sábado, cegaba sin apremio a la menguada claridad de aquel antepenúltimo y lluvioso día de enero. Una pesada atmósfera de humo de tabaco envolvía el silencioso ambiente. El clima se presentaba adverso, y favorable a la vez, ante la actitud de cierto hombre que fumaba sin parar, encendiendo los cigarrillos uno tras otro. Las colillas encendidas, intermitentemente lanzadas a un helechal por el persistente fumador, se ahogaban entre la fronda y la llovizna. La supuesta calma de este entorno es tomada desprevenida por el ruido de las campanadas de un reloj de pared. El sonido uniforme y secuencial no parece perturbar al fumador. Aparentemente por su aislamiento, el hombre no lo advierte; el reloj mecánico ha sonado seis veces.

A esta hora, bajo el alero interior de la casa, el hombre despide el humo de sus pulmones con la boca semiabierta, dejando que fluya libremente. Este fumador permanece absolutamente ensimismado; y siendo negado de evitar, permite que las gotas de agua, direccionadas por efecto de rebote, caigan en sus botas.

El absorto individuo, sentado en un banco de concreto del patio interno de una casa, fuma mirando al suelo sin prestar atención a sus botas, ni al frondoso jardín iluminado que tiene al frente. Sin acabar el cigarrillo, lo tira a las mojadas plantas ornamentales, y , de manera torpe hace un movimiento, inclinándose a la derecha con su mano extendida. Toma a tientas una botella de licor; desenrosca la tapa y empina un trago, para luego dejarla abierta, tirada a un lado.

Se estremece al toser, luego queda quieto, y de inmediato, mediante un brusco desplazamiento, fija su vista al lado izquierdo; por segundos se mantiene en esa posición, como agudizando el oído. A su espalda, el resto de la casa se mantiene a oscuras. Espera atento por tres segundos; nada pasa, y sin toser exhala haciendo ruido. Con lentitud retorna a su pose anterior y saca una caja de cigarrillos, desabrochando el bolsillo de su camisa verde. El estuche está sellado y lo abre mecánicamente; de la caja extrae un cigarrillo y lo enciende con un clásico yesquero Zippo. Con parsimonia guarda la caja de cigarrillos y el encendedor en su bolsillo, abrochándose nuevamente. Aspira dos veces sin soltar el humo, teniéndolo hasta que llenara todos sus pulmones, para finalmente expulsar la humareda por las fosas nasales.

El calculado empujón, ejecutado con fuerza a la puerta de la vivienda, permite que una hoja ceda, otorgando el acceso a una pareja. Se adelanta la mujer abriendo el paso al interior de la casa, mientras es seguida por un empapado y tambaleante hombre.

El olor a humo de tabaco, y ginebra de la volcada botella, orienta a la mujer. Los dos siguen caminando a la dirección precisa, y una vez que lo ven sentado en el banco del jardín, la mujer se voltea y susurra a su mojado acompañante:…….

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