Esquivando a la muerte…

Esquivando a la muerte…

Alruvaro

22/02/2025

 La muerte, hasta el momento, siempre fue ajena a mí. La veía distante, tan lejana, por lo que era algo en lo que no debía siquiera pensar. A veces, cuando escuchaba que alguien fallecía por alguna razón—una enfermedad o un infortunio de la vida—, lo escuchaba pero lo dejaba pasar, o simplemente asentía por respeto; además de mostrar cierta empatía, pero era algo que aún no me atañía, desde mi punto de vista.

Yo tengo 25 años, y mis padres están bien; aún son jóvenes. Mis hermanos tienen relativamente mi misma edad, y mi novia está bien—me decía a mí mismo—.

Era un otoño del 2014 cuando decidí trabajar en un hogar de ancianos. Nunca me había visto en un área como esta, pero se me abrió una oportunidad de trabajo allí. Creo que es una experiencia que jamás podría olvidar. Lo vi como un aprendizaje y traté de hacer lo mejor que pude. El ambiente era dinámico; es decir, uno nunca estaba quieto, solo para un break o almorzar. Las necesidades son múltiples en un hogar; en realidad, un adulto mayor requiere muchas atenciones: dedicación, manejo, conocimientos, técnicas de salud, cuidados para atender el confort, higiene y las necesidades esenciales de ellos.

El hogar de ancianos, por fortuna, no era un lugar masivo, por lo que las atenciones eran personalizadas. Conforme vas adquiriendo práctica en el hacer, te das cuenta de que todo es rutinario, salvo algunas excepciones cuando hay urgencias. Si algún abuelito o abuelita padecía una crisis que no se podía resolver por razones propias de sus afecciones, debían ser atendidos en un centro hospitalario. Por lo que solo en esos momentos se podía ver la cercanía de la muerte. Como les dije, la muerte, hasta ahora, no me había afectado directamente, por lo que en este trabajo la sentía cerca. Recordemos que son personas mayores; muchos de ellos rozan la edad promedio de esperanza de vida, por lo que en alguna instancia todos cumplirían su ciclo de vida.

Lo que pude apreciar en ellos es que todos eran felices si les saludabas, y si recibían sus atenciones básicas y les prendías la TV, todo marchaba bien. Podían tener TV cable o acceso a Netflix, pero siempre te pedirán el mismo canal y las mismas telenovelas a las mismas horas, sobre todo las abuelas. Los abuelos podían jugar a las cartas o al dominó incesantemente. Cualquier cosa que saliera de su rutina los descompensaba o te lo exigían… y así tenía que ser, sino te lo recordaban los más vigentes cognitivamente.

Con el tiempo te vas encariñando. Muchos de ellos tienen mañas, y nunca podrías darles en el gusto así des más del 100%, pero te quedaba la satisfacción de que hiciste lo mejor que pudiste. Algunos suelen ser manipuladores; otros son muy amistosos; otros son ajenos a la realidad por razones de demencias neurológicas. Cada uno es un mundo de distintos tamaños y con sus propios continentes.

Como te decía, uno con el tiempo se encariña, y podías sentir la ausencia si uno de ellos se iba por razones de vacaciones, por alta administrativa, por recuperación, o si lamentablemente, por causas naturales, tenía que partir…

Aquí tuve la oportunidad de ver partir a algunas personas que atendía; verlos dar su viaje astral al más allá. Nunca había tenido esa experiencia de alguna manera cercana. Todos se van por alguna causa subyacente, y todos comparten de alguna manera la misma expresión facial. Todos sienten dolor físico, cansancio; la agonía, siendo empático, es lenta para ellos, porque el tiempo es relativo. Se pierde muchas veces la noción del tiempo, y el dolor físico de unos días se podría sentir muy duradero. Quieras o no, al principio te sientes muy afectado—en mi experiencia personal—. Y te das cuenta empíricamente que el tiempo, o tu reloj de arena, corre desde el día que naces. Un día tienes doce años, y la vitalidad que sientes es incomparable con la pesadez de la senectud que puedes observar. Te detienes a pensar que ese momento llegará, y desearías que no llegue.

Puedo decir, basado en mis experiencias, que la muerte nunca es digna, y te diré por qué: no es digna porque duele. Los huesos pesan, el organismo está cansado y trabaja diferente. Muchas veces no tienes dientes porque se caen; eres como un bebé pero sin fuerzas para gritar. Te haces en los pañales, ya no lo puedes controlar. A veces quisieras gritar, y cuando lo haces, lloras porque te das cuenta, en tus momentos de lucidez, que no te puedes levantar más, llegado cierto punto. Y cuando te entregas por completo al inexorable estado decadente y caes en la postración, solo te queda esperar el momento… Muchas veces se pierde la capacidad de ver; esperas que te atiendan, y a veces, si estás con la claridad mental y te das cuenta de tu realidad, entras en un estado de depresión. De alguna manera, hasta sería mejor estar ajeno a la realidad.

Entonces es cuando verdaderamente te das cuenta de una realidad que todos queremos evitar, algo que a todos nos concierne. Y cuando asumes que es parte de la vida, aprendes a amar a tu prójimo, aprendes a trabajar tu paciencia, aprendes a entender por qué son así los ancianos, comprendes mejor por qué son tan porfiados, y también aprendes a manejarlos, porque muchas veces su inteligencia se ve mermada por el paso del tiempo. Ni ellos mismos saben lo que quieren. Creo que es un tópico que se debe abordar con la juventud, porque se vive sin reflexión; se vive como si no hubiera un mañana. Pero cuando ese mañana llega, hay cosas que te das cuenta que debías haber comprendido para que ese momento sea de satisfacción y no de lamentaciones.

La vida es un segmento de tiempo; hay un inicio, pero no sabes cuándo termina. Quizás tampoco se llegue a una vejez al ritmo en que se vive, o por un accidente, tal vez ya no veamos a un ser querido. Por eso quiero que mi vida sea única, diferente; quiero disfrutarla día a día. Quiero compartirles estas líneas porque es hermoso vivir, sobre todo cuando estás íntegro. Pero si te toca las puertas la muerte, debes saber que es parte de una etapa y debes dejar ir. Lo más importante es que ames con todas tus fuerzas, des ese abrazo sincero y entregues esa pasión a lo que te dedicas. Perdona, y si hay algo guardado que te hace mal, tan solo déjalo ir… porque el que ama trae amor para sí y vive feliz. Por supuesto, no todo es fácil; no todo es tan sencillo…Requiere trabajo, reflexión y superación. Aprende todo lo que puedas, y si debes sufrir, hazlo pensando en la riqueza que te dará esa situación, de la cual puedes extraer un mensaje.

Si tienes aún a tus seres queridos, abrázalos, disfruta aún un buen desayuno , si te cuentan algo es porque necesitan ser escuchados ; necesitan ser escuchados… Sal a pasear con ellos , no siempre estarán ahí, los niños no siempre serán niños, y los adultos no siempre serán adultos jóvenes. Si tienes aún a tus abuelos dales de tu tiempo ellos te extrañan; si pudieran movilizarse como lo hacían antes probablemente desearían verte y hacer lo que quizás no se atrevieron hacer, por miedo al rechazo, al dolor o por falta de empatía. Tu tiempo es ahora mientras puedas. Y nunca es demasiado tarde ni demasiado pronto…y si aún están allí tus seres queridos; también dales un abrazo por mí…

                            

                               Alruvaro.


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